Tempestades de acero
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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
primeras balas <strong>de</strong> fusil silbaban a nuestro alre<strong>de</strong>dor. En la primera línea <strong>de</strong> la trinchera francesa topamos<br />
con la patrulla <strong>de</strong>l alférez von Kienitz. Cuando oímos el grito <strong>de</strong> Lüttje Lage supimos que habíamos<br />
pasado lo peor. Por <strong>de</strong>sgracia, caí encima <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> nuestros hombres que estaba gravemente herido.<br />
Kienitz me contó a toda prisa que en la primera trinchera había expulsado con granadas <strong>de</strong> mano a unos<br />
franceses que allí estaban cavando, y que, ya en el inicio mismo <strong>de</strong>l avance posterior, había tenido<br />
muertos y heridos por causa <strong>de</strong> nuestra propia artillería.<br />
Tras larga espera aparecieron todavía dos <strong>de</strong> mis hombres, el suboficial Dujesiefken y el fusilero<br />
Hailer. Este último me trajo al menos un pequeño consuelo; mientras erraba <strong>de</strong> un lado para otro había<br />
ido a parar a un alejado ramal ciego y había <strong>de</strong>scubierto allí tres ametralladoras abandonadas; había<br />
<strong>de</strong>smontado <strong>de</strong> su emplazamiento una <strong>de</strong> ellas y se la había traído consigo. Como cada vez se hacía más<br />
<strong>de</strong> día, atravesamos a toda prisa la tierra <strong>de</strong> nadie y nos dirigimos corriendo a nuestra primera línea.<br />
De los catorce hombres que conmigo habían salido volvieron solamente cuatro; también la patrulla <strong>de</strong><br />
Kienitz había sufrido gra<strong>de</strong>s pérdidas. Hubo algo que alivió mi abatimiento, y fueron unas palabras <strong>de</strong>l<br />
bueno <strong>de</strong> Dujesiefken, un hombre nacido en Ol<strong>de</strong>nburg. Mientras me vendaban la mano <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la<br />
galería, Dujesiefken se hallaba en la puerta <strong>de</strong> ésta y contaba a sus camaradas lo ocurrido. Acabó con esta<br />
frase:<br />
—Y ahora yo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, le tengo respeto al alférez Jünger; muchachos, muchachos, había que ver<br />
cómo saltaba las barricadas.<br />
Después atravesamos a pie el bosque y nos dirigimos al puesto <strong>de</strong> mando <strong>de</strong>l regimiento; casi todos<br />
llevábamos vendadas las manos y las cabezas. El coronel von Oppen me saludó y or<strong>de</strong>nó que me<br />
sirvieran café. Ciertamente nuestro fracaso le había causado <strong>de</strong>cepción, pero nos manifestó su aprecio.<br />
Ello nos sirvió <strong>de</strong> consuelo. Luego me subieron a un auto y me llevaron a la división, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>seaban<br />
tener un relato exacto <strong>de</strong> lo ocurrido. Mientras seguían atronándome los oídos las salvajes explosiones <strong>de</strong><br />
las granadas <strong>de</strong> mano, pu<strong>de</strong> disfrutar a manos llenas <strong>de</strong>l alivio que representaba atravesar a toda<br />
velocidad, reclinado en el asiento, la carretera comarcal.<br />
El oficial <strong>de</strong> Estado Mayor <strong>de</strong> la división me recibió en su <strong>de</strong>spacho. Estaba <strong>de</strong> muy mal humor y noté,<br />
cosa que me irritó, que intentaba hacerme responsable <strong>de</strong>l <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> la operación. Aquel hombre ponía<br />
un <strong>de</strong>do en el mapa y hacía preguntas como ésta:<br />
—¿Y por qué no torció a la <strong>de</strong>recha en este ramal <strong>de</strong> aproximación?<br />
Me di cuenta <strong>de</strong> que aquel oficial era incapaz <strong>de</strong> concebir un laberinto en el que ya no existen en<br />
absoluto las nociones <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha e izquierda. Para él todo aquello era un plano; para nosotros, una<br />
realidad vivida con pasión.<br />
El jefe <strong>de</strong> la división me recibió con un saludo amistoso y pronto consiguió disipar mi mal humor.<br />
Durante la comida estuve sentado a su lado con mi raída guerrera y mi mano vendada; me esforcé en<br />
hacer aparecer a su verda<strong>de</strong>ra luz, sin falsa mo<strong>de</strong>stia, los acontecimientos <strong>de</strong> la mañana; y lo conseguí.<br />
Al día siguiente el coronel von Oppen revistó una vez más la patrulla, impuso algunas Cruces <strong>de</strong><br />
Hierro y concedió a cada uno <strong>de</strong> los participantes dos semanas <strong>de</strong> permiso. Por la tar<strong>de</strong> fueron enterrados<br />
en el cementerio militar <strong>de</strong> Thiaucourt los caídos cuyos cuerpos habíamos conseguido recuperar. Entre las<br />
víctimas <strong>de</strong> esta guerra reposaban también allí luchadores <strong>de</strong> 1870/71. Una <strong>de</strong> aquellas tumbas estaba<br />
adornada con una piedra cubierta <strong>de</strong> musgo; tenía esta inscripción: Dem Auge fern, <strong>de</strong>m Herzen ewig nah!<br />
[Lejos <strong>de</strong> los ojos, pero cerca para siempre <strong>de</strong>l corazón]. En una gran lápida se hallaban esculpidos estos<br />
dos versos:<br />
Hel<strong>de</strong>ntaten, Hel<strong>de</strong>ngraber reihen neu sich an die alten,<br />
Kün<strong>de</strong>n, wie das Reich erstan<strong>de</strong>n, kün<strong>de</strong>n, wie das Reich erhalten.<br />
[Nuevas acciones heroicas, nuevas tumbas <strong>de</strong> héroes se alinean con las antiguas,<br />
Proclaman cómo surgió el Imperio, proclaman cómo se mantiene]<br />
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