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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />
Bien es cierto que, como se ha dicho ya, tras de las brillantes figuras, eminentemente<br />
goyescas, de Romero, Costillares y Pepe-Hillo, el huérfano toreo no trajo<br />
otras de su talla, hasta, digámoslo así, la generación posterior a la guerra de la<br />
Independencia, bajo el fernandino absolutismo, para resurgir después con mucho<br />
brillo y gran esplendor en el reinado de Isabel II y su romántico resto decimonónico.<br />
Así pues, la época estudiada aquí es un tanto opaca en lo artístico pero extraordinariamente<br />
singular por su momento histórico y las circunstancias tan especiales<br />
en que se desarrolló, que hacen que las fiestas de toros del efímero reinado de José<br />
I Bonaparte tengan un enorme y hasta morboso atractivo para el historiador, para el<br />
estudioso y aun para el simple aficionado a estos españoles temas.<br />
De los muchos nombres que a partir de ahora van a salir al ruedo de esta historia<br />
vamos a glosar tan sólo un puñado de ellos con la sana intención de amenizar e ilustrar<br />
el relato. Hemos seleccionado los que siguen.<br />
Quizá el más característico de todos los toreros de esta historia sea el feo Juan<br />
Núñez Sentimientos, gitano sevillano, si no de grandes méritos como torero sí con<br />
una marcada personalidad subrayada por lo pintoresco de su raza y su gran habilidad<br />
de mentiroso pedigüeño. El tratadista Luis de Toro hace de él un breve retrato<br />
de inevitable reproducción:<br />
el origen del mote de Sentimientos parece que tomó en él nuevo vigor;<br />
tales eran su fingida congoja en el pedir y su formalidad en el mentir, que,<br />
ligadas a su natural gracejo, le permitieron ser atendido en sus renovadas<br />
pretensiones. Él no se paró en barras en sus solicitudes en engaños y mentiras<br />
y esto fue lo que hizo que pudiera mover en su favor la voluntad de tres<br />
reyes de España: Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII.<br />
A sus buenas relaciones con el rey debía Núñez el que se le hubiera concedido,<br />
por motivo de la prohibición, una Tabla de despacho de carne en Madrid con la<br />
cual sacar adelante a sus churumbeles. Con la invasión francesa se le despertó el<br />
fervor patriótico más desatado y es digno de traer aquí un suceso de que<br />
“Sentimientos” fue protagonista. Toreaba este hombre en la corrida josefina del<br />
26 de octubre de 1808 en Madrid, en el intervalo entre lo de Bailén y Chamartín;<br />
cuando le llegó el momento del brindis fuese hacia el presidente que lo era don<br />
Pedro de Loma y le dijo: “Por V.S., por la gente de Madrid y porque no quede<br />
vivo ni un francés”. Se fue hacia el toro y lo despachó de un eficaz metisaca que<br />
hizo rodar al toro; se volvió hacia el público que le silbaba por la fea estocada y,<br />
alzando la voz, gritó: “Así tienen que morir todos los gabachos”; el público, enloquecido,<br />
rompió a aplaudir olvidando la mala faena del marrullero diestro.<br />
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