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TENDENCIA DE LA ECONOMÍA Y LA COMERCIALIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN OVINA ESPAÑOLA 165<br />
españolas se debe al alto sacrificio de lechales, pero<br />
esto en la situación presente es casi insoslayable por:<br />
1.°, alto precio en el mercado interior, y 2.°, problemas<br />
de economía de empresa que, cuando menos, dificultan<br />
el llevar los animales a mayores pesos.<br />
En conjunto, puede decirse que por el tipo de canal,<br />
sobre todo si se emplean razas europeas especializadas<br />
(la Fleischschaft puede ser un ejemplo), no<br />
se presentan inconvenientes serios en el mercado<br />
europeo.<br />
7.° Antes de nuestra entrada en el Mercado Común,<br />
la exportación española de carne de ovino<br />
era muy reducida, siendo contados los años<br />
en que su superaban las 1.000 toneladas, que<br />
en parte se contrarrestaban con las importaciones<br />
que realizaba Canarias, aunque el saldo<br />
monerario resultaba favorable. Tras el ingreso<br />
de 1986, la importación ha crecido en un<br />
100%, mientras la exportación la hizo en el<br />
233%. Ahora bien, si vamos a las cifras absolutas<br />
se verá que, año tras año, el balance es<br />
negativo, desde el momento que el volumen<br />
importado sobrepasa al exportado; evidentemente,<br />
no parece que la integración en la CEE<br />
haya supuesto un buen negocio para el sector<br />
ovino, y esto sin contar la importación de animales<br />
vivos. En relación con esto está el que<br />
desde 1986 los precios hayan cambiado su<br />
tendencia claramente creciente en el período<br />
1980-85, pasando a decrecer alrededor del<br />
15%, a partir de 1986; el que ello haya trascendido<br />
al IPC, más allá de lo estrictamente<br />
estacional, es dudoso, pero, desde luego, apunta<br />
a la ya reiterada necesidad de una reordenación<br />
del sector productor.<br />
8.° Naturalmente que quedaría por considerar la<br />
posibilidad de exportar a terceros países, pero<br />
el examen del comercio internacional muestra:<br />
a) La importación mundial de carne de ovino<br />
supone el menor volumen de tráfico de todo<br />
el comercio mundial de carne, el cual<br />
entre 1972 y 1987 creció un 68%, lo que<br />
equivale a un 4,5% anual de promedio,<br />
mientras que la importación mundial de<br />
carne de ovino, en igual período, ascendió<br />
un 25%, es decir 1,6% anual.<br />
b) Los países importadores se agrupan en<br />
desarrollados y subdesarrollados (la expresión<br />
países en desarrollo no es más<br />
que un eufemismo), que prácticamente se<br />
reparten el total de la importación mundial,<br />
pero, sin embargo, presentan una característica<br />
diferencial definitiva: los países<br />
desarrollados presentan, claramente,<br />
una tendencia decreciente por la que entre<br />
1972 y 1987 descendió un 28%, mientras<br />
que los subdesarrollados, prácticamente,<br />
crecieron un 276% (aunque las<br />
cantidades absolutas son reducidas relativamente).<br />
c) La importación de los países desarrollados<br />
—CEE, Japón, Estados Unidos— está<br />
dominada por los grandes productores del<br />
hemisferio sur, en prácticamente el 90%,<br />
de los que Nueva Zelanda y Australia van<br />
a la cabeza.<br />
En cuanto a los subdesarrollados, son<br />
los musulmanes los de mayor importancia.<br />
pero se subdividen entre los exportadores<br />
de petróleo, y por tanto con medios<br />
de pago, y los que no disponen de ellos. La<br />
consecuencia es que, como es lógico, el<br />
reparto del total de las adquisiciones es<br />
muy desigual.<br />
Por otra parte, la exportación a países<br />
musulmanes presenta algunas dificultades,<br />
ya que por motivos religiosos son<br />
bastante reacios a aceptar canales, teniendo<br />
que hacer los envíos con ganado<br />
vivo, y en todo caso con carne que reúna<br />
todas las garantías de haber sido obtenida<br />
según el ritual musulmán.<br />
d) El mercado mundial de carne de ovino<br />
presenta ofertas a precios reducidos respecto<br />
a los niveles europeos, lo que frena<br />
la posible concurrencia de éstos. En gran<br />
parte, ello es el resultado de una explotación<br />
altamente extensiva y una buena organización<br />
que abarca desde el control<br />
del animal en vivo hasta la puesta de los<br />
canales o piezas en el punto de llegada.<br />
Esto no quiere negar las posibilidades de la producción<br />
española en el mercado exterior, sino sustituir la<br />
alegría con que se vienen considerando, incluso oficialmente,<br />
las posibilidades de exportación de ovino,<br />
por un enjuiciamiento realista del mercado exterior.<br />
VI. En resumen. Tenemos una producción ovina,<br />
cuya estructura en los últimos decenios ha venido<br />
configurándose de una forma dual, por la que las madres<br />
quedan ligadas a la producción del suelo, y una<br />
gran parte del corderaje pasa al cebo en explotaciones<br />
sin tierra, y en una gran mayoría sin vínculo con<br />
el sector agrario.<br />
Tal sistema, en conjunto, supone un derroche energético,<br />
cada vez más difícil de sostener, sin ninguna<br />
ventaja para el sector agrario y con un nivel de costes<br />
que constituye la primera dificultad para el logro de<br />
una posición competitiva; posición que hay que concebir<br />
en un doble frente: la defensa de la producción<br />
nacional sobre el mercado interior y el forzamiento de<br />
las posibilidades de exportación.<br />
El problema es tanto más serio cuanto que la nueva<br />
orientación de la PAC y la posible apertura de una<br />
mayor competencia internacional hace que la producción<br />
ovina se presente como una alternativa válida<br />
ante la crisis que se cierne sobre el secano tradicional,<br />
que, como es evidente, afectará a la mayor parte<br />
del territorio español.<br />
Aunque los corderos de cebadero con gran frecuen-