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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

No estaba bien espiarles. Pero no pudo resistir el pequeño drama privado y<br />

mantuvo los prismáticos enfocados.<br />

La mujer golpeó con ambas manos el pecho <strong>de</strong>l hombre y luego volvió a<br />

abofetearle. Reece empezó a bajar los prismáticos, la repugnante violencia empezaba<br />

a marearla.<br />

Pero la mano se le congeló y el corazón le dio un vuelco cuando vio que el<br />

brazo <strong>de</strong>l hombre retrocedía. No pudo distinguir si fue un puñetazo, un bofetón o un<br />

revés, pero la mujer cayó cuan larga era.<br />

—No, no, no sigáis —murmuró Reece—. No sigáis. Tenéis que parar ahora<br />

mismo. Parad.<br />

En lugar <strong>de</strong> eso, la mujer se levantó <strong>de</strong> un salto y se abalanzó contra el hombre.<br />

Antes <strong>de</strong> que pudiese <strong>de</strong>scargar el golpe, se vio lanzada <strong>de</strong> nuevo hacia atrás, resbaló<br />

en la tierra fangosa y sufrió una violenta caída.<br />

El hombre se acercó y se paró encima <strong>de</strong> ella mientras el corazón <strong>de</strong> Reece latía<br />

con fuerza contra sus costillas. Le pareció que alargaba el brazo como para ayudarla<br />

a levantarse; la mujer se apoyó en los codos. Le sangraba la boca, y tal vez la nariz,<br />

pero sus labios se movían <strong>de</strong>prisa. «Le grita —pensó Reece—. Deja <strong>de</strong> gritar, solo<br />

empeorarás las cosas.»<br />

Las cosas empeoraron, empeoraron horriblemente cuando él se sentó a<br />

horcajadas sobre la mujer, cuando le levantó <strong>de</strong> un tirón la cabeza por el cabello y la<br />

golpeó contra el suelo. Sin darse cuenta <strong>de</strong> que ella misma se había puesto en pie <strong>de</strong><br />

un salto y <strong>de</strong> que los pulmones le ardían con sus propios gritos, Reece permaneció<br />

observando a través <strong>de</strong> los prismáticos cuando las manos <strong>de</strong>l hombre se cerraron<br />

sobre la garganta <strong>de</strong> la mujer.<br />

Las botas golpearon el suelo; el cuerpo se retorció y se arqueó. Y cuando se<br />

quedó inmóvil, se oyó el rugido <strong>de</strong>l río y los ásperos sollozos que brotaban <strong>de</strong>l pecho<br />

<strong>de</strong> Reece.<br />

Se volvió, tropezó, resbaló y se <strong>de</strong>splomó sobre las rodillas. Luego se puso en<br />

pie y echó a correr.<br />

Lo veía todo borroso. Sus botas resbalaron en el camino cuando se precipitó<br />

cuesta abajo a una velocidad <strong>de</strong> locos. Le pareció que el corazón iba a salírsele por la<br />

garganta como una bola giratoria <strong>de</strong> terror mientras tropezaba y resbalaba en los<br />

agudos zigzag. La cara <strong>de</strong> la mujer <strong>de</strong>l abrigo rojo se convirtió en otra cara, un rostro<br />

<strong>de</strong> bonitos ojos azules que la miraban.<br />

Ginny. No era Ginny. No era Boston. No era un sueño.<br />

Sin embargo, todo se mezcló y se fundió en su mente hasta que oyó los gritos y<br />

las carcajadas, los disparos. Hasta que el pecho empezó a darle punzadas y el mundo<br />

comenzó a girar.<br />

Chocó con fuerza contra Brody y luchó frenéticamente para evitar que la<br />

sujetase.<br />

—Para. ¿Estás loca? ¿Te quieres suicidar? —exclamó él mientras la empujaba<br />

contra la pared <strong>de</strong> roca y la sujetaba cuando las rodillas <strong>de</strong> ella cedieron—. ¡Cálmate<br />

ahora mismo! La histeria no sirve <strong>de</strong> nada. ¿Qué ha sido? ¿Un oso?<br />

— 62 —

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