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Enrique Asín Cormán<br />
Tayllerand al respecto: “En esta época el matrimonio con una sobrina de Napoleón<br />
debía asegurar, al parecer, el quebrantado trono de España al príncipe de Asturias,<br />
y poner a este hermoso y generoso país al abrigo de desmembramientos. Se podía,<br />
sin debilidad, preferir este resultado al que han traído acontecimientos imprevistos”.<br />
El Tratado de Fontainebleau se firmó el 27 de octubre de 1807 pero antes, el día<br />
18 del mismo mes, ya habían cruzado la frontera española las primeras tropas francesas<br />
al mando de Junot -unos 24.<strong>00</strong>0 soldados- so pretexto de batallar contra el<br />
anglófilo Portugal invadiéndolo y haciendo que la familia real portuguesa huyera a<br />
Brasil bajo bandera inglesa. No hay que olvidar aquí que a Godoy se le había prometido<br />
una buena porción del país luso, la región de <strong>Los</strong> Algarves, para sentar sus<br />
reales en un futuro trono. Además se acantonaron más tropas al otro lado de los<br />
Pirineos al mando del general Moncey, entre Bayona y Burdeos, a la espera de intervenir<br />
según los acontecimientos peninsulares. Había comenzado, sorda y traidoramente,<br />
la invasión napoleónica de España con la aquiescencia de la Corona y bajo<br />
la legalidad de un tratado de amistad y alianza. La siguiente maniobra, soterrada y<br />
astuta, del águila imperial sería la eliminación de los Borbones del trono de España<br />
para sentar en él, como en Italia y Holanda, a un “napoleónida”. Para ello y para<br />
cubrir las apariencias ante el mundo, ante la Historia y, sobre todo, para no soliviantar<br />
al pueblo español había que emplear toda la habilidad posible, toda la artería<br />
de que se fuera capaz para engañar a la familia real -al pueblo no consiguió engañarlo<br />
nunca- y obtener de ella de todos los derechos al trono.<br />
En un principio parece ser, al menos en ello están de acuerdo casi todos los historiadores<br />
y estudiosos, que no estaba entre los planes de Napoleón la anexión de<br />
España a Francia sino, más bien la creación de un país subsidiario colaborador, geográficamente<br />
bien situado y con unas posibilidades marineras enormes -por aquello<br />
de su obsesión por la pérfida Albión-, que ayudara a mantener el nuevo orden europeo<br />
instaurado a sangre y fuego. Sin embrago, fue durante aquel invierno cuando<br />
maduró la idea de sustituir a los Borbones por su hermano José a quien le había<br />
ofrecido el trono de España con la implícita obligación de aceptarlo, naturalmente.<br />
Sus añagazas no se hicieron esperar y puso en marcha la máquina del engaño. El<br />
águila imperial se lanzó en picado sobre los regios corderillos que cayeron en sus<br />
garras ingenua e inocentemente.<br />
Cuenta Tayllerand en sus repetidamente citadas memorias que, en su calidad de<br />
allegado al emperador, al conocer los planes de éste le desaconsejó la invasión de<br />
España: “Le aconsejé que ocupara Cataluña hasta que consiguiera la paz marítima<br />
con Inglaterra. Declarareis -le decía yo- que conservareis esta prenda hasta la paz,<br />
y con ella sujetareis al Gobierno español. Si la paz se retrasa, es posible que