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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

y mis manos se <strong>de</strong>sliza en silencio un ratón, pero no perturba mi sueño. También me <strong>de</strong>jan tranquilo los<br />

otros bichos pequeños; hace pocos días hemos <strong>de</strong>sinfectado a fondo el abrigo.<br />

Dos veces más todavía me sacan <strong>de</strong>l sueño para que me <strong>de</strong>dique a ejecutar la misión que tengo<br />

encomendada. Durante la última guardia, una franja <strong>de</strong> claridad que aparece en el cielo a nuestras<br />

espaldas, hacia el este, anuncia un nuevo día. Van adquiriendo mayor niti<strong>de</strong>z los perfiles <strong>de</strong> la trinchera; a<br />

la luz gris <strong>de</strong> la amanecida, ésta produce una impresión <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cible abandono. Una alondra se eleva; sus<br />

trinos me resultan molestos. Apoyado en un través, observo, con una sensación <strong>de</strong> gran luci<strong>de</strong>z, el terreno<br />

muerto que se extien<strong>de</strong> ante nosotros y que está cercado <strong>de</strong> alambradas. ¡Los últimos veinte minutos no<br />

acaban nunca! Al fin se oye en el ramal <strong>de</strong> aproximación el tintineo <strong>de</strong> las perolas <strong>de</strong> quienes han ido a<br />

buscar el café y ahora retornan: son las siete. La guardia nocturna ha llegado a su final.<br />

Me meto en el abrigo, bebo café y me lavo en una lata <strong>de</strong> arenques. Esto me <strong>de</strong>spabila; se me han ido<br />

las ganas <strong>de</strong> echarme a dormir. Por otro lado, a las nueve he <strong>de</strong> organizar los trabajos y distribuirlos entre<br />

los hombres <strong>de</strong> mi pelotón. Somos en verdad una gente que pue<strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> todo, la trinchera nos plantea<br />

a diario sus mil exigencias. Excavamos profundas galerías, construimos abrigos y fortines <strong>de</strong> hormigón,<br />

preparamos obstáculos con alambre <strong>de</strong> espinos, instalamos <strong>de</strong>sagües, revestimos los talu<strong>de</strong>s con tablas,<br />

apuntalamos, nivelamos, alzamos y rebajamos el terreno, cegamos letrinas; en suma, con nuestros propios<br />

hombres ejercemos todos los oficios. ¿Y por qué no, si se nos han enviado aquí representantes <strong>de</strong> todos<br />

los estamentos y <strong>de</strong> todas las profesiones? Lo que uno no sabe hacer, lo sabe hacer el otro. Hace poco<br />

estaba yo cavando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la galería <strong>de</strong> nuestro pelotón cuando un minero me quitó el pico <strong>de</strong> las manos<br />

y me dijo:<br />

—Cavar siempre abajo, mi sargento, ¡la tierra <strong>de</strong> arriba cae por sí sola!<br />

Es curioso que hasta ese momento no supiera uno una cosa tan sencilla como ésa. Pero aquí, instalados<br />

en pleno campo, forzados a protegernos <strong>de</strong> repente <strong>de</strong> los disparos, a guarecernos <strong>de</strong>l viento y <strong>de</strong> la<br />

intemperie, a fabricarnos la mesa y la cama, a construirnos hornillos y escaleras, aquí se apren<strong>de</strong> muy<br />

pronto a hacer uso <strong>de</strong> las manos. Uno <strong>de</strong>scubre el valor <strong>de</strong>l trabajo manual.<br />

A la una traen el rancho <strong>de</strong>l mediodía; lo acarrean en gran<strong>de</strong>s recipientes que en otro tiempo fueron<br />

vasijas <strong>de</strong> leche o latas <strong>de</strong> mermelada; la cocina está instalada en un sótano <strong>de</strong> Monchy. El rancho es <strong>de</strong><br />

una monotonía militar, pero continúa siendo abundante; eso, claro está, en el supuesto <strong>de</strong> que quienes lo<br />

traen no hayan recibido «vapor» durante el camino y hayan <strong>de</strong>rramado la mitad. Después <strong>de</strong> comer, los<br />

hombres duermen un rato o leen. Poco a poco se van acercando las dos horas que están previstas para<br />

hacer guardia en la trinchera; pasan mucho más <strong>de</strong>prisa que las <strong>de</strong> la noche. Uno observa con prismáticos<br />

o con anteojos goniométricos la posición enemiga, que le es bien conocida; con bastante frecuencia se le<br />

presenta asimismo la ocasión <strong>de</strong> disparar a la cabeza <strong>de</strong>l enemigo con un fusil provisto <strong>de</strong> mira<br />

telescópica. Pero, cuidado, también los ingleses tienen buena vista y buenos prismáticos.<br />

De repente se <strong>de</strong>sploma un centinela; está cubierto <strong>de</strong> sangre. Un tiro en la cabeza. Los camaradas le<br />

arrancan <strong>de</strong> la guerrera los paquetes sanitarios y lo vendan.<br />

—No vale la pena, Wilhelm.<br />

—Pero, hombre, si todavía respira.<br />

Luego llegan los camilleros para llevárselo al puesto <strong>de</strong> socorro. La angarilla va chocando con dureza<br />

contra los esquinados traveses. Alguien echa una palada <strong>de</strong> tierra sobre el rojo charco y cada cual sigue<br />

realizando la tarea en que estaba ocupado. Sólo un novato, cuyo rostro se ha puesto pálido, sigue apoyado<br />

en los ma<strong>de</strong>ros que recubren la trinchera. Se esfuerza en compren<strong>de</strong>r lo que ha ocurrido. Ha sido todo tan<br />

repentino, tan horriblemente sorpren<strong>de</strong>nte, un ataque por sorpresa <strong>de</strong> una brutalidad in<strong>de</strong>cible. Esto no<br />

pue<strong>de</strong> ser posible, no pue<strong>de</strong> ser real. Pobre muchacho, hay otras cosas completamente distintas que te<br />

están acechando allá en el otro lado.<br />

También ocurren a mentido cosas bastante divertidas. Muchos centinelas se <strong>de</strong>dican a su tarea con un<br />

celo propio <strong>de</strong> cazadores. Observan los impactos <strong>de</strong> nuestra artillería en la trinchera enemiga con el goce<br />

peculiar <strong>de</strong> los expertos.<br />

—Chico, ése ha dado.<br />

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