11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

batería nuestro lanzaminas Lanz y abrí fuego contra la trinchera enemiga — una réplica muy débil,<br />

ciertamente, a los numerosos proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre con que ellos nos rastrillaban. Bañados en<br />

sudor, permanecíamos agachados sobre el barro recalentado por el sol <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> una pequeña <strong>de</strong>presión<br />

<strong>de</strong>l terreno y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí enviábamos mina tras mina al otro lado.<br />

Como parecía que aquello no causaba la menor molestia a los ingleses me dirigí con Wetje al teléfono<br />

y, tras madura reflexión, cursamos la siguiente petición <strong>de</strong> ayuda: «Helena escupe en nuestra trinchera<br />

únicamente mendrugos gruesos. ¡Necesitamos patatas, gran<strong>de</strong>s y chicas!». Solíamos emplear esta<br />

jerigonza cuando se corría peligro <strong>de</strong> que el adversario captara nuestros mensajes. Muy poco <strong>de</strong>spués nos<br />

llegó <strong>de</strong>l teniente Deichmann la consoladora respuesta <strong>de</strong> que el gordo brigada <strong>de</strong> bigotes estirados<br />

vendría en seguida hacia <strong>de</strong>lante con algunos muchachos. Inmediatamente <strong>de</strong>spués cayó zumbando en la<br />

trinchera enemiga nuestra primera mina <strong>de</strong> un quintal <strong>de</strong> peso; explotó con un estruendo nunca antes oído<br />

y fue seguida por algunas andanadas <strong>de</strong> la artillería <strong>de</strong> campaña. Así tuvimos calma para el resto <strong>de</strong>l día.<br />

Pero a la mañana siguiente comenzó <strong>de</strong> nuevo el baile, y esta vez con una violencia mucho mayor. Al<br />

oír el primer disparo me dirigí por el pasadizo subterráneo a nuestra segunda trinchera y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ella fui al<br />

ramal <strong>de</strong> aproximación don<strong>de</strong> teníamos instalado nuestro lanzaminas. Abrimos fuego y procedimos con el<br />

siguiente método: por cada mina esférica que a nosotros nos llegaba les disparábamos a ellos una mina<br />

Lanz. Tras haber intercambiado unas cuarenta minas, el director <strong>de</strong> tiro enemigo pareció empezar a dirigir<br />

sus disparos personalmente contra nosotros. Pronto nos cayeron cerca, a <strong>de</strong>recha e izquierda, algunos<br />

proyectiles, pero no fueron capaces <strong>de</strong> interrumpir nuestra actividad, hasta que vimos cómo uno <strong>de</strong> ellos<br />

se dirigía directamente hacia nosotros. En el último momento accionamos todavía el disparador <strong>de</strong><br />

nuestro lanzaminas y salimos corriendo lo más <strong>de</strong>prisa que pudimos. Acababa <strong>de</strong> llegar a una zanja<br />

encenegada, que estaba <strong>de</strong>fendida por una alambrada, cuando aquel monstruo reventó justo <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí.<br />

La violenta onda expansiva me lanzó por encima <strong>de</strong>l rollo <strong>de</strong> alambre <strong>de</strong> espinos y fui a parar a un<br />

agujero abierto por una granada, que estaba lleno <strong>de</strong> cieno verdoso, al tiempo que sobre mí caía con gran<br />

estrépito una granizada <strong>de</strong> duras pellas <strong>de</strong> barro. Me levanté maltrecho y medio aturdido. La alambrada <strong>de</strong><br />

espinos me había <strong>de</strong>sgarrado los pantalones y las botas. Cara, manos y uniforme estaban cubiertos <strong>de</strong><br />

barro pegajoso y la rodilla sangraba por un largo rasguño. Bastante abatido, me <strong>de</strong>slicé por la trinchera<br />

hasta mi abrigo y me metí en él para <strong>de</strong>scansar.<br />

Fuera <strong>de</strong> esto, las minas no habían causado gran<strong>de</strong>s daños. La trinchera había quedado <strong>de</strong>struida en<br />

algunos sitios, uno <strong>de</strong> nuestros lanzaminas Priester estaba <strong>de</strong>strozado y a Villa Pollita le había dado el<br />

golpe <strong>de</strong> gracia un proyectil que había acertado <strong>de</strong> lleno en ella. Su infeliz propietario estaba ya abajo en<br />

la galería; <strong>de</strong> no haber sido así, en esta ocasión habría caído escaleras abajo por tercera vez.<br />

El tiroteo continuó durante toda la tar<strong>de</strong>. No se interrumpió un solo momento, y, hacia el atar<strong>de</strong>cer, un<br />

sinnúmero <strong>de</strong> minas cilíndricas lo incrementó hasta convertirlo en un verda<strong>de</strong>ro tiro <strong>de</strong> tambor. «Minas <strong>de</strong><br />

cesto <strong>de</strong> ropa» llamábamos nosotros a aquellos proyectiles en forma <strong>de</strong> cilindro, pues a veces se tenía la<br />

impresión <strong>de</strong> que los arrojaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo con cestos. El mejor modo <strong>de</strong> hacerse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la forma<br />

que tenían aquellas minas es imaginarse un rollo <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>os provisto <strong>de</strong> dos asas cortas. Las disparaban con<br />

unas bocas <strong>de</strong> fuego especiales, semejantes a revólveres, e iban dando volteretas por el aire con un sordo<br />

murmullo. Vistas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cierta distancia parecían salchichones. Se sucedían con tanta rapi<strong>de</strong>z que sus<br />

explosiones recordaban la quema <strong>de</strong> una traca <strong>de</strong> cohetes. El efecto <strong>de</strong> las minas esféricas era como un<br />

martillazo; en cambio estas otras, las cilíndricas, producían en los nervios un efecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgarramiento.<br />

Tensos y expectantes estábamos sentados en la entrada <strong>de</strong> la galería, dispuestos a recibir a cualquier<br />

intruso con un saludo consistente en disparos <strong>de</strong> fusil y granadas <strong>de</strong> mano. Pero el tiro <strong>de</strong> tambor volvió a<br />

calmarse al cabo <strong>de</strong> media hora. Por la noche tuvimos aún que soportar dos ataques por sorpresa <strong>de</strong> fuego<br />

<strong>de</strong> artillería; durante ellos nuestros centinelas, inquebrantables, permanecieron <strong>de</strong> guardia en sus puestos.<br />

Tan pronto como el fuego <strong>de</strong>crecía, numerosas bengalas luminosas lanzadas a lo alto iluminaban a los<br />

<strong>de</strong>fensores que en tropel salían <strong>de</strong> las galerías, y un tiroteo furioso convencía al enemigo <strong>de</strong> que aún<br />

quedaba vida en nuestras trincheras.<br />

Pese a la gran intensidad <strong>de</strong> aquel bombar<strong>de</strong>o, únicamente perdimos un hombre, el fusilero Diersmann,<br />

al que le <strong>de</strong>strozó el cráneo una mina que chocó contra su escudo protector. Otro hombre fue herido en la<br />

espalda.<br />

47

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!