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202<br />
Enrique Asín Cormán<br />
José I recibe noticias de auxilio económico avisándole de un envío desde Francia<br />
de quinientos mil francos “para ir tirando”. Su alegría inicial disminuye en proporción<br />
a la sisa que el gobernador militar de Burgos le hace, por su cuenta y riesgo,<br />
quedándose con ciento veinte mil para las urgencias de las tropas a su mando. <strong>Los</strong><br />
generales, ya se sabe, hacían y deshacían a su antojo con la autorización y aquiescencia<br />
del emperador.<br />
En marzo de ese año de 1812 llegaron dos convoyes con dinero de Francia y,<br />
sobre todo, algo más grato a José I como era la rectificación del trato y la consideración<br />
del Sire para con su hermano encargándole el mando de las fuerzas<br />
armadas con la ayuda del nuevo jefe de Estado Mayor, mariscal Jourdan. Este<br />
encargo, tan ambicionado por José, llegaba en el peor momento, en las peores circunstancias<br />
y en el período más difícil de la dominación francesa; y resultaba<br />
inexplicable para todos los generales y mariscales que conocían exacta y profundamente<br />
las nulas aptitudes militares del intruso. Pero Napoleón sabía lo que<br />
hacía y, vista la solución final de España que se avecinaba y acuciado por la inminente<br />
campaña de Rusia, vio en su hermano el chivo expiatorio del fracaso bélico<br />
español. La piel de zorro volvía a ser el abrigo sobrepuesto a sus plumas de<br />
águila imperial.<br />
Anteriormente, el día 24 de enero, Napoleón había dado un gran disgusto a José<br />
I, que tanto esgrimía en sus principios de gobierno para España la unidad e integridad<br />
nacional, con la anexión de Cataluña como una provincia francesa más, dividida<br />
en cuatro departamentos, en contra de las viejas recomendaciones que el sabio<br />
Tayllerand le hiciera en 1807... El rey intruso -el rey incómodo, más bien- completamente<br />
descorazonado, vuelve a pedir al emperador que le releve de la corona de<br />
España cuyo peso es cada día más insoportable.<br />
<strong>Los</strong> ingleses, ahora nuestros aliados, ese oscuro -clarísimo- objeto de obsesión<br />
napoleónica, no cejan en su empeño contra Francia y el 7 de enero llega Wellington<br />
con 40.<strong>00</strong>0 hombres a las puertas de Ciudad Rodrigo. Dentro sólo 1.8<strong>00</strong> franceses<br />
al mando de Barrié la defienden, que perecerán bajo los escombros de un tremendo<br />
incendio que duró una semana. Wellington cabalga sobre Badajoz, guarnecida por<br />
el general Philippon y sus tres mil hombres, y es conquistada el 7 de abril. El saqueo<br />
inglés de Badajoz, en nada tenía que envidiar a los de los depredadores franceses y<br />
hubo que reprimirlo severamente con fuertes castigos. El avance inglés es imparable<br />
y el 17 de junio los británicos entran en Salamanca, previamente liberada de los<br />
franceses de Marmont que la evacuan prudentemente. Este general, unido a la división<br />
Bonnet que acude a auxiliarle desde Asturias, vuelve grupas y va decidido y<br />
envalentonado a plantar cara al ejército anglo-español, a unos nueve kilómetros de