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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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l u i s o r t e g atextual320<strong>encuentro</strong>que se mantenían firmes en su confusa posición. La política, por otro lado, avanzabahacia la Constituyente de 1939, y se restablecía una cierta normalidad, pero el fanatismorevolucionario, refugiado en pequeños grupos, se mantenía vivo. El misteriosoprestigio de que disfrutaban estos pupos de la violencia era visible en la opiniónpública.Cuando la policía de Batista mata a Pedro Fajardo Boheras, más conocido por«Manzanillo», la opinión pública se conmueve profundamente. Un miembro del Senadotan ecuánime <strong>com</strong>o Jorge Mañach formula su protesta en pleno hemiciclo.En el año 1940, cuando se celebraba una velada en el Teatro Principal de la Comedia,en conmemoración de la muerte de Rafael Trejo, los <strong>com</strong>unistas aprovecharonpara hacerle un señalado servicio a Batista: asaltaron el teatro y agredieron a los gruposde la violencia que estaban reunidos allí. La guerra entre los <strong>com</strong>unistas y los grupos deacción quedó declarada.En todo este proceso, por supuesto, hay grandes lagunas ideológicas que puedenresultar in<strong>com</strong>prensibles para los que no acepten las peculiaridades de estos desdoblamientosde la vida política cubana. Una de las más significativas es la posición anti<strong>com</strong>unistaque adoptaron muchos de los elementos que estuvieron en la guerra civilespañola. En el conflicto español se mantuvieron al lado de los llamados «rojos». Y alregresar a <strong>Cuba</strong> se entregaron a la lucha contra los <strong>com</strong>unistas. La explicación está,por supuesto, en la ya mencionada solidaridad de los <strong>com</strong>unistas con el régimen deBatista desde el año 1918. No todos los ex <strong>com</strong>batientes de la guerra civil españolasiguieron el mismo camino. Algunos, tal vez los menos, se incorporaron al PartidoComunista, otros quedaron al margen. Un tercer contingente se sumó en la luchainsurreccional contra Batista. Probablemente, Fajardo Boheras, «Manzanillo», es elmás destacado de estos últimos. Había estado estrechamente vinculado con el anarquismoespañol y al morir, a manos de la policía de Batista, su nombre se convirtió enun símbolo para los grupos de acción.Estos grupos de acción operaron siempre en las ciudades, especialmente en la capital,en lucha contra las fuerzas policiales. Siempre ha sido difícil definirlos correctamenteporque carecieron de un cronista apto para la tarea. La misma naturaleza clandestinade sus actividades ha servido para que hayan quedado envueltos en el misterio.Sus martirios oscilan entre la leyenda y la realidad. De hecho, eran revolucionarios.Durante mucho tiempo la prensa, temerosa, se refirió a ellos tildándolos de elementosrevolucionarios. En los momentos de mayor auge lograron dominar una extensa red depasivas <strong>com</strong>plicaciones en la capital. Cualquier <strong>com</strong>entario de censura periodística,cualquier actividad judicial, cualquier informe que pudiera dañar la seguridad de lasfacciones revolucionarias era <strong>int</strong>erpretado <strong>com</strong>o un acto de traición a la revolución. Laposibilidad de ser condenado a muerte por alguna de las facciones revolucionarias (enjuicios secretísimos y expeditivos que ya prefiguran la justicia revolucionaria que seinaugura en la Sierra Maestra y se continúa luego en el poder castrista) era tanto o másreal que la amenaza del gobierno. Sin embargo, nunca se pudo definir correctamenteen qué consistía la revolución que propugnaban. Jamás pudieron exhibir una ideologíacoherente. La mayor parte de los miembros de estas facciones misteriosas eran hombresde muy escaso bagaje <strong>int</strong>electual. Sus propósitos no iban más allá de la búsquedade una solución violenta. Manejaban armas, no ideas.

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