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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />
los “Lanceros de Jerez” hará que el nutrido grupo de militares memorialistas de<br />
Dupont -aquel cuya espada había ganado cien batallas mientras que la de Castaños<br />
tan sólo una-, supervivientes de Bailén, no digan ni una sola palabra de las fiestas<br />
de toros. Sólo Boulart, a su paso por Burgos confiesa haber asistido a una corrida<br />
improvisada por el pueblo para celebrar la forzosa abdicación de Carlos IV; y<br />
Tascher dedicará en su Diario unas palabras sobre la plaza de Madridejos (?) a la<br />
que encontró muy chic.<br />
Las alusiones más abundantes a lo taurino las encontramos en los edecanes y jefes<br />
del Estado Mayor de Soult y de Víctor durante la campaña de Andalucía donde<br />
vivieron, sin duda, los mejores días de su vida: Saint-Chamans, Baze, Girod de<br />
l´Ain, du Pouget, Daudebard, Fée, Vigo-Rousillon, Sallmard y Rossetti, anotaron lo<br />
más sustancioso y lo más técnico del espectáculo taurino que contemplaron.<br />
Hay más referencias entre los personajes del rey intruso José I, es natural, por<br />
su proximidad al “monarca aficionado” y porque no se perdieron una: Bigarré,<br />
Miot de Mélito, Blayney, Dufour, Vivien, Naylies... etc. Y hay todavía otro grupo<br />
que Maureau sitúa “A la espera de un problemático convoy, en Salamanca, en<br />
Zaragoza, y en pequeñas poblaciones de la Mancha y de Castilla la Vieja”, como<br />
Larreguy de Civrieux, Barres, Fantin des Odoards y Boudinhon. Estos, totalmente<br />
neófitos -no hay que olvidar la antiquísima tradición taurina del Midi francés-<br />
, no ocultan su asombro e impresión por el magno espectáculo que se ofrece a su<br />
vista; excepto Blaze que ha asistido a corridas en los alrededores de Aviñón, y el<br />
cirujano Dufour que, en su misma ciudad natal, Saint-Sever, ha disfrutado desde<br />
niño de las corridas landesas. Esa primera impresión es, generalmente desagradable<br />
y no lo ocultan los franceses en sus memorias: “Yo he salido disgustado” -confiesa<br />
el capitán De Pouget-, “He visto caballos heridos con las tripas colgando<br />
hasta el suelo...”; “O mucho me equivoco o esto es la ferocidad”, escribe Boulart;<br />
“Espectáculo tan nuevo para nosotros, que es poco agradable”, precisa Saint-<br />
Chamans; “No puedo soportarlo y me retiré antes de acabar”, relata Miot de<br />
Mélito; “No hace honor a la especie humana”, concluyó Fantin des Odoards. Se<br />
podrían así citar varias decenas de denuestos de cronistas militares que, una vez<br />
visto el espectáculo, prometen no volverlo a ver jamás. ¡Pues a su señor José<br />
Bonaparte bien que le gustaba, y mucho!. Curiosamente, estos hombres que se<br />
horrorizan hasta la náusea del taurino espectáculo -al fin y al cabo, unos bandullos<br />
de caballo al aire- no se asustaban de ver y hacer desjarretar a hombres, mujeres<br />
y niños en el campo de batalla y en las aldeas, violando, ahorcando, degollando<br />
y amputando a miles y miles de españoles. Barres calificó de “interesante”<br />
el espectáculo y Fée, que no le agradaba, estimó que “reviste un carácter original<br />
no exento de grandeza”.<br />
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