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MARCO CONCEPTUAL<br />

1. desde la industria de bienes<br />

a la industria de servicios<br />

A fines del siglo XVIII, inmerso en un contexto<br />

de grandes desarrollos tecnológicos, donde la producción<br />

industrial y los avances en los sistemas de<br />

transporte permitirían mover mercancías y bienes<br />

materiales con un alcance planetario, Adam Smith<br />

señalaba en La riqueza de las naciones, publicada en 1776,<br />

que esta se fundamentaba principalmente en la capacidad,<br />

cantidad y calidad de los factores productivos<br />

presentes en cada uno de los países y de una<br />

óptima división del trabajo para su explotación. Es<br />

así como no existían elementos que hicieran pensar<br />

que la generación de valor o crecimiento económico<br />

pudiese venir desde otro sector que no fuese la<br />

producción industrial.<br />

Consecuente con ello, la producción artística y cultural<br />

es señalada por Smith como un sector improductivo<br />

que no contribuía a la generación de valor,<br />

pues sus principales cultores, tales como bufones,<br />

músicos, cantantes líricos y bailarines, ejecutaban<br />

labores que desaparecían o perecían al momento de<br />

su ejecución y, por lo tanto, su valor no llegaba más<br />

allá de la emoción o satisfacción de los espectadores<br />

mientras duraba la presentación, haciendo que esta<br />

situación no fuese medible monetariamente. En<br />

cuanto a su financiamiento, este provenía especialmente<br />

de sistemas de mecenazgo o autogestión,<br />

logrando con ello un alcance menor ligado principalmente<br />

a las élites de la época (Alfaro, 2008).<br />

Sin embargo, la era posindustrial ha ido demostrando<br />

paulatinamente, a través de la constatación de<br />

la realidad económica y política del mundo globalizado,<br />

que los fundamentos económicos que sustentaron<br />

el modelo industrial se han transformado,<br />

dando paso a lo que Peter Drucker conceptualizaría<br />

como “la sociedad del conocimiento” en su libro<br />

La era de la discontinuidad (Drucker, 1969), donde utilizó<br />

una serie de datos y proyecciones económicas<br />

realizadas anteriormente por Fritz Machlup para<br />

vaticinar que, a finales de los años 70, el sector del<br />

conocimiento generaría la mitad del PIB mundial.<br />

Este nuevo enfoque se caracterizaría por un cambio<br />

en la creación de valor, en los atributos o factores<br />

que explican el consumo y en el rol de los Estados<br />

en los procesos de desarrollo.<br />

Lo anterior puede verse representado en el Gráfico<br />

1, donde se observa cómo ha evolucionado el PIB<br />

mundial en cuanto a su composición sectorial,<br />

pasando de una economía industrial productora de<br />

bienes hacia una economía basada en el desarrollo<br />

del conocimiento, la creatividad y la innovación<br />

que, en conjunto con otros elementos, constituyen<br />

el sector de los servicios, llegando actualmente a<br />

representar dos tercios de su PIB. Es decir, cerca del<br />

67% de la producción de riqueza está representada<br />

no tanto por bienes tangibles –como por ejemplo la<br />

producción de automóviles, maquinarias, alimentos<br />

o incluso la minería– sino más bien por una<br />

economía basada en los servicios, como el turismo,<br />

la innovación e investigación, el transporte, la<br />

recreación, servicios financieros y personales en<br />

general (OMC, 2008). 1<br />

ANTECEDENTES<br />

1 En Chile, según puede apreciarse en datos entregados por el Banco Central entre los años 2008 y 2011, la composición del PIB<br />

asociado a servicios se ha mantenido en torno al 67%.<br />

......<br />

15<br />

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