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CAPÍTULO XIV:<br />

¡A LOS TOROS! PERO ANTES, A MISA<br />

Se celebró al fin la primera media corrida josefina de 1810 el día previsto, 24 de<br />

junio, domingo y festividad de San Juan. La tarde, calurosa ya, había tenido el preludio<br />

de una mañana esplendorosa y, dentro de las circunstancias, tan distintas de<br />

otras ciudades también ocupadas por los franceses, Madrid respiraba aire de fiesta;<br />

hacía varios meses que no había toros y eso no era bueno para un pueblo como el de<br />

la Corte que tanto los añoraba. Sin embargo, había en el ambiente un no sé qué de<br />

animadversión por el mero hecho de saberse el motivo de la organización y la asistencia<br />

del intruso a la corrida; la presencia de las tropas francesas dentro y fuera de<br />

la plaza crispaba un tanto los ánimos de la gente. Porque las noticias de la guerra<br />

seguían arribando a Madrid infiltradas a través de la guerrilla que, con su movilidad<br />

y astucia, las hacía llegar aun antes que las postas oficiales propias y enemigas.<br />

Unos días antes, el 14 de junio, se había puesto cerco a la ciudadela de Ciudad<br />

Rodrigo, allá en la muga de Portugal, que se sabe resistía en un islote de heroicidad<br />

sin ayuda alguna. Y Oviedo, la capital de Asturias que había sido tomada el 19 de<br />

mayo, hacía tan sólo cinco días que había sido evacuada por los franceses ante la<br />

proximidad del ejército inglés; allí la guerrilla descalabró y trastornó con grandes<br />

daños a los gabachos. La anarquía en uno y otro bando se generaliza y la guerra,<br />

que ya dura dos años, transcurre bajo la batuta de la más feroz improvisación. Hasta<br />

la Junta Suprema se había convertido en un órgano odioso por su ineptitud, su arbitrariedad<br />

y su corrupción. <strong>Los</strong> franceses, según dice Soult desde Sevilla, sienten en<br />

sus almas el cansancio, y la guerra “está menos avanzada que el primer día...”.<br />

Este año, las alegres verbenas de San Juan se presentan un tanto mustias y hasta<br />

las lilas de la Casa de Campo parecen tumefactas; la romería de San Isidro, celebrada<br />

entre morriones y chacós de franchute ha estado un poco triste y en La<br />

Florida, por San Antonio, los chiquillos han disfrutado más con los restos de metralla<br />

que con los deliciosos buñuelos y rosquillas del Santo... Pero, ¿y los toros? ¡Ah,<br />

los toros! Eso ya era otro cantar, que para los toros siempre hay ánimos y humor,<br />

aunque alguna vez haya habido que reclutar gente a punta de bayoneta para no dejar<br />

madera vista en los tendidos y para que el ”torero” rey intruso se vea complacido.<br />

Varias horas antes del comienzo de la corrida, que se había fijado para las cuatro de<br />

la tarde, los alrededores de la plaza eran un auténtico hervidero de gentes, caballos,<br />

coches y calesas, vendedores de naranjas, aguadores, y todo tipo de uniformes de gra-<br />

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