2001 - Escola Superior do Ministério Público

Revista Jurídica da ESMP - n.º 2 187
Creo que un observador atento de la realidad jurídico-procesal penal
internacional, llegaría rápidamente a la conclusión de que las dos grandes
características esenciales de los procesos penales propios de los países
democráticos son, con todos los matices que se quiera añadir:
1) El sometimiento del sistema de enjuicimiento criminal al
principio acusatorio; y
2) La incardinación en ese sistema de un juicio oral y público.
Veo difícil considerar, a estas alturas de la evolución de la
Humanidad, el proceso de un Estado como el propio de un país
democrático si no se basa en esas dos características. De manera que
despreciaré a los países que todavía tienen un proceso penal inquisitivo;
y no trataré tampoco a aquéllos que aunque proclamen su fe en la
oralidad y en la publicidad, en realidad juzguen en la práctica de manera
absolutamente carente de control, escrita y secreta. Que el país con
sistema acusatorio y juicio oral y público carezca de Jurado, aunque
sería importante para reforzar esas características esenciales
antedichas, no me plantea problemas, pues creo que el Jurado no es
otra característica esencial del proceso penal propio de un Estado de
Derecho, ya que se puede tener un proceso penal «democrático» y
carecer al mismo tiempo de Jurado sin problema conceptual, dogmático
o práctico alguno; por ello tampoco analizaré esta cuestión aquí.
Pues bien, principio acusatorio y juicio oral y público son los
dos criterios metodológicos básicos, los dos grandes principios de
partida. Creo que Vdes., personalidades altamente cualificadas del
mundo procesal de Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y de todos
los países latimoamericanos, en especial de nuestro querido país
anfitrión, Brasil, están de acuerdo conmigo y ello es un buen punto
de partida para entendernos.
Sin duda, hay muchos matices conceptuales para explicar su
significado, es claro, pero si seguimos observando atentamente esa
misma realidad, yo diría que hay en la actualidad, desde hace unos 30
años más bien, una clara tendencia a fijarnos en el modelo de
enjuiciamiento criminal anglosajón, que es el que se está imponiendo si
contemplamos las grandes reformas europeas (Alemania la primera en