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Enrique Asín Cormán<br />
maneras francesas... que los palafreneros vistan a la antigua española... que se<br />
haga con la mayor ostentación y fausto el solemne acto de la proclamación de<br />
nuestro augusto Monarca, el señor Don Fernando VII; que...<br />
La alegría y el jubileo se convierten en febril actividad preparatoria y se habla del<br />
día 24 de agosto a las cuatro de la tarde como fecha y hora previstas para el real<br />
evento. Han llegado a la Corte los vencedores de Bailén con el general Castaños a<br />
la cabeza, que casi es llevado en hombros por las calles de Madrid; y el general<br />
Palafox, que hace un triunfal paseo camino de Palacio donde hasta jotas le cantan;<br />
de Castilla ha venido el general Cuesta, y Cervellón de Valencia; todos ellos serán<br />
objeto del homenaje popular más encendido, vitoreados como a los toreros tras una<br />
tarde triunfal, que éste es el más glorioso reconocimiento del pueblo español.<br />
Ese mismo día 24 la Junta Suprema reafirma el reconocimiento como único rey a<br />
Fernando VII, el bienamado; el Consejo de Castilla declara nulas y sin efecto las<br />
anteriores renuncias de Carlos IV y de los infantes, la supuesta Constitución de<br />
Bayona y las cesiones de los derechos dinásticos a Napoleón y al rey José.<br />
Asimismo, se declaran caducados todos los actos de gobierno posteriores al 1 de<br />
mayo de 1808, tachándolos automáticamente de los registros y echando a la hoguera,<br />
en plaza pública, todos los documentos relativos a las decisiones y decretos del<br />
rey intruso, en una ceremonia tan solemne como populachera, típicamente española.<br />
¡Pues no quedaba guerra todavía...!<br />
Se elabora un programa denso y abigarrado, también muy a la española, con<br />
“marcha de 15 clases cada una con un lema, Grandes de España, títulos y caballeros<br />
del acompañamiento del Alférez Mayor, en calidad de turba, ordenados de tres<br />
o cuatro al frente... cuatro reyes de armas...” Se organiza la cabalgata con un recorrido<br />
principal y un protocolo cuasi medieval, se dispone arrojar moneda por los<br />
balcones de la Casa Consistorial y se redacta el lema oficial del acto: “Viva<br />
Fernando VII, Rey de España y de las Indias, muchos y muy felices años, para mantenimiento<br />
y defensa de nuestra Religión, Patria y Monarquía”, que todo el mundo<br />
deberá corear, repetir y jalear.<br />
A propósito de las Indias, éstas, las pobres, también estaban dejadas de la mano de<br />
la Corona, prácticamente abandonadas a su suerte, para “suerte” de los virreyes. Y<br />
ocurrió que, sabido esto y porque siempre hay quien ve crecer la hierba, hete aquí<br />
que aparece y entra en escena el señor duque de Orleáns, futuro Luis Felipe; el joven<br />
príncipe, que se encuentra en “paro” por culpa de la Revolución de su país, aprovechando<br />
la confusión política de España concibe la idea de hacerse un reino particular<br />
con las posesiones españolas de América, tan abandonadas ellas. Se acuerda de