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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

España, competían entre otros más con los edificios oficiales erigidos casi todos en<br />

el último tercio del siglo anterior gracias al impulso y munificencia de aquel gran<br />

“alcalde” que fue Carlos III. (8) Naturalmente que por encima de todos ellos el<br />

Palacio de Oriente destacaba dando a la casi siempre ausente Corte el toque externo<br />

más esplendoroso; el regio alcázar impresionó vivamente al nuevo inquilino<br />

francés el día de su entrada oficial en Madrid: “Tras unos pasajes angostos, desembocamos<br />

de repente ante el palacio real. Grandioso edificio. Al descender de la<br />

carroza pasé un momento a contemplarlo. Semeja al de Nápoles y al de Caserta,<br />

pero más grande y mucho más hermoso; no recuerdo un palacio igual”. Asimismo<br />

más tarde confesaría, con gran asombro y alegría, cómo encontró su interior de cuidado<br />

y esplendente, en excelente y lustroso estado de conservación, rica y gustosamente<br />

alhajado, dando la impresión de “no haber sido tocado desde la marcha de<br />

los reyes; los robos de que se acusan a los oficiales franceses o fueron de poca<br />

monta o se han repuesto...”.<br />

Según nos cuenta quien fuera cronista oficial de la Villa y Corte, Carlos<br />

Cambronero, el perímetro de Madrid a la llegada de José I estaba reducido a<br />

pequeñísimas proporciones. Las tapias que rodeaban la población comenzaban en<br />

la Puerta de Alcalá; seguían la línea por detrás del Retiro y del olivar de Atocha<br />

a buscar la puerta de este nombre y las Rondas de Atocha, de Embajadores, de<br />

Toledo y de Segovia; rodeaban el Campo del Moro y la Montaña del Príncipe Pío<br />

hasta el Portillo de San Bernardino que venía a estar en la hoy calle de la Princesa<br />

y en sitio próximo a la de Ventura Rodríguez, que entonces existía con el nombre<br />

de Quitapesares; seguía el límite de Madrid por la Ronda del Conde Duque a<br />

tomar los bulevares de Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova; y dejando<br />

a su derecha la Puerta de Recoletos, daba vuelta por detrás de la Casa de la<br />

Moneda a terminar en la Puerta de Alcalá, que se ha tomado como punto de partida.<br />

Las Puertas principales o de registro, que eran las de Alcalá, Atocha, Toledo,<br />

Segovia y Fuencarral, se cerraban a las diez en invierno y a las once en verano<br />

mientras que las demás puertas y portillos se cerraban a las oraciones y no se abrían<br />

hasta la salida del sol. Dos paseos, el del Retiro y el del Prado, el primero compartido<br />

con los reyes mediante zona reservada para ellos y el segundo, abierto, llamado<br />

Salón del Prado adonde se concentraba la demi-monde y el todo Madrid<br />

para dejarse ver en un repetitivo ir y venir, arriba y abajo, luciendo lujos y modas,<br />

carruajes y criados (9).<br />

Las calles, sin alcantarillado y sin pavimentar, con unas mínimas aceras -de<br />

tres pies de anchura según auto del Consejo de Castilla de 1612- que no sobresalían<br />

en nada del arroyo o calzada, presentaban un lamentable aspecto que las<br />

lluvias y el invierno convertían en auténticos lodazales. Era costumbre cristiana<br />

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