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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />
les” para mucha gente- brillaron en la “francesada” mereciendo ser citados en la<br />
crónica más heroica de aquellos días: Céspedes, Jacome, el marqués de Carrión,<br />
Medina, Solís Beaumont, Gómez de Barreda, Clarebout y Villapineda son algunos<br />
de ellos que entraron de pleno derecho en la historia. El marqués de Alventos, además,<br />
ordenó fundir su vajilla de plata y otros preciosos objetos para hacer moneda<br />
con la que sostener la unidad militar bajo su mando hasta el final de la campaña;<br />
con ese su regimiento de Caballería participó en la batalla de Puente del Arzobispo<br />
por cuya acción obtuvo la recién creada Gran Cruz Laureada de San Fernando. Por<br />
cierto que los franceses lo declararon individuo rebelde e insurrecto lo que dio lugar<br />
a que el gran depredador duque de Dalmacia, el mariscal Soult, ordenara confiscar<br />
todos los bienes del marqués cuya familia tuvo que huir viviendo durante dos años<br />
de la caridad de un fiel criado.<br />
Y ocurrió que el gobernador militar de Sevilla, el francés barón De Darricau,<br />
muy enojado y contrariado en sus intereses de la rapiña cuando pretendió saquear<br />
la Maestranza sin hallar nada, inventó un plan para sacar dineros de esta corporación<br />
caballeresca, chocando frontalmente con el marqués de Nevares y otros maestrantes<br />
que rotundamente se negaron a satisfacer los impuestos de guerra. Apeteció<br />
entonces a la administración francesa la organización de unas corridas de toros en<br />
obsequio de su rey a lo que la propietaria de la plaza, la Real Maestranza de<br />
Caballería, adujo en contra de tal deseo el mal estado del coso del “Baratillo” como<br />
consecuencia de la guerra y que sus arcas -todos los dineros estaban a buen recaudo-<br />
estaban, por ende, vacías. Se daba a la vez la circunstancia de que en las dependencias<br />
de la plaza, convertida en almacén de campaña, había guardados unos<br />
carruajes del general Dupont depositados allí después de lo de Bailén. De<br />
Darricau, que calificó aquel depósito como “Tesoro abandonado en menosprecio<br />
evidente para la memoria del vencido”, inventó un agravio valorado en 58.3<strong>00</strong> reales<br />
cuya indemnización debía ser satisfecha en concepto de pago por los desperfectos<br />
sufridos disponiendo fueran arreglados diligentemente con cargo al gobierno<br />
militar de la ciudad ocupada. Enterado Soult por oficio de De Darricau de tan<br />
delicado asunto y tras manifestar su extrañeza por la conducta de la Maestranza<br />
con los coches del general Dupont que se encontraban clandestinamente depositados<br />
en la plaza de toros, concedió a la institución un plazo de tres días para saldar<br />
la deuda; como ésta no se satisfizo en plazo, el ejército francés se incautó por<br />
la fuerza de unas casas y almacenes adosados al ruedo cobrándose así lo que fue<br />
justificado como “contribución”. ¿Tendrá este hecho algo que ver con esa forma<br />
semiovalada irregular del ruedo de la más bonita plaza de toros del mundo...?<br />
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