07.05.2013 Views

Josefinos.qxd:00 Libro Sanidad.qxd - Asociación Cultural Los Sitios ...

Josefinos.qxd:00 Libro Sanidad.qxd - Asociación Cultural Los Sitios ...

Josefinos.qxd:00 Libro Sanidad.qxd - Asociación Cultural Los Sitios ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

58<br />

Enrique Asín Cormán<br />

por todo el mundo observada que, al paso de un entierro, había que detenerse,<br />

descubrirse y persignarse en señal de respeto; situación que se agravaba si lo que<br />

procesionaba era el Viático: entonces, además de esas piadosas acciones, había<br />

que hincarse de rodillas apeándose de las cabalgaduras y de los coches allí donde<br />

ocurriera, clavando los hinojos en el barro y posando los vuelos del vestido en<br />

los charcos. Cochero hubo que perdió su empleo por no saber desviar oportunamente<br />

el carruaje por otra calle al oír la campanilla anunciadora de la sagrada<br />

procesión del Viático.<br />

En verano, el calor y el estiaje reducían el aforo de las fuentes públicas y así las<br />

de la Castellana, Abroñigal alto y bajo, de la ermita de San Isidro, de la Teja, de<br />

Alcubilla y la del Berro -de la que bebían los reyes- que abastecían Madrid, no eran<br />

suficientes y los aguadores hacían su agosto pregonando su bien escaso líquido.<br />

Acudir a la fuente con el cántaro y la caña telescópica era diaria obligación y lugar<br />

común de las más típicas situaciones que el sainete y la zarzuela han plasmado con<br />

feliz gracejo y pimpante música durante un par de siglos. Y uno de estos sainetes<br />

titulado <strong>Los</strong> Baños del Manzanares, plasmaba cómicamente las escenas que en unas<br />

frágiles barracas, metidas en el agua del “aprendiz de río”, protagonizaban los ocasionales<br />

bañistas goyescos que no podían pagar los cuatro reales que costaba un<br />

pediluvio en la casa de baños de Lavapiés. Un coche de mulas -los caballos tardarían<br />

aún muchos años en sustituirlas- costaba cuatro reales por viaje urbano y treinta<br />

si se alquilaba por medio día; las calesas y calesines se reservaban para ir a los<br />

toros, de merienda o de romería, casi siempre utilizados por la retrechera manolería,<br />

racial y castiza, que aparentaba por su aspecto y desenfado una desocupación<br />

general y un estado de fiesta y jolgorio perpetuos.<br />

Bien es cierto que las crisis de abastecimientos, las hambrunas, la depresión<br />

económica y, a mayor abundamiento, la horrible guerra habían llenado las calles<br />

y plazas de desocupados, cesantes, mendigos, truhanes y vividores de la limosna<br />

y la caridad ajena en una abigarrada fauna urbana de lamentable estampa. Porque<br />

también había en el revuelto río de la miseria la ganancia de los desaprensivos<br />

pescadores de un, todavía no inventado, trágico estraperlo. Carlos Rojas pone en<br />

boca de su “Yo, Goya” unas magistrales descripciones de aquellas penurias nacionales<br />

escenificadas en la Corte.<br />

Para deleite de especuladores, interceptaron los guerrilleros diez mil quintales<br />

de trigo camino de la Corte. Prendieron fuego al transporte, se llevaron<br />

las monturas y degollaron a los jinetes de la escolta. Subió la fanega de<br />

candeal a quinientos reales y la doble libreta a catorce. Para pagarse el pan,<br />

arruinaban su hacienda los más poderosos. Mientras en la calle Mayor o

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!