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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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Marifeli Pérez-Stable El fin de semana que coincidía con el Día de las Madres, el Gobiernodecretó la amnistía política; poco después, concedió garantías para el regresode todos los exiliados. Sin duda, Castro era el prisionero político más conocido:el asalto al Moncada había dejado una huella profunda en la imaginaciónciudadana. Tras su puesta en libertad, el joven Castro declaró: «No somos perturbadoresde oficio. Las grandes reformas políticas, sociales y económicasson lo fundamental. <strong>Cuba</strong> necesita políticos decentes». Y cuando le preguntaronsobre el Moncada, replicó: «Algún día se hará la historia del Moncada», yexpresó su voluntad de cambiar de tácticas, aunque nunca «en virtud de un<strong>com</strong>promiso con los que detentan el poder a espaldas de pueblo». Todavíapresentándose <strong>com</strong>o ortodoxo, Castro pedía la «unión de todas las fuerzasmorales del país bajo el pensamiento chibasista». Carlos Prío, el más famosode los exiliados, no había ocultado nunca su <strong>com</strong>promiso de derrocar a Batistapor cualquier medio; sin embargo, su respuesta a la amnistía política señalabaque estaba abierto a otras alternativas:Este debe ser un día de júbilo en <strong>Cuba</strong> y sería mezquino turbarlo con manifestacionesde <strong>int</strong>ransigencia o de arrogancia. Dije hace poco más de un mes quela amnistía podría y debería constituir el primer paso para el restablecimientode la paz moral en nuestra patria y quiero ahora consignar sin reservas mi satisfacciónpor el hecho de que ese primer paso se haya dado.292<strong>encuentro</strong>Castro y Prío representaban los dos polos del posible levantamiento: porun lado, la generación del centenario, denominada así porque su surgimientocoincidió con el centenario del nacimiento de José Martí en 1853; por el otro,los revolucionarios de 1933, ya maduros y con experiencia de gobierno, perocon el recuerdo vivo de sus antiguos ideales —y los medios que habían empleadopara defenderlos—. A principios del batistato, el montrealismo, es decir,la defensa de la insurrección por parte de los priístas, había condicionadotanto la estrategia <strong>com</strong>o las acciones de la oposición. En gran medida debidoa su fracaso, el período que siguió a 1954 situó al gobierno y a la oposiciónante la oportunidad de dirimir sus diferencias políticamente. Pero el momentoescondía otra posibilidad: el surgimiento de condiciones que singularizaranel moncadismo, la defensa de Castro y otros de la lucha armada <strong>com</strong>o elúnico lenguaje que entendía el dictador. Prío regresó a <strong>Cuba</strong> en agosto de1955, señal de que abandonaba sus tácticas insurreccionales. Días antes de suretorno, José Antonio Echevarría prometía darle la bienvenida sólo «si adoptala única postura que le cabe: pisar tierra cubana con el arma en la mano, dispuestoa rescatar por la violencia lo que por la violencia le fue arrebatado ennuestra patria». Casi al mismo tiempo, Castro se marchaba al exilio diciendo:«cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda más soluciónque la del 68 y la del 95». Las apuestas eran, pues, muy altas: el desafíoconsistía tanto en deponer al dictador <strong>com</strong>o en que una nueva generación seincorporara a la escena política mayoritaria sin el uso de la fuerza. La políticarepublicana no ofrecía ningún precedente en ninguno de los dos casos.

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