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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

18.- Independientemente de que cualquier investigación histórica y genealógica de<br />

la presencia del toro bravo en España nos llevaría en el túnel del tiempo hasta la<br />

misma prehistoria, la existencia de ganaderías establecidas y organizadas como tales<br />

para la crianza y explotación de este bóvido con destino a su lidia en pueblos y ciudades,<br />

no adquiere carta de naturaleza, con documentación fehaciente y fidedigna<br />

hasta el siglo XVII, conformándose y consolidándose en la centuria siguiente.<br />

Y en cuanto a las vacadas de bravo de propiedad Real ya hay constancia documental<br />

de una bien importante que la poseyó Felipe IV en el Real Sitio de Aranjuez.<br />

En 1623, para las fiestas celebradas en honor del Príncipe de Gales los toros son<br />

suministrados por esa Real ganadería, además de otros de Don Rodrigo de Cárdenas<br />

y unos “de Lamera”. Siete años antes estas mismas vacadas, la Real y la salmantina<br />

de Cárdenas, ya habían competido en bravura e importancia en las corridas celebradas<br />

con motivo de la festividad de Santa Ana. En 1646 hay otra constancia histórica<br />

documentada de la participación de la Real Vacada en los festejos habituales<br />

con motivo del nacimiento del príncipe Felipe Próspero; y así sigue ésta en vigor<br />

durante todo el siglo de referencia.<br />

Eran estos toros del Rey los míticos jarameños -“De toro del Jarama, guárte d´él<br />

cuando brama”, dice el viejo refranero español-, muy reputados y reconocidos por<br />

la afición de la Plaza de Madrid y bien temidos por los toreros: “<strong>Los</strong> toros de esta<br />

tierra, criados en clima frío y en su mayoría como fieras salvajes, por no vaquearlos,<br />

son asustadizos. El terreno que pisan les hace duros de patas y el vigor que les<br />

da el pasto bajo... les proporciona mucho poder”. En las corridas de la coronación<br />

de Carlos IV, en 1789, los dos rivales “Costillares” y “Pepe-Hillo” enviaron un<br />

memorial al Corregidor de la Villa y Corte, señor Armona, solicitando “no se corrieran<br />

los toros de Castilla por lo resabiados que estaban”.<br />

Ya Felipe V en su prohibición había causado gran daño a la Real Vacada, pero<br />

no fue sino su sucesor, Carlos III quien, cuando accedió al trono después del<br />

fallecimiento de su augusto hermano Fernando VI -que demostró, a pesar de su<br />

genética demencia, ser el más taurino de los primeros Borbones-, tras abandonar<br />

el de Nápoles, arremetió definitivamente contra el Real ganado. Al llegar a<br />

España en 1760, y tomar conciencia de todas sus posesiones y Patrimonio se<br />

encontró, con gran sorpresa, con que también poseía una ganadería de reses bravas.<br />

Él había sido obsequiado a su llegada con festejos taurinos en la Plaza<br />

Mayor de Madrid, como era de rigor; sin embargo nunca mostró interés alguno<br />

por este tipo de fiestas. Al año siguiente, el 30 de julio , dispuso que “Se reduzca<br />

la Real Vacada de ese Sitio (Aranjuez) a doscientas cincuenta reses de vientre”.<br />

Pero en 1765 decidió la total extinción de la misma según puede leerse en<br />

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