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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

Elbing para instalar un cerrojo en la izquierda <strong>de</strong> la posición. En ese lugar los ingleses tendrán algo<br />

importante que <strong>de</strong>cir, indudablemente.<br />

Ya ha sido entregada la munición y con ello está cumplida la primera parte <strong>de</strong> la misión que se nos ha<br />

encomendado. El sargento y yo nos ponemos <strong>de</strong> acuerdo en permanecer en contacto toda la noche; si las<br />

cosas empeoran mucho nos reagruparemos en este cruce. Una bengala sube por los aires. Sale <strong>de</strong> la<br />

barricada enemiga, pero produce la impresión <strong>de</strong> haber sido disparada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> en medio <strong>de</strong> nosotros<br />

mismos. Cae chisporroteando encima <strong>de</strong>l empinado parapeto y colorea con una luz cruda la humareda<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la que se extingue con un siseo; su rojizo resplandor se refleja en los cascos <strong>de</strong> <strong>acero</strong> <strong>de</strong> los<br />

hombres, que están con una rodilla en tierra unos al lado <strong>de</strong> otros. Este nocturno y unitario brillo súbito <strong>de</strong><br />

los cascos ejerce siempre una acción tranquilizadora, produce la impresión <strong>de</strong> una guardia férrea,<br />

silenciosa. Los ojos creen ver por un instante las cúpulas <strong>de</strong> <strong>acero</strong> que soportan la carga <strong>de</strong>l combate.<br />

Ahora llega el momento <strong>de</strong> ejercer nuestro oficio. Es preciso distribuir la tropa <strong>de</strong> tal manera que entre<br />

un hombre y el siguiente que<strong>de</strong> un amplio espacio; <strong>de</strong> esta manera, si se llega al combate cuerpo a cuerpo,<br />

habrá un tramo <strong>de</strong>spejado en don<strong>de</strong> podrá cada uno moverse libremente y no se producirá enseguida un<br />

<strong>de</strong>sconcierto a causa <strong>de</strong> la aglomeración <strong>de</strong>l primer atasco; dadas la oscuridad y la estrechez <strong>de</strong> las<br />

trincheras, eso tendría, si ocurriera, consecuencias funestas. Para que ocupen los primeros puestos y<br />

actúen como grana<strong>de</strong>ros es preciso seleccionar a hombres ágiles y dotados <strong>de</strong> un coraje innato; también<br />

en la cola hay que colocar a un suboficial <strong>de</strong>cidido, que cui<strong>de</strong> <strong>de</strong> que nadie se retrase, <strong>de</strong> que el<br />

movimiento no se <strong>de</strong>tenga y <strong>de</strong> que a través <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na formada por los hombres sean enviadas hacia<br />

a<strong>de</strong>lante, con una ca<strong>de</strong>ncia regular, las granadas <strong>de</strong> mano. Hay que situar en el sitio apropiado a los<br />

hombres armados con fusiles dotados <strong>de</strong> bocachas para disparar granadas, <strong>de</strong> modo que puedan lanzarlas<br />

contra el adversario por encima <strong>de</strong> las cabezas <strong>de</strong> quienes los prece<strong>de</strong>n; también es preciso colocar en su<br />

lugar a los tiradores <strong>de</strong> ametralladoras y <strong>de</strong> pistolas ametralladoras; en la oscuridad, sólo pue<strong>de</strong>n disparar<br />

hacia lo alto. Hay que pensar asimismo en los enlaces, en los hombres responsables <strong>de</strong> las cargas<br />

explosivas, en los que llevan las cizayas, en los que llevan las pistolas <strong>de</strong> señales, en los que llevan las<br />

cajas <strong>de</strong> munición, en los que llevan los morrales llenos <strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> mano y, en fin, en los que llevan<br />

los zapapicos. Acá y allá los hombres se intercambian cosas, mudan <strong>de</strong> lugar — uno ha <strong>de</strong> hacerse el<br />

distraído y <strong>de</strong>jar que permanezcan juntos quienes <strong>de</strong>seen hacerlo, aunque ello perturbe el or<strong>de</strong>n; es más<br />

importante que hagan una buena pareja las personas que van juntas que no las armas que portan.<br />

Cuento los hombres que están a la entrada <strong>de</strong> la trinchera y me salen poco más <strong>de</strong> cincuenta; pero han<br />

sido cribados por docenas <strong>de</strong> batallas y en varios años <strong>de</strong> práctica se han familiarizado con todas las<br />

modalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> combate. No poseen ya la ciega furia <strong>de</strong> los primeros tiempos; el lugar <strong>de</strong> esa furia han<br />

venido a ocuparlo una experiencia y una sangre fría que los hacen no menos terribles. Este período tardío,<br />

y acaso último, <strong>de</strong> la guerra se ha encarnado en la figura <strong>de</strong> un combatiente purificado por el fuego; esa<br />

figura será sin duda la que quedará fundida con la imagen <strong>de</strong> la Gran Guerra. Con una unidad <strong>de</strong> choque<br />

compuesta <strong>de</strong> tales hombres y armada con las armas con que ellos lo están se pue<strong>de</strong> plantar cara a<br />

cualquier adversario. Es ésta una sensación tranquilizadora.<br />

¡A<strong>de</strong>lante, pues! Nos acoge el tenebroso portal <strong>de</strong>l Camino <strong>de</strong> Elbing y nos hundimos en las sombras<br />

<strong>de</strong> la trinchera; está tan oscura que casi no po<strong>de</strong>mos ver la propia mano, aunque nos la pongamos <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> los ojos. Nos presta apoyo el sargento al que hube <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar atrás en su barricada; con intervalos breves<br />

va disparando casi a ras <strong>de</strong> la trinchera bengalas blancas en la dirección que llevamos; su resplandor<br />

ilumina el camino. El avance es lento. Todos ponen mucho cuidado en no rozar con su cuerpo los talu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la trinchera y en evitar los chirridos <strong>de</strong>l hierro. También nos auxilia la guarnición <strong>de</strong> la barricada; con<br />

un continuo fuego <strong>de</strong> ametralladora intenta tapar los ruidos que nosotros podamos producir. El enemigo<br />

no tarda en replicar; atraídas por los disparos <strong>de</strong> nuestra ametralladora, pronto se oyen las sordas<br />

explosiones <strong>de</strong> las granadas <strong>de</strong> mano. A los pocos pasos hay un muerto que obstruye el camino. Si es el<br />

enlace que antes envió el sargento, pronto lo alcanzó su sino. Un <strong>de</strong>lgado tejido <strong>de</strong> alambre está colocado<br />

en la trinchera inmediatamente <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l lugar en que yace el muerto; ahora es preciso redoblar la<br />

cautela. Otto, que va el segundo en la fila como grana<strong>de</strong>ro, corta cuidadosamente con su cizaya el tejido y<br />

dobla hacia atrás las puntas <strong>de</strong> los alambres.<br />

¡A<strong>de</strong>lante! Otro cadáver; luego, un pequeño montón <strong>de</strong> tierra, que bloquea la trinchera.<br />

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