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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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uena letrabuena letra366<strong>encuentro</strong>en <strong>Cuba</strong> cuando muchos esperaban, y otrosquerían, que se fueran con su música —quierodecir, con su p<strong>int</strong>ura— a otra parte.Afirma Raúl Rivero en el prólogo, y suprosa nerviosa, lírica en el sentido en quepuede serlo una escritura acostumbrada asubvertir el orden establecido —y/o el desordenramplonamente establecido—, enmarcaesta «generación del sobresalto» conla naturalidad de quien se sabe <strong>int</strong>érpretede una realidad y dueño de los instrumentosadecuados para hacerla manifiesta. Enmarcay descubre al lector neófito una generaciónque terminó defecando, en gestosimbólico y <strong>com</strong>o no podía ser de otra manera,sobre un diario —o una filosofía ouna política o un panfleto— que resumía yresume <strong>com</strong>o ningún otro el sistema que ledio origen. Sobre el cadáver en verde de unperiódico rojo. ■Una historia delentusiasmo musicalen La HabanaAntonio José PonteEnrique Río PradoPasión cubana por Giuseppe VerdiEdiciones UniónLa Habana, 2001, 188 pp.Quien guarde en casa revistas antiguas,revistas de hace un siglo o un siglo ymedio, y dedique su tiempo a hojearlas, sabráque <strong>com</strong>parte con los primeros lectores deesas publicaciones muchas preferencias. Lomismo que esos abuelos, desatiende odas ynovelas por entregas, artículos de divulgaciónmoral y de piedad cristiana, para ocuparse deinmediato (con un apurillo <strong>com</strong>o si la t<strong>int</strong>aestuviera fresca aún) de las reseñas teatrales,de la crónica social y de la sección de modas.Deja al lírico y al académico con la palabra enla boca para buscar la <strong>com</strong>pañía del cronistay del chismoso. Y lo que más parece concernirleen esas viejas publicaciones son lasapuestas menores (o nulas) por la eternidad.Tengo en casa el primer volumen delÁlbum cubano de lo bello y lo bueno que dirigierapor los años sesenta del siglo xix GertrudisGómez de Avellaneda, y confieso que nopuedo leerme las leyendas y noveletas publicadasallí por su directora. Paso por los poemasde Rafael María de Mendive o de Domingodel Monte, poco me importa lo queEnrique Piñeyro haya escrito acerca de laactualidad literaria italiana o lo que cuenteRamón de La Sagra de una estancia suya enSanta Clara, porque me voy directo a dondegente con menos nombre (o embozada bajoseudónimo) habla de fiestas y de representacionesteatrales, de tertulias y de óperas.Leo viejas publicaciones <strong>com</strong>o si se tratarade un tomo de Balzac, de páginas de Prousto De Lampedusa.En una de esas crónicas encontrables enel Álbum cubano de lo bello y lo bueno, el reseñistabajo seudónimo encargó un volumenhistórico a futuros estudiosos: «Si en algúntiempo se escribiera la historia del entusiasmomusical en La Habana, La Traviata, juntocon el nombre de la Gazzaniga, representaríauna de sus fechas más gloriosas». Yahora que Enrique Río Prado (Santa Clara,1946) se ocupa de Verdi en <strong>Cuba</strong>, contamoscon un fragmento importante de esa historiadel entusiasmo musical.Dos han sido los recuerdos más extendidosque la música de Verdi ha dejado entrenosotros, recuerdos más silbables que Ladonna è mobile. El primero sale de una Aidaen la temporada que trajera a Caruso a LaHabana: a inicios del segundo acto, duranteel dúo entre Aida y Amneris, hizo explosiónuna bomba en los servicios sanitarios de latertulia del teatro y desde entonces aquellafunción pasó a llamarse «la Aida de la bomba».(Alejo Carpentier cuenta el episodio enEl recurso del método y, más recientemente,Mayra Montero ha novelado la estancia cubanadel tenor: Como un mensajero tuyo.)El segundo recuerdo verdiano lleva de laópera a la gastronomía. La temporada operísticade 1858-1859 estuvo centrada en la

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