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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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La república que se fue a pique de su propio triste destino, y al cual agradezco la posibilidad que me brindó dehacer reportajes a lo largo y ancho del país —y que incluso siguió publicandomis crónicas, firmadas con mi propio nombre, cuando ya estaba exiliado enChile y Argentina. Anduve entonces de la isla de San Antonio a Maisí, desdelos cayos a las montañas, <strong>com</strong>o periodista, pero también <strong>com</strong>o abogado de asociacionescampesinas; defendí, entre otros a los campesinos de Las Maboas, enCamagüey, cuando fueron detenidos por <strong>int</strong>entar recuperar las tierras paracebar ganado que les había arrebatado el King Ranch. Lamentablemente, yahoy no ocupan esas tierras ni el King Ranch ni los campesinos, sino el marabúen maleza espinosa, tupida, <strong>int</strong>rincada, en vastas extensiones improductivas.Andar, en aquella época, era no solo utilizar todos los medios de transporteposibles por llanos, valles y montes, pernoctar en caseríos que eran apenasun nombre en los mapas, hablar con quienes se ganaban el sustento en lasactividades más sórdidas e increíbles —entrevisté a los buceadores, que vivíanregistrando los latones de basura, escribí sobre el mercado de los desperdiciosal fondo de la calzada de Cristina, los yerberos, las ocupaciones nocturnas—;andar era, también, salir del bufete de abogado en Tejadillo con el crepúsculoy bajar por Obispo deteniéndose en cada librería, encontrarse con periodistas,escritores, y p<strong>int</strong>ores por los cafés, tomarse un vasito de ostiones en jugode tomate, o una cerveza frente a un recio mostrador, en medio de un corroque discutía a voz en cuello, entre afirmaciones rotundas y jaranas, de todo lohumano y divino, desde el último juego de pelota hasta del libre más <strong>com</strong>entadopor la crítica en el momento. Bajar luego por los soportales de la calleMonte hasta cerca de Cuatro Caminos, donde vivía, la curiosidad saltando delas tiendas que <strong>com</strong>enzaban a iluminar sus vidrieras a los artistas callejeros yvendedores ambulantes, que a gritos pregonaban inusitadas habilidades circenseso raras mercancías. Aquel bullicio y colorido, que desde Babilonia yRoma hasta las urbes contemporáneas define a las ciudades, ya desde hacetiempo extinguido en La Habana, es siempre lo primero que me viene a lamente y arde con fulgor en el recuerdo cuando se evoca aquella República.117<strong>encuentro</strong>

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