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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

caer lentamente al suelo. A punto hemos estado <strong>de</strong> ir a caer en manos <strong>de</strong>l enemigo; menos mal que en el<br />

último momento hemos reconocido el plano casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong> que lleva puesto en la cabeza el hombre que<br />

está allí al otro lado.<br />

—¡El Tommy!<br />

—¿Disparo?<br />

—¡A<strong>de</strong>lante!<br />

El arma inicia su labor; <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong>l cañón danzan llamitas amarillas, y el estruendo<br />

producido por los disparos vuelve a llenarnos <strong>de</strong> un sentimiento <strong>de</strong> rabiosa seguridad. En un instante<br />

queda vacío el único cargador. ¿Habremos dado a alguien? Eso esperamos; sin embargo, no po<strong>de</strong>mos<br />

saberlo, pues los fantasmas han <strong>de</strong>saparecido como barridos por una esponja. Aguzamos las orejas para<br />

percibir los gritos <strong>de</strong> los heridos, pero estamos ensor<strong>de</strong>cidos por los ecos <strong>de</strong> los disparos, que han <strong>de</strong>jado<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nuestro cráneo una vibración como <strong>de</strong> cuerdas metálicas pulsadas. Sin duda actuamos bien al<br />

replegarnos a rastras, con mucho cuidado, <strong>de</strong> embudo en embudo, hasta la lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque, pues ya<br />

empieza a clarear.<br />

En el Bosquecillo se nota ahora un gran bullicio; poco a poco ha ido llegando casi toda la compañía.<br />

Los jefes <strong>de</strong> sección y <strong>de</strong> pelotón intentan reagrupar sus hombres, pero nadie los escucha; se oye el<br />

alboroto <strong>de</strong> una alegría vociferante, como al final <strong>de</strong> una fiesta salvaje tras la que se anuncia ya el retorno<br />

a la gris realidad.<br />

Ha cesado el fuego <strong>de</strong> barrera; las <strong>de</strong>scargas, semejantes a ladridos, <strong>de</strong> algunos pequeños cañones que<br />

parecen estar emplazados inmediatamente <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las trincheras, producen un ruido casi tranquilizante,<br />

si se lo compara con el inferno <strong>de</strong> esta noche. A través <strong>de</strong> los <strong>de</strong>spellejados troncos, que se conservan<br />

enhiestos como columnas <strong>de</strong> una catedral <strong>de</strong>struida, divisan nuestros ojos el mar <strong>de</strong> embudos; ha quedado<br />

congelado en una turbulencia siniestra y trae a la memoria los relatos acerca <strong>de</strong> lugares malditos, cuyo<br />

alboroto infernal se <strong>de</strong>svanece con el canto <strong>de</strong>l gallo. Por encima <strong>de</strong> la vasta llanura, en la cual han<br />

quedado grabados como en una cera parduzca los innumerables proyectiles, sobrenada, igual que el tesoro<br />

<strong>de</strong> naves hundidas en un huracán, un amasijo <strong>de</strong> objetos cuyo número y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n hacen aún más honda la<br />

impresión <strong>de</strong> abandono. Tanques que un proyectil certero ha partido en dos pedazos o que se han quedado<br />

atascados en embudos enormes, <strong>de</strong> modo que su parte posterior se yergue vertical hacia el cielo; equipajes<br />

tirados; c<strong>acero</strong>las y cascos agujereados; fusiles; latas <strong>de</strong> conserva; mantas y capotes <strong>de</strong>sgarrados;<br />

cadáveres <strong>de</strong> hombres y caballos: todas esas cosas son como una inmensa ropavejería dispersada por un<br />

puño que ya no conoce valores — dispersada en el verte<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> un molino espantoso que hace pasar por<br />

sus muelas todas las cosas <strong>de</strong> este mundo y, una vez machacadas, las escupe <strong>de</strong> nuevo.<br />

Cuando uno ha vivido largo tiempo en estos parajes, que quedarán para siempre en la memoria, llega a<br />

pensar que existe una relación profunda entre el humor y el espanto; ambos coinci<strong>de</strong>n en lo grotesco y,<br />

unidos, se manifiestan también a veces en lo personal, en esos sangrientos cinismos en que busca refugio<br />

el ser humano.<br />

Un cierto tono grotesco hay también en los gritos y en la loca alegría <strong>de</strong> estos hombres sobreexcitados<br />

por las emociones <strong>de</strong> esta noche, cuyos uniformes están <strong>de</strong>sgarrados y sucios y cuyos rostros se hallan<br />

cubiertos por una máscara <strong>de</strong> humo y sangre seca; todo eso está en violenta contradicción con la terrible<br />

frialdad <strong>de</strong>l paisaje que nos ro<strong>de</strong>a. Estos hombres hacen pensar en un grupo <strong>de</strong> borrachos caminando<br />

vociferantes, con las primeras luces <strong>de</strong>l día, por los <strong>de</strong>solados suburbios <strong>de</strong> una ciudad; pero es<br />

comprensible lo que hacen; todo el mundo se alegra <strong>de</strong> seguir vivo, y nadie regido hasta hace muy poco<br />

por unos instintos salvajes pue<strong>de</strong> reconvertirse <strong>de</strong> golpe en un soldado que se comporta <strong>de</strong> acuerdo con<br />

las reglas <strong>de</strong> su oficio.<br />

Ha llegado, con todo, el momento <strong>de</strong> poner or<strong>de</strong>n, si no se quiere que ocurra todavía alguna <strong>de</strong>sgracia.<br />

Tenemos que ocupar la lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque, averiguar quiénes faltan, establecer contacto con los <strong>de</strong>más y<br />

a<strong>de</strong>lantar un <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> seguridad. En el lado enemigo, don<strong>de</strong> sin duda han logrado hacerse<br />

entretanto una i<strong>de</strong>a más clara <strong>de</strong> la situación, comienza a disparar una ametralladora; nos obliga a tomar<br />

posición y a resguardarnos en las trincheras, pues también nosotros hemos vuelto poco a poco a valorar<br />

los peligros. La ametralladora nos causa bajas; un hombre cae <strong>de</strong> espaldas mientras expele ese estertor<br />

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