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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />

Entre tanto las piedras, los palos, las texas, y las balas dan fin de los que<br />

quedaban: y con el último francés acabó la diversión del pueblo sintiendo<br />

éste que no fuese tan larga como gustosa había sido. Aquí faltó que el general<br />

francés hubiera enviado una proclamita ofreciendo premios a los toros<br />

que rindiesen obediencia a Don José y amenazando a los rebeldes. ¡Qué lindos<br />

vasallos para tal Rey!.<br />

No nos habla este curioso documento de las represalias francesas que sin duda hubo<br />

luego, en esta región tan castigada por el invasor y donde las guerrillas capitaneadas<br />

por Javier Mina -Mina “el mozo”, sobrino de Espoz y Mina- traían en jaque a Suchet,<br />

a D´Agoult y a Lapeyrollerie obligando a éste a enviar un batallón de Cazadores de<br />

Montaña a las Cinco Villas, de cuya comarca era -y es- capital Ejea de los Caballeros.<br />

De vuelta a Andalucía tras esta incursión coetánea en Aragón nos encontramos<br />

con que José I, dolido, se lamenta cada día más del recorte de su poder, desahogando<br />

su mal disimulado apartamiento del mando en España con una bien nutrida<br />

y suplicante correspondencia con su esposa a la que pide interceda e inste al emperador:<br />

“Si se me reduce a no mandar más que en Madrid, quedaré convertido en el<br />

conserje de los Hospitales de la Corte”. Al menos buen humor, aunque algo amargo,<br />

no le faltaba. Había disfrutado y mucho con los toros “de obsequio” y parece ser<br />

que en Sevilla se le prepararon unas corridas que no pudieron celebrarse a tiempo<br />

de que él las presenciara y presidiera; se dieron todas -ocho corridas- en el mes de<br />

agosto de 1810 cuando el señor rey intruso ya había vuelto a Madrid. Y aún hubo<br />

otras, no previstas para él, que se celebraron en septiembre y octubre; a todas ellas<br />

asistieron miles de franceses del ejército de ocupación.<br />

Ronda, cuya bellísima plaza había sido muy afectada por la guerra no pudo restaurar<br />

su coso maestrante hasta 1813, con gran esfuerzo, por lo esquilmadas que<br />

habían quedado las arcas de la ciudad y de la misma Maestranza. <strong>Los</strong> caballeros de<br />

esa real institución rondeña, al igual que los de Sevilla, se entregaron en cuerpo y<br />

alma al levantamiento contra Napoleón desde el primer momento de la invasión<br />

“ofreciéndose a la Patria con cesión de parte de las rentas que disfrutaban los maestrantes<br />

y aprestaciones personales de los mismos”; formaron el Batallón de su nombre<br />

costeado a expensas de sus individuos, mandado por el Comandante Caballero<br />

Maestrante D. Antonio Jesús Chinchilla -por ser el individuo que mayor número de<br />

hombres mantenía a sus expensas- y comenzaron a actuar, con 431 hombres, ocupando<br />

posiciones en la provincia de Ciudad Real. En 1810 y ante la exigencia de<br />

los franceses de dinero para la guerra, el ayuntamiento de Ronda, falto de medios<br />

para satisfacer la demanda, no tuvo más remedio que subastar diversas hazas de tierra<br />

de labrantía y sembrado sitas en el Prado del Guadalevín y en las huertas de los<br />

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