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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—¿Te importaría?<br />

—Des<strong>de</strong> luego que no. No hay problema.<br />

Colocó un pie a cada lado <strong>de</strong> Reece.<br />

—Él le ofreció una mano, creo, pero ella no quiso levantarse. Se apoyó en los<br />

codos y siguió increpándole. Movía la boca y pu<strong>de</strong> imaginar que le gritaba y le<br />

insultaba. Entonces él se agachó.<br />

Brody se puso en cuclillas.<br />

—Él se sentó sobre ella, le echó el peso encima para sujetarla —siguió Reece;<br />

Brody hizo lo propio—. ¡Uf! Sí, así fue. No jugaban, no había nada sexual, al menos<br />

no me lo pareció. Ella le abofeteaba, y él le sujetó los brazos contra el suelo. ¡No, no lo<br />

hagas! —exclamó llevada por el pánico cuando Brody le agarró las muñecas—. ¡No<br />

puedo! ¡No!<br />

—Tranquila —dijo él mirándola a los ojos, mientras reducía la fuerza con que la<br />

sujetaba—. No voy a hacerte daño. Dime qué pasó a continuación.<br />

—Ella forcejeaba, se retorcía <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él. Pero él era más fuerte. La agarró <strong>de</strong>l<br />

pelo y le golpeó la cabeza contra el suelo. Luego... luego le puso las manos alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong>l cuello. Ella se resistió, trató <strong>de</strong> quitárselo <strong>de</strong> encima, le aferró las muñecas, pero<br />

no creo que le quedasen muchas fuerzas. Espera... Con las rodillas, él le sujetó los<br />

brazos contra el suelo para impedir que le golpease. ¡También olvidé eso, maldita<br />

sea!<br />

—Ahora te has acordado.<br />

—Ella pateó, supongo que tratando <strong>de</strong> hacer palanca. Golpeó el suelo con los<br />

pies y hundió los <strong>de</strong>dos en la tierra. Luego <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> moverse. Todo <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> moverse,<br />

pero él mantuvo las manos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su garganta. Las mantuvo allí, y yo eché a<br />

correr. Levántate, ¿vale? Levántate.<br />

Brody se sentó en el suelo, junto a ella.<br />

—¿Alguna posibilidad <strong>de</strong> que aún estuviese viva?<br />

—Él mantuvo las manos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su garganta.<br />

Reece se incorporó, dobló las rodillas y apretó la cara contra ellas.<br />

Brody no dijo nada durante unos instantes. El río fluía junto a ellos mientras las<br />

nubes proyectaban sombras sobre las rocas y el agua.<br />

—Supongo que eres <strong>de</strong> esas personas que ven la botella medio vacía.<br />

—¿Cómo?<br />

—Seguramente la botella está más que medio vacía porque el cristal tiene<br />

grietas y el agua que hay <strong>de</strong>ntro se está saliendo. Así que presencias esto y piensas:<br />

«Oh, Dios mío, me siento culpable, culpable y <strong>de</strong>sesperada. Vi cómo mataban a una<br />

mujer y no pu<strong>de</strong> hacer nada para evitarlo. Pobre <strong>de</strong> ella, pobre <strong>de</strong> mí» —siguió—. En<br />

lugar <strong>de</strong> pensar: «Vi cómo mataban a una mujer y, si yo no hubiese estado allí en ese<br />

momento, nadie habría sabido lo que le pasó».<br />

Reece se había apoyado la barbilla en las rodillas para observarle mientras<br />

hablaba, y ahora la<strong>de</strong>ó la cabeza.<br />

—Tienes razón. Sé que tienes razón, y estoy tratando <strong>de</strong> verlo <strong>de</strong> ese modo. Sin<br />

embargo, tú no me pareces <strong>de</strong> los que ven la botella medio llena.<br />

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