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Enrique Asín Cormán<br />
“el Pocho”. El 4º toro fue rejoneado por Juan Antonio García, en compañía de un<br />
mono que citaba y encelaba al toro para, al venirse éste, subirse al caballo y así el<br />
caballero pudiera clavar sus rejoncillos. Y como fin de fiesta, el espectacular y asombroso<br />
número de correr un jabalí salvaje acosado por los alanos perros de presa para,<br />
una vez hecha ésta, ser muerto el puerco a estoque por el extravagante Cristóbal<br />
Díaz. ¡Todo un poema de corrida de Navidad!. La afluencia de público fue ínfima,<br />
como era de esperar en tan señalado día y en las circunstancias reinantes, y el resultado<br />
económico fue ruinoso produciéndose un déficit de 6.143,14 reales. Como consecuencia<br />
de esto último y tratándose del marrullero “Sentimientos”, hubo reclamaciones<br />
de los propios toreros actuantes que exigían la totalidad de los estipendios<br />
tratados y que llegaron a acudir al arbitrio del Corregidor de la Villa. <strong>Los</strong> picadores<br />
Juan Gallego y Antonio Rueda le reclamaban 25 doblones cada uno a lo que se avino<br />
el matador ante la mediación del señor Corregidor. También acudió a reclamar, esta<br />
vez ante el juez, el rejoneador del mono, Cayetano García, los 640 reales que, según<br />
él, en presencia de ilustres testigos, le apalabró por su actuación “Sentimientos”. Por<br />
buenas componendas y porque el feísimo y marrullero Núñez debió saber confundir<br />
al juez, se arregló la deuda en 2<strong>00</strong> reales que el matador no pagó alegando pérdidas<br />
en la tan estrambótica corrida.<br />
Iba a asistir a este festejo Bonaparte mas hubo cortésmente de excusarse ante su<br />
castizo y torero amigo, al que admiraba muy sinceramente, aduciendo asuntos de<br />
Estado. Razón tenía José I. La víspera, día de Nochebuena, en una entrevista larga<br />
y profunda con el embajador de Francia general Ornano entregó a éste una especie<br />
de ultimátum exponiendo una vez más sus quejas al Emperador:<br />
Estoy reducido a la más terrible miseria; no veo en derredor mío sino desgraciados;<br />
mis principales funcionarios están reducidos a no tener fuego en su<br />
casa. Todo lo he dado, todo lo he empeñado; yo mismo estoy fuera de la miseria.<br />
Permítame V. M. volver a Francia, o haga V. M. I. pagarme exactamente<br />
el millón mensual que me ha prometido a contar desde 1º de julio...<br />
Así se expresaba José I en sus lamentos y peticiones, nunca escuchados ni atendidos<br />
éstos por el Sire, sin olvidar la reticente y reiterada renuncia de la corona y su<br />
deseo de vivir tranquilamente en Mortefontaine. ¡Estaba aquel día como para ir a<br />
los toros...!.<br />
Dos festejos de novillos se habían dado en cumplimiento de la contrata de la<br />
plaza, los días 24 de noviembre y 1 de diciembre de 1811. En la primera hubo dos<br />
toros sin embolar para los banderilleros y dos toros de muerte, de Bañuelos, picados<br />
por Juan Gallego y Antonio Herrera, y estoqueados por Cándido. En plaza par-