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Enrique Asín Cormán<br />
Aquel invierno de 1808-1809 había venido casi por sorpresa, bruscamente, con<br />
una crudeza extrema desde hacía muchos años desconocida, sobre el ya consabido<br />
clima característico de Castilla. El frío y el viento, la nieve y el hielo, hacen casi<br />
imposible la existencia en aquellos riscos y parameras donde todo duerme aletargado<br />
y donde sólo el humo de algunas humildes fogatas del pequeño caserío de la<br />
aldea dan unas pocas señales de vida en su interior.<br />
El águila napoleónica, el fiero Napoleón, a caballo delante de su ejército, atraviesa<br />
estas tierras en unas marchas forzadas de catorce o quince horas diarias sin descanso,<br />
pasando el Guadarrama, y de allí al Duero, y del Duero a Medina de Rioseco,<br />
y de Medina a Benavente, persiguiendo obsesivamente a los ingleses. Las penurias<br />
del invierno son insoportables:<br />
la nieve cegaba a los hombres y a los caballos; un viento impetuoso los<br />
derribaba arrojándolos al precipicio; la nieve y el granizo cubrían los caminos,<br />
llenaban las zanjas; el frío era intensísimo y las ráfagas de viento arrancaban<br />
los árboles... a las tempestades de nieve suceden los chaparrones de lluvia<br />
helada... las tropas, rendidas por el cansancio tienen que acostarse sobre<br />
el fango... a todos estos tormentos se suma el hambre; el ejército no encuentra<br />
alimento alguno en las míseras aldeas abandonadas por sus habitantes... los<br />
hombres y los caballos chapoteaban en los terrenos pantanosos; tres viejos<br />
granaderos de la guardia que, encontrándose en la imposibilidad de continuar<br />
y no queriendo quedarse atrás por temor a las torturas asesinas de los campesinos,<br />
se saltaron la tapa de los sesos con sus propios fusiles...<br />
En estas circunstancias llega la Navidad de 1808; una Navidad que nadie olvidará<br />
nunca, ni siquiera la historia, llena de odio, sangre, muerte y horrores en los que<br />
esta vieja España se ha visto envuelta casi sin comerlo ni beberlo. Napoleón, al frente<br />
de su extenuado ejército ve llegar la Nochebuena tras de una intensa jornada de<br />
marcha sin descanso; se les ha echado encima la noche sin darse cuenta, envueltos<br />
todos en la febril campaña de persecución al inglés. Es necesario un descanso; pero<br />
hasta bien entrada la madrugada no hallan un acomodo medio digno para el emperador.<br />
Llegan al pequeño pueblo de Torrecilla de la Abadesa y, guiados por su espadaña,<br />
se acercan hasta el convento de Santa Clara donde las monjitas tienen una<br />
pequeña y humilde hospedería para peregrinos y pobres transeúntes. Se aloja allí el<br />
imbatible, pero cansado, Napoleón.<br />
En aquella jornada de dura marcha los franceses han dado caza a unos emisarios<br />
espías españoles que llevaban para sus jefes unos informes muy detallados de los<br />
movimientos de tropas de los gabachos en aquella zona. La información es muy