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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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uena letrabuena letra364<strong>encuentro</strong>«Se metió en un gabinete, sacó el pasaportede tapas rojas y lo desgarró página a página,minuciosamente, experimentando un <strong>int</strong>ensoplacer erótico cada vez que rompía la palabra<strong>Cuba</strong>. Echó los trocitos en el inodoro, tiró dela cadena y el ruido brutal del agua al arrastrarsu identidad a las alcantarillas le sonó amúsica» (182).Escenifica luego un accidente y, con susangre, bautiza su nacimiento adulto sinnombre y sin patria, libre en el lenguaje.La novela reconoce la demanda del lectory le concede todavía nuevas desventurasde su héroe, ahora anti-heroico, en un tallerde contrabando de coches y mafia rusa, yaen la <strong>com</strong>edia del post-<strong>com</strong>unismo pre-capitalista,cuya libertad empieza en el mercadonegro. La novela, por lo mismo, nos acercaa la realidad de este mundo, donde la búsquedade lo auténtico, esa pasión juvenil,parece haber terminado en la <strong>com</strong>edia delas nacionalidades <strong>com</strong>o profesiones de mayoro menor valor. La era de prosperidad registraahora extranjeros de familia alemanaen campos marginales donde reciben unsueldo y esperan por la ciudadanía. A Manuelle toca, por el origen de su fuga, elcampo ruso.Para sorpresa del lector, pero con la lógicaimpecable de un relato de las reparaciones,nuestro héroe es recobrado en el Epílogo<strong>com</strong>o hijo de una realidad hecha máscierta por la novela.Una novela, qué duda cabe ya, donde laverdad es una forma plena de la ficción.En Las palabras perdidas (1992) Jesús Díazhabía dado la alta medida de su talento creativo,hecho de una aguda capacidad pararevelar lo real bajo la mirada acrecentadadel relato. En esa memorable novela sobrela <strong>com</strong>edia literaria (poblada de autoridadeselocuentes y jóvenes parodiadores), JesúsDíaz nos ofrecía una primera versión delsueño de la razón cubana: la historia de unarevista (re-vista) que desaparecía antes deaparecer. Esto es, cuyo proyecto nacional desumas convergentes y celebrantes era censuradoy clausurado. Esa vivísima reconstrucciónde una Habana hecha por la literatura,era ya una poderosa metáfora de lo máscentral: la pasión libertaria, el inst<strong>int</strong>o de libertad.En ese proyecto ilustrado y gozoso lahistoria instauraba la peor pesadilla: la delación,esa culpa repartida <strong>com</strong>o sospecha.Perdidas las palabras, quedaba en pie unmundo demasiado real para ser cierto. Lanovela, por lo tanto, retorna a disputar unay otra vez las culpas y las inculpaciones de lahistoria, para suturar la nacionalidad heriday recuperar el lenguaje mayor, esa casa, ahoramadrileña, donde Jesús Díaz y ManuelDesdín forman parte de una familia de pasoque celebra la fuga <strong>com</strong>o un <strong>encuentro</strong>. ■La p<strong>int</strong>ura del sobresaltoArmando AñelRaúl RiveroOjo, P<strong>int</strong>aEdiciones ImprimaturCatálogo de LetrasMiami, EE UU, 2000, 104 pp.Hay un momento ya célebre en laplástica cubana de los ochenta —finalizadala década—, una de esas raras pausasen las que el arte es suplido por la leyenda,que desde el hecho concreto acaba poniéndosea su servicio. En mayo de 1990, inaugurandola exposición El objeto esculturado, enel Centro de Desarrollo de las Artes Visuales,en La Habana, el joven p<strong>int</strong>or ÁngelDelgado defecó —rodeado de huesos verdes—sobre un ejemplar del Órgano Oficialdel Partido Comunista de <strong>Cuba</strong>, Granma: acambio de tan justo homenaje, fue condenadoa 6 meses de cárcel. Allí mismo y a esahora el performance de Delgado resumía, oformalmente anunciaba, la que podría sernombrada «plástica del sobresalto»; rotulabaa una generación de artistas que, en palabrasde Rafael López Ramos, se caracterizaronpor ser «protagonistas de segunda fila ytestigos de primera, sin que esta condiciónguarde relación alguna con la calidad de sus

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