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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

Floridablanca las hacía bajar o subir según su capricho-, que decía textualmente en<br />

los carteles de toros: “En conveniencia de los que ocuparen los asientos de sol, permite<br />

el gobierno que durante aquel asiento pueda tenerse caída un ala del sombrero,<br />

a fin de conseguir con su sombra el alivio de aquella incomodidad, pero no en los<br />

demás parages sombríos”. Menos mal. <strong>Los</strong> majos y los chisperos volvieron a su anterior<br />

sombrerón chambergo de los de queso y moña, el castoreño, con el que Pedro<br />

Romero citaba a los toros para matar recibiendo.<br />

Se lidiaron aquella tarde, en modalidad de media corrida, diez toros: cuatro de Bernabé<br />

del Aguila y Bolaños con divisa encarnada; cuatro de D. Diego Muñoz y Pereiro (antes<br />

de D. Alvaro) de divisa verde; y dos de Vicente Perdiguero, de Alcobendas, con blanca.<br />

<strong>Los</strong> cinco primeros fueron picados por Francisco Rivilla y Francisco Ortiz y los otros<br />

cinco por Cristóbal Ortiz y Luis Corchado. Y fueron estoqueados, tres cada uno por<br />

Jerónimo José Cándido, Juan Núñez “Sentimientos” y Francisco Herrera “Curro<br />

Guillén”; el último fue despachado por el media espada Lorenzo Badén. <strong>Los</strong> matadores<br />

debieron ir vestidos “de durse” a juzgar por estos detalles:<br />

todos con vestido de gusanillo de seda morado batido con carmesí y puntillo<br />

blanco guarnecido de cadenetas, flecos de plata, cada uno con su juego de<br />

lazos bordados, lentejuelas azules, de color rosa y blancas; hombrillos bordados<br />

con sus correspondientes borlas, y también guarnecidos de cadenetas de<br />

arcos y flecos, todo fino; además llevaban sus capas cortas encarnadas con<br />

galón de plata...<br />

No nos ha llegado un juicio crítico sobre el resultado artístico salvo incidencias<br />

de menor interés aunque pensamos que la corrida debió ser un éxito, cuando menos<br />

en lo tocante a organización y satisfacción del rey que se hartó de otorgar premios<br />

y trofeos a los lidiadores: “Asistió S. M. a esta función y dio muestras de estar<br />

sumamente complacido; y regaló los seis primeros toros a los tres espadas -es<br />

decir, el producto de la venta de su carne, que ascendió a 5.<strong>00</strong>0 reales- y los restantes<br />

a los picadores. También asistió toda la Corte; la función fue excelente, no<br />

hubo desgracia particular, pero hubo muchos porrazos que recibieron los picadores”.<br />

Por la venta de sus pieles sabemos que en aquella corrida murieron 14 caballos;<br />

y que el producto total del festejo fue de 83.662 reales de vellón y 9 maravedises.<br />

En cuanto a desgracias particulares, tumbos de picadores aparte, una hubo<br />

que aunque leve impidió a Sentimientos actuar en la función siguiente “presentando<br />

una certificación del cirujano D. Francisco González, en la que expresa no<br />

podía matar en esta corrida por un puntazo que había recibido en la anterior, en el<br />

dedo pulgar de la mano derecha; y en su consecuencia Su Majestad le hubo por<br />

excusado”. ¡Bah, percance de poca monta!.<br />

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