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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

ducha para comprobar si estaba seca. Eso es todo. No tenía ningún motivo para abrir<br />

el grifo.<br />

—¿La ropa que llevó a la lavan<strong>de</strong>ría <strong>de</strong>l hotel por la mañana?<br />

«Vale —pensó Reece—. Fantástico.»<br />

—Sí. Y, sí, alguien sacó <strong>de</strong> la secadora la ropa que yo había lavado y metido allí<br />

y volvió a meterla en la lavadora. Yo la había llevado allí abajo, la puse a lavar, me<br />

fui a casa, volví, la metí en la secadora y regresé a casa otra vez. Y cuando volví a<br />

buscarla, estaba en la lavadora.<br />

El hombre alzó la mirada cuando Linda-Gail se acercó con su café y un huevo<br />

escalfado con tostadas para Reece.<br />

—Joanie dice que tienes que comerte esto, Reece. ¿Le traigo algo más, sheriff?<br />

—No, con el café es suficiente, gracias.<br />

—Linda-Gail pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no pasé arriba más <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos antes<br />

<strong>de</strong> que nos fuésemos a Clancy's.<br />

—Des<strong>de</strong> luego —confirmó la muchacha tras vacilar un poco—. Subió y bajó en<br />

un momento.<br />

—¿No subiste con ella? —preguntó Rick.<br />

—Pues no. Fui al cuarto <strong>de</strong> baño <strong>de</strong> aquí, me arreglé el maquillaje y me peiné<br />

un poco. Cuando salí, Reece me estaba esperando. No pudieron pasar más <strong>de</strong> unos<br />

minutos. Alguien le hizo una broma estúpida y pesada. Eso es lo que pasó.<br />

—¿Por qué iba yo a abrir el grifo? —inquirió Reece—. Iba a salir.<br />

—No digo que lo hiciese. Y, si lo abrió, no digo que lo hiciese para provocar<br />

nada <strong>de</strong> esto —afirmó él tirándose <strong>de</strong>l lóbulo <strong>de</strong> la oreja—. A veces, cuando uno tiene<br />

muchas cosas en la cabeza, olvida la olla en el fuego, el teléfono <strong>de</strong>scolgado... Es<br />

normal.<br />

—No es normal llenar la bañera cuando no se tiene intención <strong>de</strong> tomar un baño,<br />

y luego salir y <strong>de</strong>jar el grifo abierto. Y eso no es lo que hice.<br />

—Claro que no. —Linda-Gail apoyó una mano en el hombro <strong>de</strong> Reece y se lo<br />

frotó. Y Reece se preguntó si en ese gesto <strong>de</strong> consuelo había un atisbo <strong>de</strong> duda.<br />

—Alguien estuvo en mi apartamento —dijo Reece—. Esta no es la primera vez.<br />

Rick le <strong>de</strong>dicó a Reece una mirada penetrante.<br />

—Es la primera noticia que tengo. Gracias, Linda-Gail. Si necesitamos algo más,<br />

te llamaré.<br />

—De acuerdo. Reece, come. No has tomado nada en todo el día, y si ese plato<br />

vuelve intacto Joanie se va a enfadar.<br />

—Todo empezó justo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que viese el asesinato —comenzó Reece.<br />

Le contó lo <strong>de</strong>l mapa, la puerta, el cuarto <strong>de</strong> baño, sus cosas en el petate, las<br />

botas y los cuencos, las píldoras, el álbum <strong>de</strong> fotos. Se obligó a comer un poco, con la<br />

esperanza <strong>de</strong> que la acción diese mayor vali<strong>de</strong>z a sus <strong>de</strong>claraciones.<br />

El tomó notas e hizo preguntas con voz impasible y serena.<br />

—¿Por qué no <strong>de</strong>nunció antes estos inci<strong>de</strong>ntes?<br />

—Porque sabía qué pensaría justo lo que está pensando ahora. Que lo hice yo o<br />

lo imaginé.<br />

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