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48<br />
Enrique Asín Cormán<br />
Tampoco estaba allí Napoleón ni, como se barruntaba, estaría nunca. La “camarilla”<br />
acompañante, decepcionada ante el fiasco que abría levemente sus ojos al engaño,<br />
aconsejó a su rey volver grupas a Burgos permaneciendo allí, a una prudente<br />
distancia intermedia, en una confiada espera. Además, algo que puso la mosca tras<br />
la oreja de la regia comitiva, fue el haber observado durante todo el trayecto el gran<br />
despliegue de tropas francesas, más los 8.<strong>00</strong>0 soldados que ocupaban Burgos, con<br />
lo que el rey se sentía “tan en poder de los franceses como en Madrid, sin que en<br />
muchas leguas al contorno hubiese el menor Cuerpo de tropas nuestras”. Savary,<br />
veloz como un rayo y viendo que el pichón podía escapar a sus garras de gavilán,<br />
excusando a su emperador por sus muchas ocupaciones bélicas, y en evitación de<br />
que éste pudiera disgustarse perjudicando con ello la negociación fernandina y los<br />
asuntos de España, sugirió y logró, por aquello de que “si la montaña no viene a<br />
ti...” que el blanco palomo cruzara la frontera y se llegase a Bayona donde, gustosamente,<br />
le recibiría el Sire. Entre tanto, naturalmente, Fernando VII protestó -al fin<br />
y al cabo un rey con su Consejo y todo- por escrito al emperador quien por boca de<br />
Savary le contestó que “... se dejaba cortar la cabeza si al cuarto de hora de haber<br />
llegado a Bayona no le ha reconocido el emperador por rey de España y de las<br />
Indias. Por sostener su empeño empezará, probablemente por darle el tratamiento<br />
de alteza; pero a los cinco minutos le dará el de majestad y a los tres días estará todo<br />
arreglado y S. M. podrá restituirse a España inmediatamente”. Mentira, falacia y<br />
cinismo franceses sobre las blancas plumas del inocente palomo español. Napoleón<br />
se despojaba la piel de león para mostrar la de zorro...<br />
Todavía ilusionado y con la esperanza apenas lesionada, Fernando VII cruzó la<br />
frontera el día 20 de abril camino de Bayona. Uno de sus consejeros acompañantes,<br />
el aragonés marqués de Ayerbe, anotó en su cuaderno de viaje el espanto que un premonitorio<br />
graffiti, escrito sobre un arco a la entrada de la localidad francesa de<br />
Ogunna, le produjo; al pasar bajo él pudo leer claramente: “Quien nombra y destituye<br />
reyes es más que rey”. Tayllerand, que es quien nos ha contado todas estas referencias<br />
históricas y que fue testigo excepcional de toda esta trama de la encerrona<br />
de Bayona, nos relata cómo, casualmente, en el tramo del viaje entre Vidaute y esa<br />
ciudad Fernando VII “se encontró con su hermano el infante Don Carlos quien,<br />
acompañado de Frías, Medinaceli y Fernán Núñez, venía al encuentro de su desgraciado<br />
hermano. El rey los hizo subir a su coche, y allí se enteró, con la mayor<br />
sorpresa, de que Napoleón les había comunicado la víspera que jamás volverían a<br />
Madrid y que uno de los hermanos del emperador iba a ocupar el trono de España.<br />
Insisto sobre la hora en que fue hecha esta declaración porque demuestra que se<br />
había dispuesto de 18 horas para hacerla llegar a Irún donde, como se ha visto, el<br />
rey Fernando hubiese podido sustraerse a sus captores. A una legua de Bayona no<br />
quedaba a los príncipes más que el recurso de una triste resignación...”.