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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

proporciones <strong>de</strong>smesuradas; el soldado <strong>de</strong>l frente no suele hablar especialmente bien <strong>de</strong> ella.<br />

Tampoco hoy he podido por menos que mover <strong>de</strong>saprobadoramente la cabeza al ponerme a estudiar a<br />

fondo, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> este mísero habitáculo en que vivo, en cuyo techo comenzaban ya a acumularse las gotas<br />

<strong>de</strong> agua, los mencionados papeles, que no ofrecían muchas noveda<strong>de</strong>s. Cuando uno lee estas instrucciones<br />

que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n hasta los últimos <strong>de</strong>talles y se extien<strong>de</strong>n a la construcción <strong>de</strong> las letrinas, a la recogida <strong>de</strong><br />

las vainas <strong>de</strong> los cartuchos y los tapones <strong>de</strong> corcho, a las fechas en que hay que arreglar la cola a los<br />

caballos, cuando uno lee estas diez mil reglas y prescripciones, no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> sentirse asombrado <strong>de</strong><br />

la enorme cantidad <strong>de</strong> energía que aquí se <strong>de</strong>spilfarra. Las innumerables <strong>de</strong>mandas que nos llegan <strong>de</strong> los<br />

electricistas, <strong>de</strong> los mecanógrafos, <strong>de</strong> los encargados <strong>de</strong> las palomas mensajeras, <strong>de</strong> los artistas <strong>de</strong><br />

varieda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> los operadores <strong>de</strong> cine, <strong>de</strong> los sepultureros, <strong>de</strong> los responsables <strong>de</strong> las instalaciones <strong>de</strong><br />

baño, <strong>de</strong> los mozos <strong>de</strong> las cantinas, <strong>de</strong> los cartógrafos, <strong>de</strong> los bibliotecarios <strong>de</strong> campaña y sabe el cielo <strong>de</strong><br />

cuánta gente más, todas esas <strong>de</strong>mandas nos permiten adivinar la gran cantidad <strong>de</strong> peso muerto que gravita<br />

sobre esta forma <strong>de</strong> hacer la guerra. El número <strong>de</strong> los soldados combatientes disminuye día a día,<br />

mientras aumenta cada vez más el número <strong>de</strong> esa gente — parece ser algo inevitable.<br />

Quién sabe cómo acabará todo esto. Nos internamos cada vez más en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la guerra;<br />

se ha llegado a un estado <strong>de</strong> equilibrio en el que está excluida una <strong>de</strong>cisión rápida e inequívoca. A veces<br />

pienso que con nuestra partida para el frente comenzó una guerra <strong>de</strong> cien años; la imagen <strong>de</strong> la paz parece<br />

lejana e irreal, como un sueño o un país situado en el Más Allá.<br />

Primera línea<br />

El tiempo ha mejorado. Sigue habiendo mucha agua <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las trincheras, pero la lluvia las ha<br />

liberado <strong>de</strong>l calor bochornoso que en ellas se acumulaba. El enemigo ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> bombar<strong>de</strong>ar con<br />

granadas <strong>de</strong> fusil al pelotón que ocupa nuestro flanco <strong>de</strong>recho. Parece qué los ingleses han retirado su<br />

centinela avanzado.<br />

Una vez más hoy hemos experimentado que es preciso observar con todo cuidado cualquier cambio<br />

que se produzca en la posición. Un enlace que regresaba hacia la retaguardia ha recibido un balazo en la<br />

parte posterior <strong>de</strong> la cabeza; el percance ha ocurrido en la trinchera que une mi abrigo con la primera línea<br />

y en la que hasta ahora no habíamos sufrido ninguna <strong>de</strong>sgracia. La única explicación <strong>de</strong> este hecho es la<br />

siguiente: la lluvia ha arrastrado el rebor<strong>de</strong> <strong>de</strong> esa trinchera y esto le ha permitido al enemigo divisar su<br />

interior; esa trinchera sigue ligeramente la pendiente inclinada que conduce al valle. Nos habituamos al<br />

peligro igual que se habitúan a él los obreros que trabajan en las fábricas <strong>de</strong> pólvora y olvidamos con<br />

mucha facilidad las precauciones que es preciso tomar. Para tratar <strong>de</strong> impedir esas vistas al enemigo y<br />

camuflar el movimiento <strong>de</strong>l personal hemos colocado encima <strong>de</strong> las trincheras numerosas estacas <strong>de</strong> las<br />

que cuelgan alambradas entretejidas <strong>de</strong> hierbas.<br />

Durante la última noche ha sido alcanzado por un disparo en el Camino <strong>de</strong> Puisieux un caballo que<br />

arrastraba un carro cargado <strong>de</strong> minas. El carro <strong>de</strong>bía llegar hasta la Trinchera <strong>de</strong>l Seto, don<strong>de</strong> está<br />

escondido un lanzaminas <strong>de</strong> grueso calibre <strong>de</strong>stinado a proteger el Bosquecillo.<br />

Antes, cuando un disparo mataba un caballo, éste quedaba allí tirado, se hinchaba y apestaba la zona,<br />

hasta que se lo recubría con clorato <strong>de</strong> cal. Hoy, por el contrario, es como si viviéramos en un país<br />

habitado por buitres. Primero <strong>de</strong>saparecen gran<strong>de</strong>s trozos <strong>de</strong> los lomos y <strong>de</strong> los cuartos traseros, y en el<br />

transcurso <strong>de</strong> un solo día queda separada <strong>de</strong> los huesos la casi totalidad <strong>de</strong> la carne. Esta va a parar a las<br />

cazuelas; proporciona un caldo muy consistente. También hoy ha ocurrido lo mismo. Otto, que es un<br />

auténtico lansquenete, se enteró enseguida, como es natural, <strong>de</strong>l feliz suceso y se trajo la lengua <strong>de</strong>l<br />

caballo; nos la hemos comido chupándonos los <strong>de</strong>dos.<br />

Vivimos como en una fortaleza sitiada en la que hay que echar mano <strong>de</strong> los últimos recursos.<br />

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