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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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uena letraobras (<strong>com</strong>o se podrá apreciar en las piezasque ilustran el libro), sino más bien con supoca capacidad para el simulacro y la doblezmoral que hubieran necesitado para negociarcon las mismas instituciones [por supuesto,‘revolucionarias’] que llevaban másde cinco años censurando sus exposiciones».Una generación irreverente y, en consecuencia,enemiga a los ojos del Poder.En Ojo, P<strong>int</strong>a, suerte de reportaje a cargode Raúl Rivero, esta «generación del sobresalto»es auscultada en las personas deonce de sus miembros. Para el poeta, se tratadel «testimonio de un tiempo de confusión,el retrato en blanco y negro de ungrupo de p<strong>int</strong>ores cubanos que, en plenohervor del período especial, decidieron trabajaren su patria, pero sin amo». Y se trata,también, de un retrato de grupo que poneal descubierto —otra vez— cierta sorprendentecircunstancia: no fueron los literatos,ni los cineastas, ni siquiera los periodistas[oficiales], los que decidieron contrarrestarlos designios del Poder desde de una escriturao un arte contestatario (en momentosen que la nación aguardaba por una vozque la representara en el campo de la cultura)…fueron los plásticos.(En 1989 el crítico Gerardo Mosquera reconoceque las artes plásticas «constituyenahora la tribuna más osada» —reconoce unsecreto a voces—. Como apunta el p<strong>int</strong>or MagínPérez Ortiz en Ojo, P<strong>int</strong>a, en la Isla se haechado en falta «una crítica polémica, seria,adulta, previsora e <strong>int</strong>eligente. Hasta hoy [finalesde los noventa] ese papel de reconocimientose le ha concedido única y exclusivamentea Gerardo Mosquera, quien se hadesempeñado tratando de no polarizarse enun dirección estética. Pero evitar la polarizaciónatenta contra la profundidad de análisisy, además, yo no creo en la no polarización».Esto es, la serpiente del «neocriticismo post-revolucionario»se muerde una vez más la cola.)Ojo, P<strong>int</strong>a es de esos libros que de no habersido escritos habría que escribir. A laspreguntas de Raúl Rivero responden los plásticosCedey de Jesús Rojas, Ángel Delgado,Israel Delmonte Cabrera, Álvaro Almaguer,Miguel Fernández Martínez, Magín PérezOrtiz, Justo Amable Garrote, José LorenzoMoya, Joel Rojas, Rigoberto Almaguer y RafaelLópez Ramos de once maneras queconfluyen en una sola, y cito:Los noventa son más estratégicos. Hay algo <strong>com</strong>únentre la generación de los ochenta y lade los noventa, y es la falta de libertad de expresión.La lucha deshumanizadora por el dineroconstituye el gran tema cubano. Despuésde la guillotinada de los ochenta, no ha sidoposible que la década de los noventa pueda tomarun rumbo preciso. La plástica más jovenes un termómetro social de cuanto ocurre enel país, y quien lo dude que visite la Plaza de laCatedral, convertida en feria para turistas extranjeros.El movimiento plástico cubano despuésde su enfrentamiento con el poder políticoquedó acéfalo. El artista del noventa es supropio promotor, su inversionista y su gestorde venta. La vida es así y lo demostró la anterior,la generación de los últimos sueños y losamargos despertares. En estos momentos laplástica cubana susurra extraviada. La plástica[de los ochenta] funcionó <strong>com</strong>o una especiede catalizador para el resto de la <strong>int</strong>electualidaden la toma de conciencia sobre los gravesproblemas que afectaban al país. El formalismobonitillo del controvertido «arte de los noventa»y su tan publicitado «cinismo» no sonmás que síntomas mal disimulados del miedoy la autocensura, que es tan inmoral <strong>com</strong>o lacensura más «pata de puerco».Una sola que deja al descubierto lo evidente:la nueva plástica cubana, después deser purgada, se ha refugiado en sí misma (oexiliado). El arte «social» dejó de ser. O talvez, antes que éste, lo social ha dejado de ser,se ha vuelto <strong>int</strong>rascendente, grosero… porquetambién se ha refugiado en sí mismo.Es verdad que el libro [Ojo, P<strong>int</strong>a] fue esafuente de sufrimientos y sobresaltos; perotambién es cierto que siempre fue, y siguesiendo por estos días, la forma tangible deuna categoría de felicidad que pocas vecesse puede tocar. El <strong>com</strong>bustible natural de laevocación de esos años en que se escribió esel dolor. Sin embargo, esta publicación tieneel emblema de la alegría, porque le arrebataal olvido y a las sombras el gesto de valor yentrega de unos artistas que permanecieronbuena letra365<strong>encuentro</strong>

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