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46<br />

Enrique Asín Cormán<br />

General D. Carlos Mori 2º Comandante del Reino, donde se hallaba el general,<br />

y habiéndolo presentado a Su Excelencia y tocado varias sonatas, prosiguieron<br />

en el mismo tono por todo el Coso hasta la Universidad, colocando el<br />

retrato en el mismo sitio que estuvo el de Godoy concluyéndose esta plausible<br />

función con varios alegros hasta que se hizo la noche en la que se tiraron<br />

varios voladores y todo fue regocijo así en los estudiantes como en los demás<br />

vecinos de la Ciudad, sin haber ocurrido desgracia ni alboroto alguno, concediendo<br />

el Claustro vacaciones hasta el lunes 28.<br />

El nuevo rey, Fernando VII, proclamado por aclamación popular, hizo su entrada<br />

triunfal en la corte el día 24. El pueblo de Madrid, espectro humano de todas las<br />

Españas, tan aficionado y acostumbrado a estos fastos y a los espectáculos regios -<br />

“Tres cosas hacen salir de casa a los cabales: procesiones, toros y personas reales”,<br />

dice un viejo refrán español-, se agolpaba en las calles para vitorear a su “deseado”<br />

y joven monarca, cuando todavía su rostro no había desfruncido el ceño del odio al<br />

“Príncipe de la Injusticia”, “Generalísimo de la Infamia” y “Gran Almirante de la<br />

Traición” recién defenestrado: “Hombres y mujeres, niños y ancianos se abalanzaban<br />

a él a besar sus manos, sus ropas, los estribos de su silla; otros arrojaban al aire<br />

sus sombreros, o despojándose de sus capas y mantillas las tendían a los pies de los<br />

caballos, y hubiéranse arrojado ellos mismos como los indios budistas bajo las ruedas<br />

del coche...”<br />

Y esas mismas gentes ebrias de triunfal populismo habían contemplado atemorizadas<br />

el día anterior el amenazador desfile del impresionante ejército de Murat, gran<br />

duque de Berg, quien albergaba en su ambición la esperanza de que su cuñado<br />

Napoleón le premiara con la corona de España una vez quitado de en medio el estorbo<br />

de los Borbones. El generalísimo Murat, soberbio, arrogante, a caballo “todo aterciopelado<br />

y engalanado como vestido para una mojiganga”, seguido por una deslumbrante<br />

escolta de coraceros, inspiraba a su paso una mezcla de miedo, inquietud<br />

e indignación que hinchaba las venas del pueblo. Pronto le inventaría la gente chuflas,<br />

remoquetes y coplillas; en razón a que se decía que en su juventud había estado<br />

de pinche de cocina al servicio del príncipe de Conté, surgió la primera:<br />

Dicen que el señor Murat<br />

está acostumbrado al fuego<br />

digo si tendrá costumbre<br />

quien ha sido cocinero.<br />

Otra vez Mesonero Romanos describe el sentir de aquellos madrileños futuros<br />

protagonistas de una de las sublevaciones más épicas y famosas de la Historia: “...

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