11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

Inmediatamente <strong>de</strong>spués llegó corriendo hasta mí el centinela más próximo y me dijo:<br />

—¡Mi alférez, setenta ingleses avanzan ahora mismo hacia la lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosque!<br />

La precisión <strong>de</strong> la cifra me extrañó un poco; mas, por si acaso, me escondí en la alta hierba <strong>de</strong> la parte<br />

superior <strong>de</strong> la pendiente, con los cuatro fusileros que tenía cerca <strong>de</strong> mí, para observar el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> los<br />

acontecimientos. Unos segundos <strong>de</strong>spués vi cómo cruzaba rápidamente el prado un grupo <strong>de</strong> soldados.<br />

Mientras mis hombres apuntaban sus fusiles hacia allá, di <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, en voz baja, un «¿Quién vive?».<br />

Era el suboficial Teilenger<strong>de</strong>s, un veterano y acreditado guerrero <strong>de</strong> la Segunda Compañía, que estaba<br />

reuniendo a su pelotón.<br />

También los <strong>de</strong>más pelotones se acercaron apresuradamente. Or<strong>de</strong>né que formasen una línea <strong>de</strong><br />

tiradores; sus alas se apoyaban en la pendiente y en el bosquecillo. En un minuto quedaron alineados los<br />

hombres, con la bayoneta calada. Ningún daño se sacaba <strong>de</strong> revisar la alineación; en circunstancias como<br />

éstas nada vale tanto como la pedantería. Cuando quise llamar al or<strong>de</strong>n a un hombre que quedaba un poco<br />

retrasado, recibí esta réplica:<br />

—¡Soy camillero!<br />

Aquel hombre conocía bien el reglamento. Tranquilizado, di or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r la marcha.<br />

Mientras estábamos cruzando el prado pasó por encima <strong>de</strong> nuestras cabezas una granizada <strong>de</strong> balines<br />

<strong>de</strong> shrapnel. El adversario nos encerraba <strong>de</strong> este modo bajo una <strong>de</strong>nsa campana <strong>de</strong> fuego, para cortarnos<br />

el contacto con nuestras tropas. Involuntariamente nos lanzamos a la carrera para alcanzar el ángulo<br />

muerto <strong>de</strong> la colina que quedaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros.<br />

De repente se alzó <strong>de</strong> la maleza, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí, una sombra. Saqué una granada <strong>de</strong> mano y, dando un<br />

grito, la arrojé contra ella. Al resplandor <strong>de</strong> la explosión reconocí con horror al suboficial Teilenger<strong>de</strong>s; se<br />

había a<strong>de</strong>lantado sin que me diese cuenta y había tropezado en un alambre. Por fortuna resultó ileso. En<br />

aquel mismo instante resonó junto a nosotros el seco estampido <strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> mano inglesas y el fuego<br />

<strong>de</strong> shrapnel alcanzó una intensidad <strong>de</strong>sagradable.<br />

Se <strong>de</strong>scompuso la línea <strong>de</strong> tiradores y <strong>de</strong>sapareció en dirección a la pendiente, que ya estaba sometida<br />

a un intenso fuego; yo mantuve mi puesto, con Teilenger<strong>de</strong>s y otros oficiales. De repente uno <strong>de</strong> mis<br />

hombres me dio un codazo:<br />

—¡Los ingleses!<br />

Des<strong>de</strong> el prado iluminado por chispas dispersas saltó entonces a mis ojos, y en ellos se quedó clavado<br />

como la imagen <strong>de</strong> un sueño, un doble cordón <strong>de</strong> figuras humanas arrodilladas, en el segundo mismo en<br />

que se levantaban para avanzar. Reconocí la figura <strong>de</strong>l oficial inglés, quien, colocado en el lado izquierdo,<br />

daba la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ejecutar aquel movimiento. Amigos y enemigos quedaron como paralizados por aquel<br />

encuentro repentino e inesperado.<br />

Luego nosotros echamos a correr —era lo único que podíamos hacer—, sin que el adversario,<br />

estupefacto, disparase contra nosotros.<br />

Nos levantamos <strong>de</strong> un salto y nos abalanzamos hacia la pendiente. Tropecé en un alambre arteramente<br />

tendido en la alta hierba y di una voltereta, pero conseguí llegar sano y salvo hasta la pendiente; allí<br />

encontré a mis hombres, que estaban muy nerviosos. No me fue fácil conseguir que formasen una<br />

compacta línea <strong>de</strong> tiradores, unidos codo con codo.<br />

Nuestra situación era entonces la siguiente: nos hallábamos bajo una campana <strong>de</strong> fuego que se<br />

asemejaba a un cesto <strong>de</strong>nsamente trenzado. Todo parecía dar a enten<strong>de</strong>r que con nuestro avance habíamos<br />

sorprendido al <strong>de</strong>stacamento enemigo que pretendía <strong>de</strong>salojarnos <strong>de</strong> nuestro sitio en el preciso momento<br />

en que se disponía a envolvernos. Estábamos al pie <strong>de</strong> la pendiente, en un camino vecinal por el que<br />

habían transitado vehículos. Pero las someras <strong>de</strong>presiones <strong>de</strong>jadas por sus ruedas bastaban para ponernos<br />

a cubierto, aunque <strong>de</strong> un modo precario, contra los tiros <strong>de</strong> fusil. Pues cuando hay peligro se aprieta uno<br />

contra la tierra como si ésta fuera nuestra madre Nuestros fusiles estaban apuntados hacia el bosquecillo;<br />

por tanto, teníamos a nuestra espalda las líneas inglesas. Esto me intranquilizaba más que todo lo que en<br />

el bosquecillo pudiera ocurrir; por ello, mientras se <strong>de</strong>sarrollaban los acontecimientos que vinieron a<br />

88

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!