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Mendoza Lee y Escribe - Parte 4LEER Y ESCRIBIR EN UN MUNDO CAMBIANTEPor Emilia FerreiroHubo una época, hace varios siglos, en que escribir y leereran actividades profesionales. Quienes se destinaban aellas aprendían un oficio, y a este oficio se dedicaban elresto de sus días.En todas las sociedades donde se inventaron algunos delos 4 o 5 sistemas primigenios (China, Sumeria, Egipto,Mesoamérica y, muy probablemente, también el valle delHindus) hubo escribas, quienes formaban un grupo deprofesionales especializados en un arte particular: grabaren arcilla o en piedra, pintar en seda, tablillas de bambú,papiro o en muros, esos signos misteriosos, tan ligados alejercicio mismo del poder. De hecho, las funciones estabantan separadas que los que controlaban el discursoque podía ser escrito no eran quienes escribían, y muchasveces tampoco practicaban la lectura. Quienes escribíanno eran lectores autorizados, y los lectores autorizadosno eran escribas.En esa época no había fracaso escolar. Quienes debíandedicarse a ese oficio se sometían a un riguroso entrenamiento.Seguramente algunos fracasaban, pero la nociónmisma de fracaso escolar no existía (aunque hubieraescuelas de escribas).No basta con que haya escuelas para que la noción de"fracaso escolar" se constituya. Veamos un símil con unasituación contemporánea: tenemos escuelas de música, ybuenos y malos alumnos en ellas. Si alguien no resultacompetente para la música, la sociedad no se conmueve,ni los psicopedagogos se preocupan por encontrar algúntipo peculiar de "dislexia musical" que podría quizás sersuperada con tal o cual entrenamiento específico. Sermúsico es una profesión; y quienes quieren dedicarse a lamúsica se someten a un riguroso entrenamiento. Y, aparentemente,las escuelas de música, en todas partes, tienenun saludable comportamiento.Todos los problemas de la alfabetización comenzaroncuando se decidió que escribir no era una profesión sinouna obligación y que leer no era marca de sabiduría sinomarca de ciudadanía.Por supuesto, muchas cosas pasaron entre una época yotra, muchas revoluciones sangrientas fueron necesariasen Europa para constituir las nociones de pueblo soberanoy democracia representativa. Múltiples transmutacionessufrieron los primeros textos de arcilla o de papirohasta convertirse en libros reproducibles, transportables,fácilmente consultables, escritos en las nuevas lenguasdesprendidas del latín imperial y hegemónico.Los lectores se multiplicaron, los textos escritos se diversificaron,aparecieron nuevos modos de leer y nuevos modosde escribir. Los verbos "leer" y "escribir" habían dejado detener una definición inmutable: no designaban (y tampocodesignan hoy día) actividades homogéneas. Leer y escribirson construcciones sociales. Cada época y cada circunstanciahistórica da nuevos sentidos a esos verbos.Sin embargo, la democratización de la lectura se vioacompañada de una incapacidad radical para hacerlaefectiva: creamos una escuela pública obligatoria, precisamentepara dar acceso a los innegables bienes del sabercontenido en las bibliotecas, para formar al ciudadanoconsciente de sus derechos y sus obligaciones, pero laescuela no ha acabado de apartarse de la antigua tradición:sigue tratando de enseñar una técnica.Desde sus orígenes, la enseñanza de estos saberes seplanteó como la adquisición de una técnica: técnica deltrazado de las letras, por un lado, y técnica de lacorrecta oralización del texto, por otra parte. Sólo despuésde haber dominado la técnica surgirían, como porarte de magia, la lectura expresiva (resultado de lacomprensión) y la escritura eficaz (resultado de unatécnica puesta al servicio de las intenciones del productor).Sólo que ese paso mágico entre la técnica y elarte fue franqueado por pocos, muy pocos de los escolarizadosen aquellos lugares donde más falta hace laescuela, precisamente por ausencia de una tradiciónhistórica de "cultura letrada".Surge entonces la noción de "fracaso escolar", que es concebida,en sus inicios, no como fracaso de la enseñanzasino del aprendizaje, o sea, responsabilidad del alumno.Esos alumnos que fracasan son designados, según lasépocas y las costumbres, como "débiles de espíritu","inmaduros" o "disléxicos". (En los años 1960 la dislexiafue considerada "la enfermedad del siglo"). Algo patológicotraen consigo esos niños, algo que les impide apro-231

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