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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

gran carpeta que contiene múltiples circulares, cartas y ór<strong>de</strong>nes que regulan tanto el servicio interno como<br />

el contacto con los puestos <strong>de</strong> mando. Des<strong>de</strong> la oficina <strong>de</strong> la compañía me han enviado esa carpeta por la<br />

mañana, con el carro <strong>de</strong> la cocina; a ese mismo lugar regresará a última hora <strong>de</strong>l día.<br />

Más tar<strong>de</strong>, con toda comodidad, escribo mis apuntes personales, o leo, o bien mato el tiempo —hasta<br />

que llega el momento <strong>de</strong> la ronda vespertina— con ocupaciones <strong>de</strong> toda índole, a menudo muy pueriles,<br />

como por ejemplo, la caza <strong>de</strong> ratones. He colocado juntas numerosas botellas vacías, como si fueran<br />

bolos, y contra ellas lanzo pesadas granadas <strong>de</strong> mano inglesas <strong>de</strong> la marca Mill; cuando doy en el blanco,<br />

el ruido se asemeja al que produciría un almacén <strong>de</strong> objetos <strong>de</strong> vidrio al <strong>de</strong>rrumbarse. También me<br />

organizo pequeños fuegos artificiales; para ello empleo pólvora, <strong>de</strong>tonadores <strong>de</strong> bengalas luminosas y<br />

papel. Cuando la <strong>de</strong>tonación es <strong>de</strong>masiado violenta, Schüd<strong>de</strong>kopf, el hombre siempre taciturno, saca <strong>de</strong><br />

su búnker, en el que suele pasar durmiendo las tar<strong>de</strong>s, su plana cabeza y hace gestos <strong>de</strong> <strong>de</strong>saprobación;<br />

parece un topo asustado.<br />

A la hora en que el sol se pone, en el momento en que sobre la parte <strong>de</strong> atrás se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nan<br />

violentos ataques artilleros por sorpresa y el último avión traza sus círculos por encima <strong>de</strong> nuestra<br />

posición en medio <strong>de</strong> las nubecillas <strong>de</strong> los proyectiles, realizo una breve ronda por la trinchera, en don<strong>de</strong><br />

ya la vida comienza a <strong>de</strong>spertar. Se oye el tintineo <strong>de</strong> las c<strong>acero</strong>las y pronto salen para sus puestos los<br />

primeros centinelas nocturnos. En esos momentos hablamos en voz baja, con precaución, no porque<br />

preveamos sorpresas <strong>de</strong>sagradables especiales, sino porque una larga experiencia nos ha enseñado a estar<br />

espontáneamente más <strong>de</strong>spiertos a esa hora. Todo se halla en or<strong>de</strong>n; regreso a mi abrigo para redactar el<br />

parte vespertino.<br />

Las horas fijadas aquí para enviar los partes resultan cómodas. En muchas posiciones, antes, teníamos<br />

que redactar cuatro informes diarios, dos <strong>de</strong> ellos en plena noche. Cuando pienso en esto recuerdo<br />

siempre a un viejo guerrero al que tales cosas molestaban especialmente. Hace años que ese hombre se<br />

encuentra prisionero <strong>de</strong> los ingleses. Una noche se sentó a la mesa y escribió lo siguiente: «Por lo que se<br />

refiere al enemigo, ninguna novedad todavía. Sólo una ametralladora ha estado balando débilmente. En el<br />

abrigo <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la compañía, ligero tintineo <strong>de</strong> vasos».<br />

Cuando se ha hecho tan oscuro que apenas se divisan los talu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la trinchera aparece Schüd<strong>de</strong>kopf<br />

con la c<strong>acero</strong>la <strong>de</strong>l rancho. A menudo ha estado expuesto al fuego enemigo durante el camino <strong>de</strong> vuelta,<br />

pero jamás ha <strong>de</strong>rramado una sola gota; es dificilísimo hacerle per<strong>de</strong>r la calma.<br />

Después <strong>de</strong> la cena subo al techo <strong>de</strong> mi abrigo; junto a éste se encuentra ya un centinela <strong>de</strong> alarma.<br />

Des<strong>de</strong> allá arriba echo una mirada al oscuro terreno. La danza <strong>de</strong> las bengalas luminosas está en pleno<br />

apogeo; una ametralladora <strong>de</strong>ja oír <strong>de</strong> vez en cuando su tableteo y sobre la hierba pasa entonces, con un<br />

chirrido agudo y cortante, un cordón <strong>de</strong> balas. Los alre<strong>de</strong>dores están ahora llenos <strong>de</strong> seres humanos al<br />

acecho; la noche se extien<strong>de</strong> amenazadora sobre el paisaje. Fiel a una vieja costumbre, busco con la<br />

mirada a mi multicolor amiga, la estrella Orión — allí está, esperemos que en el invierno nos sea posible<br />

vernos <strong>de</strong> nuevo. Bajo al abrigo, me tiendo encima <strong>de</strong>l banco, me meto entre la hierba y me cubro con la<br />

manta la cabeza, para protegerme <strong>de</strong> los bichos y <strong>de</strong>l barro que cae a trozos.<br />

Me duermo, y tengo un sueño agitado; sólo en este ambiente son imaginables los sueños que aquí<br />

tengo, poblados <strong>de</strong> seres fantasmales. A veces me <strong>de</strong>spierto asustado; oigo las cantarinas trayectorias <strong>de</strong><br />

los proyectiles allá arriba en los aires, y abajo, en la tierra, unas sacudidas sordas, pesadas. Tal vez en este<br />

instante, por la zona que queda a nuestras espaldas, se hayan lanzado al galope los espantadizos caballos<br />

<strong>de</strong> una columna <strong>de</strong> munición, o haya seres humanos revolcándose por el polvo. Enciendo un cigarrillo y a<br />

la luz temblorosa <strong>de</strong> una cerilla contemplo este triste agujero, esta pequeña, mísera y <strong>de</strong>solada<br />

madriguera, cuyas pare<strong>de</strong>s podría tocar con mis brazos si los extendiese. Pero lo que ahora es terrible y<br />

amenazador es, ahí fuera, el campo <strong>de</strong> batalla, sobre el cual va empujando la Guerra sus fatigados<br />

ejércitos — y aunque este minúsculo y oscuro agujero carece <strong>de</strong> toda protección y se halla expuesto a<br />

todos los peligros en medio <strong>de</strong> la llanura, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> él experimento, sin embargo, una sensación <strong>de</strong><br />

cobijo, pues es el único lugar en que me encuentro a gusto y como en mi propia casa. Y ahora, <strong>de</strong><br />

súbito, lamento haber matado hace poco <strong>de</strong> un disparo al ratoncillo; me gustaría oír sus pequeños<br />

ruidos, sus rápidos <strong>de</strong>splazamientos.<br />

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