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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

distribuí a los hombres encargados <strong>de</strong> realizar las tareas <strong>de</strong> atrincheramiento, tuve mucho tiempo <strong>de</strong> ocio<br />

para <strong>de</strong>dicarlo a eso.<br />

Ya durante las primeras horas <strong>de</strong> la mañana lanza el sol sus rayos ardientes sobre el terreno, que está<br />

<strong>de</strong>snudo <strong>de</strong> árboles. Los campos, sobre los cuales no ha pasado la guadaña <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años, se encuentran<br />

enteramente cubiertos <strong>de</strong> flores silvestres; los aromas que <strong>de</strong> éstas se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>n penetran en las<br />

trincheras como un baño hirviente compuesto <strong>de</strong> millares <strong>de</strong> esencias aromáticas mezcladas; estos aromas<br />

volátiles se fun<strong>de</strong>n con el áspero tono fundamental <strong>de</strong>l olor <strong>de</strong> la hierba, retorcida y ensortijada por el<br />

tórrido calor. El ejército <strong>de</strong> los insectos está animado por una loca alegría; una vitalidad <strong>de</strong>sbordante se ha<br />

apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> él. El sentido, el auténtico contenido <strong>de</strong>l paisaje parece residir en ellos. Nubes <strong>de</strong> alas<br />

cristalinas cubiertas <strong>de</strong> escamas multicolores danzan por encima <strong>de</strong> las trincheras; sus infinitos zumbidos,<br />

chirridos y crujidos producen adormecimiento, son como un gran canto que uno olvida cuando se entrega<br />

a sus sueños. El aire vibra <strong>de</strong> colores múltiples y ardientes, se parece a la película que se forma sobre el<br />

plomo fundido; su esmalte es interrumpido únicamente por el color pardo terroso <strong>de</strong> los innumerables<br />

embudos. En el horizonte brillan las ruinas <strong>de</strong> Puisieux; al mirar esos restos <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s blancas,<br />

<strong>de</strong>spojados <strong>de</strong> sus techos y ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> esqueletos <strong>de</strong> árboles, uno podría llegar a creer que se encuentra<br />

en medio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto y es sorprendido por el espejismo <strong>de</strong> un oasis muerto y fantasmal. Hasta don<strong>de</strong> la<br />

vista alcanza, no hay la menor señal <strong>de</strong> la Vida; también la Muerte parece haberse ido a dormir. La calma<br />

<strong>de</strong>l frente al mediodía es interrumpida apenas por el disparo <strong>de</strong> un fusil. Ningún sonido, ningún<br />

movimiento <strong>de</strong>lata que aquí están ocultos regimientos enteros. Parece haber una paz profunda, y sólo la<br />

Naturaleza habla consigo misma.<br />

Y, sin embargo, los ojos no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver el conflicto que <strong>de</strong>sgarra esta región, tan apropiada<br />

para que en ella se siembre y se recojan cosechas. Sin duda se encuentra en el límite entre Artois y<br />

Picardía, dos condados ricos y antiquísimos, cuya población combina en su forma <strong>de</strong> ser la fogosidad <strong>de</strong><br />

los galos y la gravedad <strong>de</strong> los flamencos. Es un terruño viejo que da cosechas abundantes y generosas,<br />

una llanura vasta y amena que a veces se eleva en pequeñas ondulaciones, rica en aguas y cubierta <strong>de</strong><br />

poblaciones muy próximas entre sí. Los parques <strong>de</strong> las innumerables mansiones señoriales, en torno a los<br />

cuales se cierne todavía un hálito <strong>de</strong> Ancien Régime, están diseñados en parte con aquel estilo ligero y<br />

monumental propio <strong>de</strong> los jardines trazados por Le Nôtre, aunque es posible que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ya mucho<br />

tiempo, quien en ellos pase sus veranos sea un industrial o un banquero <strong>de</strong> París. Las iglesias, pequeñas y<br />

numerosas, que en otro tiempo gobernaba y vigilaba con dulzura Fénélon <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su se<strong>de</strong> arzobispal <strong>de</strong><br />

Cambrai, están siempre abarrotadas los domingos; las poblaciones, en las que la Vida se entrega a<br />

cavilaciones pesadas y gratas, muestran todavía la misma faz adormilada bajo la cual supieron encontrar<br />

los Balzac y los Stendhal unas pasiones tan ardientes y unas intrigas tan complicadas como las que se dan<br />

en cualquier parte <strong>de</strong>l mundo.<br />

Pero ahora han quedado borradas todas esas cosas, como si fueran una frágil pintura al pastel; un buril<br />

<strong>de</strong> <strong>acero</strong> ha <strong>de</strong>jado inscritas sus rayas en este país, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí hasta Flan<strong>de</strong>s allá abajo y hasta los Vosgos<br />

allá arriba. En sus campos se han alzado bastiones y en las <strong>de</strong>rruidas al<strong>de</strong>as están preparados y a punto<br />

cañones po<strong>de</strong>rosos. Los campos <strong>de</strong> labor, en los que ahora <strong>de</strong>bería crecer una cosecha dorada y<br />

abundante, han quedado cubiertos por una máscara cuya visión hace estremecer al contemplador solitario.<br />

Si alguien que ignorase <strong>de</strong>l todo los acontecimientos que aquí han ocurrido fuese trasladado <strong>de</strong> repente a<br />

este lugar — sin duda barruntaría el espíritu <strong>de</strong> aniquilación que ha <strong>de</strong>jado impresos sus rasgos en este<br />

suelo y cuya frialdad atraviesa con reflejos negros incluso la brillante luz <strong>de</strong>l sol.<br />

Oh tú, parcela <strong>de</strong> la soleada Francia a la que nos han traído fuerzas que son más po<strong>de</strong>rosas que<br />

nosotros — no creas que nuestro corazón permanece frío en medio <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>solación. Completamente<br />

insoportable sería que no presintiésemos que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la aniquilación llega, apremiante, una vida nueva.<br />

Tú has <strong>de</strong> soportar, igual que nosotros, una suerte que no has merecido. No serás tratada con indulgencia,<br />

como no pue<strong>de</strong> ser tratada <strong>de</strong> ese modo ninguna cosa cuando lo que está en juego es la vida <strong>de</strong> los<br />

pueblos. Pues en cada una <strong>de</strong> tus al<strong>de</strong>as silenciosas y <strong>de</strong>sconocidas, que hoy son conquistadas al asalto y<br />

cuyo nombre será mañana conocido en todos los países <strong>de</strong>l mundo, se está representando un fragmento <strong>de</strong><br />

historia, un fragmento que pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong>cisivo para los países y los imperios. Debemos <strong>de</strong>sterrar, por<br />

tanto, toda aflicción, pues volverán a ser cultivados los campos, volverán a ser edificadas las al<strong>de</strong>as y<br />

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