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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

noticias como esa vuelan —añadió al ver que ella se limitaba a mirarle—. Tiene que<br />

haber sido muy <strong>de</strong>sagradable para ti.<br />

—Mucho más <strong>de</strong>sagradable para ella, diría yo.<br />

Reece fue a mirar las ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> pechuga <strong>de</strong> pollo.<br />

—Es cierto, pero para ti no <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber sido fácil volver a verla, aunque sea<br />

en foto. Revivir el día en que la viste cuando estabas en el sen<strong>de</strong>ro... —Se removió<br />

inquieto al ver que ella no respondía—. Pero al menos ahora sabes que la han<br />

encontrado —añadió.<br />

—No sé si era la misma mujer que vi.<br />

—Claro que sí. Tenía que serlo.<br />

—¿Por qué?<br />

—Es lo lógico —dijo mientras la seguía hasta el mostrador—. Eso es lo que dice<br />

la gente.<br />

—La gente no sabe nada <strong>de</strong> nada, y no voy a <strong>de</strong>cir que la mujer que han<br />

encontrado es la mujer que vi solo para que la gente esté contenta.<br />

—En fin, caramba, Reece, eso no es lo que yo...<br />

—Es curioso. Ha hecho falta que unos críos encontraran un cadáver para que la<br />

gente <strong>de</strong> aquí <strong>de</strong>cida que al fin y al cabo no me lo inventé todo. «Oye, pue<strong>de</strong> que<br />

Reece no esté completamente loca.»<br />

Con más cuidado <strong>de</strong>l habitual, Mac puso la compra en una caja.<br />

—Nadie piensa que esté loca, Reece —dijo.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Los chiflados siempre estarán chiflados. Así son las cosas.<br />

Sacó el mone<strong>de</strong>ro y vio con resignación que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pagar la cuenta solo le<br />

quedarían diez dólares y pico. Otra vez.<br />

—No <strong>de</strong>bería hablar así. —Mac cogió el dinero y le <strong>de</strong>volvió treinta y seis<br />

centavo—. Es insultante para usted misma y pata los <strong>de</strong>más.<br />

—Pue<strong>de</strong> ser. Es insultante ir por la calle o cruzar una habitación y que la gente<br />

te señale como esa pobre mujer <strong>de</strong>l Este o le mire <strong>de</strong> reojo como si fueses a <strong>de</strong>cir<br />

tonterías en cualquier momento. Pruebe a aguantar eso por un tiempo —sugirió<br />

mientras levantaba la caja—. Ya verá como empieza a cabrearse. Y tú, Cas, dile a tu<br />

madre que me <strong>de</strong>be veintiocho horas.<br />

Reece se dirigió a la puerta.<br />

—Dile que mañana pasaré a buscar mi cheque.<br />

El sonido <strong>de</strong> la puerta principal cerrándose <strong>de</strong> golpe sacó a Brody <strong>de</strong> una tensa<br />

escena entre su personaje principal y el hombre en el que no tenía más remedio que<br />

confiar.<br />

Soltó una palabrota y fue a coger el café, para <strong>de</strong>scubrir que ya se había<br />

terminado el tazón. Su primer impulso fue bajar para servirse más, pero oyó más<br />

golpes —¿las puertas <strong>de</strong> los armarios?— y <strong>de</strong>cidió permanecer fuera <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong><br />

guerra y prescindir <strong>de</strong> la cafeína.<br />

Se frotó la nuca para aliviar su rigi<strong>de</strong>z, que atribuyó al esfuerzo <strong>de</strong> pintar el<br />

techo <strong>de</strong>l baño. Luego cerró los ojos y volvió a la escena.<br />

En algún momento creyó oír que abrían la puerta principal o la trasera, pero<br />

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