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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

norte, típico <strong>de</strong> esa zona, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos horas el único movimiento que ha realizado ha sido para<br />

golpear su pipa contra la culata <strong>de</strong>l fusil y volver a encen<strong>de</strong>rla. De vez en cuando pasa una figura gris, que<br />

camina con esos pasos lentos y arrastrados corrientes en la trinchera. La atmósfera es sofocante y reina un<br />

silencio total; la única excepción la constituye un murmullo tenue y lejano; a veces caen cerca algunos<br />

gran<strong>de</strong>s proyectiles, y esto hace que el oído vuelva a recordar ese murmullo. Sobre las vastas pra<strong>de</strong>ras se<br />

extien<strong>de</strong> un olor a hierba quemada; aquí abajo, sin embargo, lo único que vemos son los socarrados<br />

talu<strong>de</strong>s amarillos <strong>de</strong> la trinchera, cuyos granitos <strong>de</strong> arena brillan como cristales y caen a veces al piso<br />

formando pequeños riachuelos que hacen pensar en un reloj <strong>de</strong> arena. El Tiempo parece estar <strong>de</strong>tenido.<br />

Pasarán aún muchas horas antes <strong>de</strong> que se acerque el carro <strong>de</strong> la cocina; su aparición nos causa siempre<br />

alegría, primero porque uno nunca se siente harto, y en segundo lugar porque es preciso que exista algo<br />

con lo cual enlazar alguna expectativa.<br />

De repente abre la boca el silencioso centinela:<br />

—Bengalas ver<strong>de</strong>s sobre el Bosquecillo.<br />

En estos días el color ver<strong>de</strong> significa fuego <strong>de</strong> exterminio; por sí sola una bengala ver<strong>de</strong> no es algo que<br />

<strong>de</strong>ba ponernos nerviosos. Ocurre con bastante frecuencia que la guarnición <strong>de</strong> un tramo <strong>de</strong> trinchera<br />

solicita fuego a nuestra artillería para procurarse un poco <strong>de</strong> alivio. Pero resulta extraño que no sea más<br />

intenso el tiroteo. También nuestra artillería parece creer que se trata <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> esos costosos fallos que<br />

suelen darse cuando el oficial <strong>de</strong> servicio en la trinchera coge un cartucho equivocado. Sólo cuando allá<br />

<strong>de</strong>lante ascien<strong>de</strong> a los aires una segunda estrella doble, a la que siguen otras con breves intervalos, entran<br />

en acción algunos cañones <strong>de</strong> campaña; parecen pequeños gozquecillos y son siempre los primeros que se<br />

ponen a ladrar. Pronto enmu<strong>de</strong>cen, hasta que la aparición <strong>de</strong> nuevas bengalas les arranca una nueva serie<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scargas. Los artilleros suelen afrontar estos inci<strong>de</strong>ntes con más sangre fría, pues el sentimiento <strong>de</strong><br />

seguridad crece con la distancia.<br />

Hemos subido a los aposta<strong>de</strong>ros y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí dirigimos nuestros ojos hacia el Bosquecillo. No<br />

percibimos en él nada inusual; lo único que hay es un tenue penacho <strong>de</strong> polvo que se agita encima <strong>de</strong> las<br />

peladas copas <strong>de</strong> los árboles. Parece que allí caen, <strong>de</strong> manera aislada, proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre; no<br />

son un indicio <strong>de</strong> que el enemigo esté preparando un ataque. Pero tal vez son tan molestos que nuestros<br />

hombres <strong>de</strong> allí <strong>de</strong>lante esperan el alivio <strong>de</strong> que nuestra artillería bombar<strong>de</strong>e las trincheras enemigas.<br />

En el caso <strong>de</strong> que existiera realmente una amenaza <strong>de</strong> ataque, los ingleses bombar<strong>de</strong>arían sin duda la<br />

al<strong>de</strong>a y también a nosotros; pues cuando se quiere acogotar en serio a alguien, se suele comenzar por<br />

bloquearlo, es <strong>de</strong>cir, por separarlo cuidadosamente <strong>de</strong>l mundo exterior y <strong>de</strong> todos los apoyos. «Fuego <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>strucción» es la expresión correcta para <strong>de</strong>cir lo que ahora parece estar sucediendo allí. Por este motivo<br />

po<strong>de</strong>mos observar muy pocas cosas. Los proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre penetran profundamente en la<br />

tierra, y sólo <strong>de</strong> vez en cuando vemos cómo una rama o un ma<strong>de</strong>ro dan vueltas por los aires. En los<br />

primeros tiempos <strong>de</strong> la guerra habríamos creído ver infaliblemente en esos objetos a seres humanos<br />

lanzados a lo alto, pero ahora nuestra fantasía no es ya tan calenturienta.<br />

Lo más <strong>de</strong>sagradable es el sentimiento <strong>de</strong> responsabilidad, que siempre provoca un estado <strong>de</strong> ánimo<br />

lleno <strong>de</strong> dudas e inquietu<strong>de</strong>s. ¿Debo dar la alarma?, ¿enviar hacia a<strong>de</strong>lante una patrulla?, ¿aguardar<br />

sencillamente? Aunque una situación concreta pueda parecer muy simple, resulta siempre <strong>de</strong> una<br />

lacerante complejidad cuando las cosas se ponen serias; siempre tiene uno la sensación <strong>de</strong> haber olvidado<br />

algo muy importante. Se cometen, a<strong>de</strong>más, negligencias increíbles, cuya única explicación está en ese<br />

estado <strong>de</strong> ánimo tan fuera <strong>de</strong> lo corriente. El Bosquecillo ha vuelto a ocupar una vez más el centro <strong>de</strong> la<br />

atención. Es seguro que en la retaguardia se están celebrando ya conversaciones telefónicas que van y<br />

vienen <strong>de</strong> un lado y <strong>de</strong> otro. Poco <strong>de</strong>spués aparece también un avión; durante algunos minutos da vueltas<br />

encima <strong>de</strong>l Bosquecillo como un águila que viera amenazado su nido; luego <strong>de</strong>saparece en línea recta.<br />

Por el Camino <strong>de</strong> Puisieux aparece más tar<strong>de</strong> el primer ser humano que viene <strong>de</strong>l Bosquecillo; es un<br />

enlace y marcha a ver al jefe <strong>de</strong> las tropas combatientes. Se le nota que viene directamente <strong>de</strong>l fuego; su<br />

guerrera está <strong>de</strong>sgarrada y en su ennegrecido rostro ha trazado el sudor unas rayas blancas. Nos pi<strong>de</strong> agua<br />

y Schüd<strong>de</strong>kopf le tien<strong>de</strong> una cantimplora; sin respirar se la bebe entera. No conseguimos sacarle<br />

<strong>de</strong>masiadas cosas, sólo que el Bosquecillo está siendo bombar<strong>de</strong>ado con granadas <strong>de</strong> grueso calibre,<br />

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