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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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Nostalgia que no muere «desertores»; Camilo Cienfuegos, Huber Matos, Manuel Urrutia y otrosmuchos habían desaparecido, estaban presos o marcharon al exilio; la Iglesiacatólica entraba en un largo letargo silencioso, del cual aún no ha salido; Castroproclamaba el 16 de abril el carácter marxista-leninista de la Revolución;el 6 de noviembre aparece el último número de Lunes de Revolución. Prontovendrían la creación del Partido Unido de la Revolución Socialista, único permitido,de las Organizaciones Revolucionarias Integradas y de las tristementecélebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Cualquier creador o<strong>int</strong>electual no <strong>com</strong>prometido quedaba «fuera de juego». El telón bajaba finalmentepara acallar los últimos estertores de la tronchada República. A mispadres no los volvería a ver hasta 1969, año en que se refugiaron a mi lado,desprovistos de todo. Mi música quedó proscrita en <strong>Cuba</strong>, mi nombre borrado—al estilo soviético de no-persona—, mis aportes académicos y musicales,silenciados. Entre otras delicias, en la primera edición del Diccionario de lamúsica <strong>Cuba</strong>na, de Helio Orovio (La Habana, 1981), mi nombre estabaausente, así <strong>com</strong>o el de otros muchos músicos cubanos que optaron por noaceptar el totalitarismo imperante.En 1983, el joven <strong>com</strong>positor cubano Arnaldo Trujillo, quien tras salir de<strong>Cuba</strong> por El Mariel había sido brevemente mi alumno en el Programa Graduadodel Departamento de Música de la Universidad Estatal de California enNorthridge, donde profesé desde 1959 por 34 años, me regaló un ejemplar deesta obra con la siguiente dedicatoria: «A mi querido amigo el <strong>com</strong>positor«asirio» Aurelio de la Vega, con toda mi admiración, con todo mi afecto, contodo mi respeto». Ante protestas <strong>int</strong>ernacionales de musicólogos y escritores,una segunda edición del Diccionario incluye una pequeña biografía mía quecesa en 1959, fecha en que «oficialmente» fallecí. De mi biblioteca, que incluíacosas muy valiosas para la historia musical de <strong>Cuba</strong>, he sabido que hay volúmenesdispersos por Praga y Dresde, aún con mi ex-libris; mis discos —unos cin<strong>com</strong>il de ellos— quizás hayan sido usados <strong>com</strong>o platillos voladores, <strong>com</strong>o dicenque hicieron con el florilegio fonográfico de Gastón Baquero, cuando entraronen su casa-finca; mi colección de p<strong>int</strong>ura, que incluía hermosos óleos delos p<strong>int</strong>ores cubanos más representativos, andará colgada sabe Dios en queparedes, lo cual me apena pero no me causa subida de presión. Me imaginoque algún día veré algunos de mis cuadros, que siguen siendo en la memoriamis viejos amigos, en una subasta de Sothesby’s o de Christie’s y sonreiré, porquequizás vuelvan a mí.He seguido mi camino creativo, he dado a nuevas generaciones de jóvenesnorteamericanos mi enseñanza y mi saber —y he sentido el agradecimientode ellos con el mismo calor que sentí hace ya casi medio siglo y que emanabaentonces de las alumnas de la Universidad de Oriente—, he sido honrado pormuchos y por muchas instituciones, de nuevo al margen de <strong>com</strong>promisos y debaboserías: libre, solo o bien a<strong>com</strong>pañado, pero siempre contento de habercumplido tarea. Atrás queda otra parte de mi vida, que fue también fructíferay activísima. Han pretendido robarme esa memoria, pero es tarea estéril einútil. Esa historia fue real y hermosa. Tuvo sus grandezas y sus miserias, <strong>com</strong>o 77<strong>encuentro</strong>

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