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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

Estos toros eran parte de los noventa que en total se compraron y trajeron en<br />

honor de Napoleón y que pasaron a pastar a los prados de La Muñoza, unas dehesas<br />

pertenecientes al convento de la Encarnación, donde milagrosamente se salvaron<br />

de ser comidos por los gabachos. (En marzo de 1809, tanto el polvorista como<br />

el ganadero de toros no habían terminado de cobrar sus respectivas facturas).<br />

Pertenecían los toros en su encaste al entronque de lo de D. José Jijón, suficientemente<br />

acreditados en la Corte entre cuyos aficionados gozaban de gran predicamento,<br />

por lo que para estos muy especiales eventos fueron adquiridos tales toros.<br />

Napoleón , entre tanto, siguiendo su artera añagaza programada con minuciosa<br />

estrategia, llevaba a cabo sus planes y los hechos se sucedían vertiginosamente: los<br />

sucesos de Bayona, la sublevación de Madrid el 2 de mayo, la abdicación de Carlos<br />

IV a favor del Sire, las insurrecciones de Cartagena, Zaragoza, Murcia, Asturias,<br />

Granada y Badajoz, ponen al rojo vivo el panorama español. Napoleón, orgulloso de<br />

su plan -“las insurrecciones serán sofocadas con un imperial soplido”-, nombra rey<br />

de España a su hermano José y, mientras la escuadra de De Rosilly capitula en Cádiz,<br />

manda poner sitio a Zaragoza en un “para que vayan aprendiendo”. Una asamblea de<br />

nobles, convencidos afrancesados unos y engañados forzosos otros, votan una constitución<br />

en Bayona tras de cuyo juramento sale José rumbo a España; como para animarle<br />

en su pacífico ánimo, los franceses derrotan a las tropas españolas en Medina<br />

de Rioseco y toman y saquean Córdoba, atacando después a Zaragoza.<br />

Pero Madrid, Villa y Corte por encima de todo, ya sabe que viene el nuevo rey<br />

francés y “compuesta y sin novio” como quedó cuando el fiasco de la malograda<br />

venida del Sire Napoleón, pone en marcha otra vez el engranaje de la máquina<br />

municipal para organizar la nueva recepción y los nuevos fastos. Parece ser que la<br />

entrada oficial del nuevo rey será el 9 de julio y la proclamación el 25, día de<br />

Santiago, así que hay que darse mucha prisa<br />

El nuevo rey, hecho ya todo un Pepe Botellas, quiere toros, fiestas de toros, ello es<br />

evidente. Apenas llegado a España -y entre otras de carácter político, pues comenzó<br />

a reinar inmediatamente- dicta una Real Orden a 22 de julio de 1808, de este tenor<br />

literal : “Queriendo el Rey N.S. que su proclamación al Trono de estos Reinos, que<br />

se ha de celebrar el 25 del corriente, se solemnice con regocijos públicos, ha resuelto<br />

que haya dos corridas de toros, el 27 y el 30 del mismo, encargan a V.S. (el sufrido<br />

Corregidor de Madrid) todo lo relativo a su ejecución, como lo estaba anteriormente.”<br />

(Se supone que este “anteriormente” se refiere a antes de la prohibición de<br />

1805, con lo que tendríamos aquí la prueba fehaciente de que, efectivamente, fue<br />

José I y no Fernando VII después de la guerra, quien levantó, tácitamente y de hecho,<br />

la tal supresión, en contra de lo que tan frecuentemente se ha dicho). “También ha<br />

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