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int encuentro 24 A - cubaencuentro.com - Cuba Encuentro

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Cristóbal Díaz Ayala En las poblaciones, el danzón, creado por afrocubanos, e <strong>int</strong>erpretado ensu mayoría por ellos, había sobrepasado a la danza y la contradanza, convirtiéndoseen el baile nacional de <strong>Cuba</strong>. Se tocaba en los mejores salones de lasclases medias y altas. En la clase pobre, le iba pisando los talones el géneromusical nacido en la ruralía oriental, en las montañas de Guantánamo y Santiagode <strong>Cuba</strong>: el son, también con preponderancia afrocubana.El son iría llegando a La Habana desde el final de la segunda década delsiglo. La trova, el canto a<strong>com</strong>pasado de cuerdas con algún a<strong>com</strong>pañamientorítmico a veces, y cantado a dos voces, seguía reinando en toda la isla. Era elgénero en que podía encontrarse un equilibrio mayor entre los elementoseuropeos y los africanos, para llegar a lo criollo.Los mejores teatros de La Habana, el Nacional y el Payret, estaban destinadosa la zarzuela española, que había sobrevivido al cese de la dominación hispánica.Solo cedía su espacio a la ópera, que tradicionalmente se presentabaen La Habana, con figuras de primer orden. Caruso cantó en La Habana, en1920 cobrando $10,000 por función, los honorarios más altos que había recibidohasta entonces en su carrera. En fin, nos sobraba ópera y nos faltaba músicapopular. Los trovadores se presentaban a veces en funciones especiales en losnumerosos cines que ya tenía <strong>Cuba</strong>, y por supuesto siempre había el recursode deambular por los cafés y restaurantes cantando por unas monedas.Había un santuario para la música cubana: un modesto teatro que presentabasolamente espectáculos para hombres, pues consistían en <strong>com</strong>edias y sainetescon algunas malas palabras, doble sentido y cuadros con desnudos artísticos. Erael Alhambra, que junto con esos discutibles deméritos tuvo a los mejores actorescómicos de <strong>Cuba</strong>, manteniendo la tradición de nuestro vernáculo; a algunos denuestros mejores músicos, <strong>com</strong>o Guillermo Anckermann, que mantuvieron yampliaron la tradición de la música cubana, agregando además nuevos géneros<strong>com</strong>o la clave, la guajira, creación de Anckermann, y la criolla, creación delmaestro Luis Casas Romero. Era además un teatro contestatario de las <strong>int</strong>ervencionesnorteamericanas, de la corrupción administrativa y otros males políticos.Tras la huella del Alhambra, se abrieron teatros similares <strong>com</strong>o el <strong>Cuba</strong>no,más tarde renombrado Regina, y se organizaron <strong>com</strong>pañías de bufos queactuaron en el resto de la isla y en el extranjero. En esos viajes siempre hubomúsicos que se quedaron, sobre todo en México, llevando el evangelio deldanzón, la clave y el bolero a ese país, a través de los puertos de Mérida yVeracruz. En las casas de vecindad o solares, en antiguos barracones aledañosa las centrales azucareras, o en los existentes en los numerosos puertos dedicadosa la exportación del azúcar y otros productos, los afrocubanos manteníansus tradiciones de música litúrgica yoruba y bantú, e iban perfeccionandotodo el <strong>com</strong>plejo musical de la rumba y otros bailes populares.84<strong>encuentro</strong>la década de los ve<strong>int</strong>e: los grandes cambiosLas dos primeras décadas de la República habían ido delineando unos planosespecíficos de creación y consumo de productos musicales: el primero, el másantiguo, el plano de la música campesina o guajira, que cubría todo el territorio

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