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<strong>Los</strong> toros josefinos<br />
Entre tanto, el 15 de mayo convocó Murat en Madrid la Junta de Gobierno para<br />
darle a conocer la idea de Napoleón de convocar en Bayona una Asamblea General<br />
de la que había de salir una moderna Constitución que fundamentaría el “nuevo<br />
régimen” en España. Esa Asamblea habría de tener ciento cincuenta diputados entre<br />
los tres estados y celebraría su sesión inaugural en el plazo justo de un mes. Pero el<br />
miedo, la desconfianza y la deserción -algunos de los diputados elegidos fueron<br />
secuestrados en el camino para evitar su comparecencia- rebajaron la cifra de participantes<br />
a sesenta y cinco asambleístas logrando con coacciones elevarlo a noventa<br />
y uno el día de la clausura, un caluroso 7 de julio. Aquella Constitución de<br />
Bayona que bien pudo ser la llave que abriera las puertas de España hacia la modernidad<br />
no se usó sino en ocasiones, a temporadas y por la fuerza de los acontecimientos<br />
que las tropas napoleónicas imponían, pasando prácticamente inadvertida.<br />
A quien sí no le quedó más remedio que jurarla fue a José I quien, rey in pectore de<br />
Napoleón desde hacía ya un tiempo y nombrado públicamente el 4 de julio, comenzó<br />
a reinar oficialmente el día 8 tras esa jura y recepción de la misma por parte de<br />
sus “fieles” componentes de la Asamblea española de Bayona. El día 20 de julio<br />
hizo el nuevo rey su entrada oficial en Madrid, lo cual sitúa este punto en las primeras<br />
páginas de esta historia .<br />
Acabaremos aquí este capítulo justamente donde empieza el reinado de José I no<br />
sin traer a colación, a modo de pequeño colofón separador, un par de consideraciones<br />
que nuestro “confidente” Tayllerand nos hizo: “<strong>Los</strong> que conocían a España y a<br />
los españoles no se engañaron. Predijeron que el orgullo español no se pensaría ni<br />
en su indigencia ni en los peligros y encontraría en la indignación y en la desesperación<br />
vigor y recursos acrecentados sin cesar. El título de invencible, vinculado al<br />
nombre de Napoleón por continuas victorias sobre ejércitos regulares, se hizo discutible,<br />
y de España aprendió Europa que Napoleón podía ser vencido”.<br />
Y así fue.<br />
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