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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Esto es muy bonito, Cas, esa es la verdad, y no pue<strong>de</strong> ser más agradable. Pero<br />

tú y yo tenemos asuntos <strong>de</strong> que hablar, y no vas a distraerme con flores y champán.<br />

—No esperaba distraerte, pero tal vez podríamos relajarnos, cenar un poco, y<br />

luego...<br />

—Cas, necesito saber por qué me mentiste. Te di tiempo hasta esta noche. Voy a<br />

ser sincera: estoy <strong>de</strong>seando sentarme a esa mesa tan bonita, beber champán y que me<br />

sirvas la cena. Quiero estar aquí contigo y pensar en lo agradable que es tener a<br />

alguien que se toma todas estas molestias por mí. Pero no puedo mientras no lo sepa.<br />

—Había planeado las cosas <strong>de</strong> otra manera, pero <strong>de</strong> acuerdo.<br />

En realidad, Cas no se veía capaz <strong>de</strong> contener sus nervios durante toda la cena.<br />

—Tienes que venir al dormitorio —añadió.<br />

—No pienso entrar en ese dormitorio contigo.<br />

—No voy a intentar <strong>de</strong>snudarte. Madre <strong>de</strong> Dios, Linda-Gail, confía un poco en<br />

mí, ¿vale? Ven un momento.<br />

—Más vale que sea bueno —dijo ella refunfuñando. Dejó el champán sobre la<br />

mesa y lo siguió hasta la puerta <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

Había más velas aún sin encen<strong>de</strong>r y más flores sobre el tocador. Sobre la<br />

almohada yacía una sola rosa. Nunca en su vida había sido objeto <strong>de</strong> unas atenciones<br />

tan románticas. El centro <strong>de</strong> su corazón suspiraba, así que tuvo que endurecer su<br />

bor<strong>de</strong> para evitar que se <strong>de</strong>rramase a sus pies.<br />

—Es bonito y es romántico. Y no funcionará, Cas.<br />

—Esa es tu rosa especial. La que hay en la cama. Cógela. Por favor —dijo, al ver<br />

que ella no se movía—. Solo tienes que hacer eso.<br />

Con un sonoro suspiro, Linda-Gail cruzó la habitación y cogió la rosa sin<br />

contemplaciones.<br />

—Ya está, ¿qué te...?<br />

Al volverse, la cinta unida al tallo osciló, y lo que llevaba atado con un lazo<br />

chocó suavemente contra su antebrazo. Despidió <strong>de</strong>stellos y luz.<br />

—¡Oh, Dios mío!<br />

—Ahora pue<strong>de</strong> que estés callada un minuto —dijo él, muy pagado <strong>de</strong> sí mismo,<br />

mientras retiraba el anillo <strong>de</strong> la cinta—. Fui a comprar esto la tar<strong>de</strong> que te dije que<br />

trabajaba. No quería <strong>de</strong>círselo a nadie, eso es todo. Si le hubiese contado a alguno <strong>de</strong><br />

los muchachos que iba a comprar un anillo <strong>de</strong> compromiso, me habrían tomado el<br />

pelo hasta obligarme a darle a alguien un puñetazo en la cara. Te mentí porque no<br />

quería que supieras lo que pensaba hacer. Quería dártelo, pedírtelo, en un momento<br />

especial. Como ahora.<br />

El corazón <strong>de</strong> Linda-Gail revoloteaba. A eso <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> referirse cuando <strong>de</strong>cían<br />

que era como si al corazón le brotasen alas.<br />

—¿Me mentiste para po<strong>de</strong>r ir a comprar esto?<br />

—Así es.<br />

—Y cuando me enteré <strong>de</strong> que me habías mentido, no me lo dijiste.<br />

—No quería dártelo mientras estuviéramos chinándonos. Antes o <strong>de</strong>spués, vale,<br />

pero no mientras.<br />

— 331 —

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