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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

El estado de ánimo de las gentes, el triunfalismo, y el comportamiento bullanguero<br />

de las tropas que con tanto agasajo asistían a las corridas, produjeron no<br />

pocos incidentes, altercados de orden público y desacatos en la plaza que, acabada<br />

la quinta corrida , el señor duque del Infantado, tan “josefino” él, tentado estuvo de<br />

poner punto final a los festejos:<br />

Sin embargo de que había determinado, que por lo adelantado de la estación,<br />

y otras consideraciones, se suspendiesen las funciones de toros en el presente<br />

año; atendiendo a que la que debía ejecutarse el lunes próximo (24 de octubre)<br />

es la última de esta temporada, y a los objetos recomendables a que se destina el<br />

producto; he venido en permitir que se ejecute según estaba acordado. En este<br />

supuesto, y conviniendo mantener durante la función, la quietud y buen orden<br />

que corresponde, encargo a V.S. que tome al efecto todas cuantas medidas juzgue<br />

oportunas, siendo precisamente entre otras la de poner en cada tendido un<br />

alguacil vestido de golilla, que asistido de otros dependientes, evite con su presencia<br />

y reflexiones prudentes, cualquiera movimiento, acción o expresión que<br />

pueda alterar el buen orden, advirtiendo estrechamente a los mismos alguaciles,<br />

que de ninguna manera, ni aún con necesidad, exerzan en sus puestos acto alguno<br />

que pueda exasperar los ánimos, sino que sólo empleen la persuasión, y observen<br />

el sujeto o sujetos, que a pesar de ella, se excediesen para seguirlos y prenderlos<br />

a distancia de la plaza, o en sus mismas casas, si fueran conocidos...<br />

Varios oficios siguieron a esta orden del duque asintiendo, ratificando y disponiendo<br />

todo lo necesario para mantener el orden en la plaza lo que, al parecer, se<br />

consiguió a duras penas. Esto nos da una idea bastante precisa del punto de exaltación<br />

y del fondo de crispación que tanto en el pueblo como en las tropas reinaban,<br />

que el propio Infantado en su orden recomienda encarecidamente haya tacto para no<br />

exacerbar los ánimos. Porque, por encima del triunfalismo infundido por lo de<br />

Bailén, algo turbio y denso se mascaba en el aire inquietando al pueblo. Es el águila<br />

imperial que sobrevuela de nuevo los afilados picos de los Pirineos...<br />

Todavía se celebró el domingo 27 de noviembre, como broche final de una temporada<br />

anómala llena de sucesos y frustraciones, una fiesta de novillos, no se sabe<br />

muy bien con qué motivo y a qué beneficio, de la que hay muy poca noticia; solamente<br />

lo aparecido dos días más tarde en el madrileño Diario : que actuaron como<br />

espadas Alonso Alarcón “el Pocho”, Lorenzo Badén y Joaquín Díaz, y que el producto<br />

líquido obtenido fue de 18.010 reales de vellón. (Según indicios nada fiables,<br />

bien pudiera haber sido un festejo gremial de los que para honrar a un santo patrón<br />

se celebraban). La Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá cerró sus puertas que ya no<br />

volverían a abrirse, salvo para fines de guerra, hasta el verano de 1810.<br />

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