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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

modo <strong>de</strong> estar tendido el cuerpo, que nunca vemos en los que duermen. A menudo tengo la impresión <strong>de</strong><br />

que en el muerto se conserva por breve tiempo la huella <strong>de</strong> un esfuerzo que lo reviste <strong>de</strong> una gran<br />

dignidad y establece una distancia inmensa entre él y nosotros.<br />

He contemplado ya muchos cadáveres, pero no he podido acostumbrarme a su visión; también hoy por<br />

la mañana, al inclinarme sobre el muerto, me sorprendí a mí mismo adoptando una conducta extraña, que<br />

ya he observado varias veces en mí. Mis ojos se acomodaron para mirar a lo lejos, como si, mientras<br />

miraban aquel objeto cercano, no pudieran verlo con claridad. También los pensamientos están como<br />

paralizados en ese momento. Es como si por un instante se hiciera visible la entrada <strong>de</strong> una cueva y luego<br />

volviera enseguida a cerrarse. Tal vez los muertos posean una fuerza secreta, irrefutable.<br />

Todo esto resulta enigmático y sin duda es bueno olvidarlo pronto. También he observado que en<br />

presencia <strong>de</strong> los muertos se revela la diversidad <strong>de</strong> las razas. Había allí un hombre perteneciente al<br />

pelotón <strong>de</strong>l caído, un hombre llegado <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> nuestras provincias orientales, y que sin duda era un<br />

pietista o un seguidor <strong>de</strong> alguna secta, pues comenzó a tocar el cadáver y a hablarle y consolarlo con una<br />

voz especial. A mí aquello me resultaba extremadamente <strong>de</strong>sagradable y antinatural. También los <strong>de</strong>más<br />

pensaban, al parecer, lo mismo que yo. En todo caso, oí inmediatamente estas secas palabras, que aprobé<br />

en secreto: «Cierra el pico». Ellas interrumpieron aquel irreverente balbuceo.<br />

Achiet<br />

Rumores extraños recorren el frente. Uno ve cómo la gente forma cortos y junta las cabezas para<br />

transmitírselos y también participa personalmente en esa forma <strong>de</strong> intercambio <strong>de</strong> noticias cuando<br />

encuentra a un viejo conocido. Se trata <strong>de</strong> la gran ofensiva contra Reims, en la que tantas esperanzas<br />

habíamos puesto y que <strong>de</strong> repente parece haber quedado sepultada sin brillo ninguno, como tantas otras<br />

esperanzas <strong>de</strong> esta guerra. Varias veces hemos vivido ya la misma situación; esto mismo ocurrió sobre<br />

todo con el ataque a Verdun: se empezó a hablar cada vez menos <strong>de</strong> él y poco a poco se fue<br />

transformando en un movimiento <strong>de</strong>fensivo, hasta que quedó engullido por el trueno <strong>de</strong> la Batalla <strong>de</strong>l<br />

Somme. Entonces ocurrió lo mismo que está ocurriendo ahora, los comunicados <strong>de</strong>l ejército adoptaron el<br />

mismo cauto lenguaje. Y, sin embargo, los acontecimientos tenían entonces un cariz diferente. Habíamos<br />

intentado atrapar al enemigo, habíamos elegido para ello nuestro punto más fuerte; y aunque el golpe<br />

fallase, qué importaba, pronto <strong>de</strong>mostraríamos <strong>de</strong> un modo enteramente distinto nuestra capacidad. Hoy<br />

no ocurre eso. Las circunstancias son las mismas, pero ya no las vemos <strong>de</strong> igual forma.<br />

Hace poco me hallaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> mi blocao y tuve una sensación muy peculiar cuando<br />

Bert concluyó con estas palabras una larga conversación que habíamos tenido:<br />

—Las cosas marchan mal, pue<strong>de</strong>s creérmelo. Ahora les llega el turno a los norteamericanos, que<br />

avanzarán como avanzamos nosotros en 1914.<br />

Puedo afirmar que fue en ese instante cuando por vez primera me asedió este pensamiento: «¿Y si<br />

perdiéramos la guerra?».<br />

Es un pensamiento completamente inverosímil; hasta que se llegue a la conclusión <strong>de</strong> la paz tendría<br />

que estar castigada con la pena <strong>de</strong> muerte la mera enunciación <strong>de</strong> esa i<strong>de</strong>a. Y, sin embargo, se ha<br />

<strong>de</strong>spertado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí; la resistencia que le he opuesto ha sido sorpren<strong>de</strong>ntemente escasa. Creo que<br />

durante estos días les ha ocurrido a otros muchos lo mismo que a mí.<br />

Tampoco aquí don<strong>de</strong> estamos nosotros parecen marchar las cosas <strong>de</strong> la mejor manera. Ayer por la<br />

tar<strong>de</strong>, cuando ya teníamos listo el equipaje para partir hacia la posición, llegó la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que<br />

provisionalmente nos quedásemos don<strong>de</strong> estábamos. Corre el rumor <strong>de</strong> que es inminente una ofensiva; tal<br />

vez se quiera evitar <strong>de</strong> esa forma el relevo y mantener en estado <strong>de</strong> alerta unas tropas bien <strong>de</strong>scansadas.<br />

Hasta ahora hemos tenido siempre que pagar caras las jornadas <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso como éstas. Aprovecho el<br />

tiempo para poner en or<strong>de</strong>n mi correspon<strong>de</strong>ncia.<br />

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