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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

ración <strong>de</strong> pan, un sopicaldo y un poco <strong>de</strong> floja mermelada.<br />

Tras haber echado aquella ojeada a la envidiable situación económica <strong>de</strong> nuestro adversario salimos<br />

<strong>de</strong>l abrigo e inspeccionamos la hondonada; en ella encontramos abandonados dos cañones enteramente<br />

nuevos. Gran<strong>de</strong>s montones <strong>de</strong> vainas relucientes, recién disparadas, <strong>de</strong>lataban que aquellas bocas <strong>de</strong><br />

fuego habían tenido una intervención muy <strong>de</strong>stacada durante el ataque. Tomé un pedazo <strong>de</strong> greda y<br />

escribí en los cañones el número <strong>de</strong> mi compañía. Pero comprobé que los <strong>de</strong>stacamentos que llegaron<br />

<strong>de</strong>spués respetaron poco los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong>l vencedor; cada nueva unidad que por allí pasaba borraba el<br />

número escrito por la prece<strong>de</strong>nte y lo sustituía por el suyo. El último número que quedó fue el <strong>de</strong> una<br />

compañía <strong>de</strong> zapadores.<br />

Regresamos luego junto a los <strong>de</strong>más, pues nuestra propia artillería seguía lanzando hierro alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />

nuestras orejas. Nuestra primera línea, formada entretanto por las unida<strong>de</strong>s que nos seguían <strong>de</strong> cerca,<br />

quedaba a doscientos metros a nuestra espalda. Aposté dos centinelas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l abrigo y or<strong>de</strong>né al otro<br />

que no se <strong>de</strong>sprendiese <strong>de</strong>l fusil. Una vez que hube dispuesto los turnos <strong>de</strong>l relevo, comido algo y anotado<br />

en breves palabras las vivencias <strong>de</strong> la jornada, me quedé dormido.<br />

A la una <strong>de</strong> la madrugada nos <strong>de</strong>spertaron unos gritos <strong>de</strong> ¡hurra! y un fuego muy vivo que se oía por<br />

nuestra <strong>de</strong>recha. Agarramos los fusiles, nos precipitamos fuera <strong>de</strong>l abrigo y nos apostamos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

gran embudo abierto por una granada. De la parte <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante llegaban algunos soldados alemanes que se<br />

habían extraviado. Des<strong>de</strong> nuestra propia línea abrieron fuego contra ellos; dos quedaron muertos por el<br />

camino. Aleccionados por este inci<strong>de</strong>nte, aguardamos a que se calmase la primera excitación que <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> nosotros reinaba; luego nos dimos a conocer a gritos y regresamos a nuestra propia línea. Allí estaba<br />

sentado el jefe <strong>de</strong> la Segunda Compañía, el alférez Kosik, que no podía pronunciar palabra por causa <strong>de</strong><br />

un resfriado y que a<strong>de</strong>más estaba herido en un brazo; tenía consigo aproximadamente sesenta hombres <strong>de</strong>l<br />

73 0 Regimiento. Como tuvo que volver a la retaguardia, al puesto <strong>de</strong> socorro, me hice cargo <strong>de</strong>l mando <strong>de</strong><br />

sus fuerzas, entre las que había tres oficiales. A<strong>de</strong>más quedaban aún, <strong>de</strong> nuestro regimiento, los dos<br />

<strong>de</strong>stacamentos mandados por Gipkens y por Vorbeck, que estaban compuestos asimismo <strong>de</strong> hombres<br />

conjuntados al azar.<br />

Junto con algunos suboficiales <strong>de</strong> la Segunda Compañía pasé el resto <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

pequeño agujero cavado en el suelo; allí nos helamos <strong>de</strong> frío. Por la mañana <strong>de</strong>sayuné <strong>de</strong> las provisiones<br />

capturadas a los ingleses y envié enlaces a la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Quéant para que <strong>de</strong> la cocina allí instalada trajesen<br />

café y comida. Nuestra artillería reinició su maldito tiroteo y nos colocó, a modo <strong>de</strong> saludo matutino, una<br />

certera granada en un embudo que albergaba a cuatro hombres <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> ametralladoras. Con las<br />

primeras luces <strong>de</strong>l día llegó el sargento Kumpart, que reforzó nuestro grupo con algunos hombres.<br />

Apenas habíamos expulsado un poco <strong>de</strong> nuestros miembros el frío <strong>de</strong> la noche, dando patadas en el<br />

suelo, cuando recibimos or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> corrernos hacia la <strong>de</strong>recha y tomar al asalto, con los restos <strong>de</strong>l 76°<br />

Regimiento, la posición <strong>de</strong> Vraucourt, conquistada ya en parte por nosotros. Envueltos en la espesa niebla<br />

matinal nos dirigimos hacia el punto <strong>de</strong> concentración, una altura situada al sur <strong>de</strong> Ecoust; en ella había<br />

por el suelo numerosos muertos <strong>de</strong> la víspera. Como pasa casi siempre que las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> ataque están<br />

redactadas <strong>de</strong> un modo confuso, hubo discusiones entre los jefes <strong>de</strong> las unida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> asalto; les puso<br />

término la ráfaga disparada por una ametralladora enemiga, que pasó silbando alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nuestras<br />

piernas. Todo el mundo se metió <strong>de</strong> un salto en el embudo más próximo, excepto el sargento Kumpart,<br />

que quedó tendido gimiendo. Acompañado <strong>de</strong> un enfermero, me precipité hacia él para vendarlo. Había<br />

sido herido <strong>de</strong> gravedad en la rodilla por un balazo. Con una pinza <strong>de</strong> brazos curvos extrajimos <strong>de</strong> su<br />

herida varios trozos <strong>de</strong> hueso. Murió unos días más tar<strong>de</strong>. Este caso me afectó <strong>de</strong> modo especial, pues,<br />

tres años antes, Kumpart había sido instructor mío en Recouvrence.<br />

En una conversación con el capitán von Le<strong>de</strong>bur, quien había tomado el mando <strong>de</strong> nuestras<br />

heterogéneas unida<strong>de</strong>s, le expuse que resultaba absurdo lanzar un asalto frontal contra la posición <strong>de</strong><br />

Vraucourt, ya que una parte <strong>de</strong> ella se encontraba en nuestras manos y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí la podíamos conquistar<br />

envolviéndola por la izquierda; así se evitarían muchas bajas. Decidimos ahorrar a los hombres el asalto<br />

frontal; los acontecimientos nos dieron la razón.<br />

Por el momento nos instalamos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los embudos que había en la altura. Poco a poco fue saliendo<br />

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