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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Pero ¿a quién podías llamar cuando sabías que el jefe <strong>de</strong> policía <strong>de</strong>l pueblo era<br />

un asesino?<br />

Llamaría a la policía estatal, eso haría. En cuanto hubiese hablado con Brody.<br />

El sol y la cara oculta <strong>de</strong> la luna. Rick Mardson había comprado aquellos dos<br />

collares, uno para su esposa y otro para su amante. Fue él quien tuvo un lío con<br />

Deena Black, quien se movía a hurtadillas y tomaba precauciones para que nadie lo<br />

viese con ella.<br />

Y él la mató. Tuvo que ser él.<br />

Pudo entrar y salir <strong>de</strong> su apartamento con mayor facilidad que nadie. ¿No<br />

estaba acostumbrado todo el mundo a ver al sheriff pasearse por el pueblo? Sin duda<br />

sabía cómo conseguir llaves, hacer duplicados. Disimular que había forzado la<br />

cerradura.<br />

Cubrir sus huellas.<br />

Aminoró el paso para recuperar el aliento y luchó contra otro acceso <strong>de</strong> pánico.<br />

Algo cayó en las aguas <strong>de</strong>l lago y agitó la alta hierba <strong>de</strong> la orilla. Reece echó a correr<br />

<strong>de</strong> nuevo con el corazón <strong>de</strong>sbocado.<br />

Tenía que entrar y cerrar las puertas.<br />

Encontrar a Brody.<br />

Su respiración se aceleró cuando distinguió unas sombras junto al lago. Tuvo<br />

que ahogar un grito al ver el trío <strong>de</strong> alces que se había acercado a beber.<br />

Se apartó <strong>de</strong> ellos, pasó corriendo junto a los sauces y los álamos, y por fin llegó<br />

a la tierra apisonada <strong>de</strong>l corto camino <strong>de</strong> acceso a la cabaña <strong>de</strong> Brody.<br />

Su coche no estaba aparcado junto al <strong>de</strong> ella, y la cabaña estaba a oscuras.<br />

Sacó la llave que él le había dado y luego tuvo que apoyar la cabeza contra la<br />

puerta. Era más difícil, mucho más difícil, entrar en la oscuridad que <strong>de</strong>jarla atrás.<br />

—Seis por uno es seis —empezó mientras metía la llave en la cerradura—. Seis<br />

por dos, doce.<br />

Entró y buscó el interruptor en la pared.<br />

—Seis por tres, dieciocho —siguió, obligándose a respirar con regularidad—.<br />

Seis por cuatro, veinticuatro.<br />

Cerró la puerta tras <strong>de</strong> sí y se apoyó <strong>de</strong> espaldas contra ella hasta controlar la<br />

ansiedad.<br />

—No está aquí, pero volverá <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un momento. Pue<strong>de</strong> que haya <strong>de</strong>jado<br />

una nota. Aunque nunca <strong>de</strong>ja notas. No es su estilo. Pero pue<strong>de</strong> que esta vez sí.<br />

«Primero la cocina», <strong>de</strong>cidió. Comprobaría la cocina primero. Encendió las luces<br />

a su paso, ahuyentando la oscuridad. Había posos <strong>de</strong> café en la cafetera y una bolsa<br />

abierta <strong>de</strong> galletas saladas sobre la encimera.<br />

Tocó la cafetera; estaba fría. Miró en el frigorífico y vio que había cerveza y<br />

Coca-Cola.<br />

—Habrá salido a comprar otra cosa, eso es todo, y seguramente ha pensado en<br />

pasar por el restaurante y recogerme <strong>de</strong> regreso a casa. Soy tonta. Tonta <strong>de</strong> remate.<br />

Cogió el teléfono <strong>de</strong> la cocina para marcar otra vez el móvil <strong>de</strong> Brody.<br />

Y oyó el motor <strong>de</strong> un coche.<br />

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