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La presencia de lo ausente - Gredos - Universidad de Salamanca

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<strong>de</strong>l va<strong>lo</strong>r, <strong>de</strong> modo que para él el sentimiento <strong>de</strong> la exaltación se volvió sinónimo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>claración<br />

perfecta: una retórica objetiva. Pero la confusión continuó con Kant, con su teoría <strong>de</strong> la<br />

percepción trascen<strong>de</strong>nte, que el fenómeno es más que el fenómeno; y con Hegel, que elaboró<br />

una teoría <strong>de</strong> la belleza, en la que <strong>lo</strong> sublime está en <strong>lo</strong> más alto <strong>de</strong> una estructura <strong>de</strong> clases <strong>de</strong><br />

belleza, creando así una gama <strong>de</strong> jerarquías en un conjunto <strong>de</strong> relaciones con la realidad que<br />

es totalmente formal. (Só<strong>lo</strong> Edmund Burke insistía en una separación. Aunque es ingenua y<br />

primitiva, es clara y sería interesante saber hasta qué punto <strong>lo</strong>s surrealistas fueron influenciados<br />

por ella. Para mí Burke se lee como un manual surrealista.)<br />

<strong>La</strong> confusión en fi<strong>lo</strong>sofía no es más que el reflejo <strong>de</strong> la lucha que constituye la historia <strong>de</strong><br />

las artes plásticas. Para nosotros no hay duda <strong>de</strong> que el arte griego insiste en que el sentido <strong>de</strong><br />

exaltación se encuentra en la forma perfecta, que la exaltación es <strong>lo</strong> mismo que la sensibilidad<br />

i<strong>de</strong>al; en contraste, por ejemp<strong>lo</strong>, con el gótico o el barroco, en <strong>lo</strong>s que <strong>lo</strong> sublime consiste en<br />

un <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir la forma, don<strong>de</strong> la forma pue<strong>de</strong> ser amorfa.<br />

El punto culminante <strong>de</strong> esta lucha entre <strong>lo</strong> bel<strong>lo</strong> y <strong>lo</strong> sublime pue<strong>de</strong> examinarse mejor <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l Renacimiento y la posterior reacción al Renacimiento que se conoce como arte mo<strong>de</strong>rno.<br />

En el Renacimiento la resurrección <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> belleza griega impuso a <strong>lo</strong>s artistas<br />

la tarea <strong>de</strong> contar <strong>de</strong> otra manera la leyenda <strong>de</strong> Cristo en términos <strong>de</strong> belleza absoluta frente<br />

al original éxtasis gótico sobre la evocación que la leyenda hace <strong>de</strong> <strong>lo</strong> Absoluto. Y <strong>lo</strong>s artistas<br />

<strong>de</strong>l Renacimiento invistieron el éxtasis tradicional en una tradición incluso más antigua: la<br />

<strong>de</strong> la e<strong>lo</strong>cuente <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z o el rico terciope<strong>lo</strong>. No fue una ocurrencia ociosa <strong>lo</strong> que movió a<br />

Miguel Ángel a <strong>de</strong>nominarse escultor antes que pintor, pues sabía que só<strong>lo</strong> en su escultura<br />

podría realizarse el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la grandiosa <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> la sublimidad cristiana. Podía <strong>de</strong>spreciar<br />

con razón <strong>lo</strong>s cultos <strong>de</strong> belleza que situaban el drama <strong>de</strong> Cristo en un escenario <strong>de</strong><br />

ricos terciope<strong>lo</strong>s y brocados y tonos carnosos bellamente estructurados. Miguel Ángel sabía<br />

que el significado que tenían las humanida<strong>de</strong>s griegas para su tiempo implicaba convertir al<br />

Cristo hombre en el Cristo Dios; que su problema plástico no era el medieval, hacer una catedral,<br />

ni el griego, hacer un hombre como un Dios, sino hacer una catedral <strong>de</strong> un hombre. Al<br />

hacer<strong>lo</strong> estableció un mo<strong>de</strong><strong>lo</strong> <strong>de</strong> sublimidad que la pintura <strong>de</strong> su tiempo no podía alcanzar. En<br />

consecuencia, la pintura continuó su alegre búsqueda <strong>de</strong> un arte voluptuoso hasta que en<br />

tiempos mo<strong>de</strong>rnos <strong>lo</strong>s impresionistas, asqueados <strong>de</strong> su insuficiencia, pusieron en marcha el<br />

movimiento para <strong>de</strong>struir la retórica establecida <strong>de</strong> la belleza por medio <strong>de</strong> la insistencia impresionista<br />

en una superficie <strong>de</strong> pinceladas feas.<br />

El impulso <strong>de</strong>l arte mo<strong>de</strong>rno fue ese <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir la belleza, Sin embargo, al <strong>de</strong>shacerse<br />

<strong>de</strong> <strong>lo</strong>s conceptos renacentistas <strong>de</strong> la belleza, y sin un sustituto a<strong>de</strong>cuado para un mensaje<br />

sublime, <strong>lo</strong>s impresionistas se vieron obligados a preocuparse, en su lucha, <strong>de</strong> <strong>lo</strong>s va<strong>lo</strong>res cul-<br />

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